Asesinan a balazos a hombre en Villa de Pozos
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 20 de noviembre 2020.- Los caminos de la vida no son como yo pensaba, como los imaginaba, no son como creía, tal como dice esta canción, la vida para mí es algo muy complicado. No era la primera vez que pisaba los separos de la Ministerial, pero algo me decía que esta vez sí me trasladarían a la grande, fui acusada de robo calificado a casa habitación y en efecto fui autora de ese delito, por eso estoy aquí, encerrada en el CERESO de La Pila desde hace un buen tiempo, ya no quiero saber cuánto, ya no quiero contar los días, mejor aplicaré la filosofía canera: “Un día más, un día menos”, así me sienta mejor.
El día que llegué al reclusorio me sentí muy triste, y no tanto por mí, sino porque afuera se quedaban mis hijos, ya no los vería cada mañana para llevarlos a la escuela, ya no estaría junto a ellos por un buen tiempo. Este lugar es nuevo para mí, nunca había estado en un penal, aunque acepto que muchas veces me salvé de llegar aquí, pero pues, “a cada capillita le llega su fiestecita”, y a mí me llegó una buena pachangota. Ese día cuándo entre a la Cana, estaba un poco nerviosa, pero no tenía miedo, ya me ha pasado de todo en la vida, la presencia un tanto amenazante de mis nuevas compañeras de la prisión no me intimidaban, nunca les tuve miedo hasta la fecha, y no es porque me sienta muy chingona, simplemente no soy dejada, la vida que me tocó vivir me obligó a ser así, resistente para sobrevivir a la violencia, me enseñó que el que pega primero pega dos veces.
Desde que era una niña de 7 años la violencia se estuvo presente en mi vida, en el lugar más íntimo y el que debería ser el más seguro, el de la familia. Yo era feliz en la calle jugando con mi hermano, nos divertíamos tanto fuera de la casa que no queríamos regresar, porque al llegar todo cambiaba, mis padres tomaban mucho alcohol y, ya borrachos, mi padre golpeaba de una manera brutal a mi madre y a mí me daba mucho miedo, y coraje porque no podía hacer nada, porque era muy pequeña. En repetidas ocasiones mi padre nos corría de la casa, pero teníamos que quedarnos y seguir aguantándolo porque no teníamos a donde ir , yo no quería dejar sola a mi mamá con él así que vivíamos con miedo, y todos los días era lo mismo, nuestra forma de vivir.
Un día, mi mamá se cansó de esto y pensó que cambiando de pareja la vida cambiaría y sería mejor para todos, entonces nos llevó a la casa de un señor que dijo era su amigo, nosotros le creímos, pero antes de ir a dormir, yo miré con mis propios ojos cuando se daban un beso y me sentí muy mal, era yo una niña que amaba a su padre y a su madre con todos sus defectos, no sabía que debía yo hacer cuando amaneciera, no sabía con cuál de los dos debería irme, esa fue la noche más larga que recuerdo porque no pude dormir solo pensando …
A la mañana siguiente mi madre nos llevó a la escuela, nos despedimos como siempre, a la hora de la salida mi padre fue por nosotros y cuando estábamos camino a la casa le platiqué lo que había visto la noche anterior, y le dije que ya no quería regresar con mi mamá, él se puso muy serio y callado, luego comentó algo mi hermano y me dijo: “Corre por toda la calle de Reforma, y tu hermano va a simular como si te fuera a alcanzar, llegando a la otra Avenida toman un taxi y se van a la casa, yo voy a hablar con tu mamá”, hice lo que me dijo porque en ese momento creí que era lo correcto, estaba confundida no sabía lo que quería, lo único que sí sabía es que no quería que toda mi vida fuera de gritos, golpes y borracheras, y sí así estaba destinado que fuera, pues al menos la sufriría con mi padre.
Mi papá nos llevó a vivir a una colonia del centro aquí en San Luis Potosí, en la calle de Otegui, nuestra llegada a ésta calle, en aquel barrio tan sórdido y oscuro, fue el inicio del declive de mi vida. Cuando estaba en la primaria empecé a inhalar tiner, aunque me ardía la garganta, me gustaba la sensación de mareo y olvidarme de todo sin que me importara. En frente de nuestra casa vivía una pandilla de hombres y mujeres muy jóvenes, se hacían llamar Los Niños de la Calle, dormían en unas tapias abandonadas llenas de basura, andaban sucios porque casi no se bañaban y siempre, día y noche estaban drogados. Mi hermano y mi primo empezaron a juntarse con la pandilla y a drogarse, cuando yo los veía drogados pensaba “¿porque lo hacen? Eso no los lleva a nada bueno”, pero de tanto verlos, un día quise saber que se sentía y la probé, me encerré en el cuarto de mi hermano, le robé una bolsa blanca con marihuana que tenía para vender y me la fumé toda, un porro tras otro, y me gustó. Para entonces, la salud de mi madre cada vez estaba peor y la mota fue una manera de evadir un poco la realidad tan cruel. Mi madre murió de cáncer, invadida toda hasta en el cerebro, tenía un tumor canceroso, tal vez por eso ya no nos reconocía en los últimos meses que estuvo entre nosotros y sola nos hablaba para pedirnos un cigarro y su cerveza, mis hermanos y yo nos turnábamos para cuidarla, hasta que murió, aún me duele su muerte y no lo puedo superar. Pero la vida sigue ¿así es esto no?, todos algún día moriremos y el mundo no se detendrá, me queda al menos la tranquilidad en mi conciencia de haberle dado algunas satisfacciones a mi madre, cuando yo estaba en la primaria, me gane varios diplomas y hasta participé en la escolta, y también le dio mucho gusto cuando pasé el examen de la secundaria Jaime Torres Bodet, aunque no terminé de estudiar por mi adicción a las drogas
Antes de que mi madre se muriera me mandaron a Guadalajara a un internado para rehabilitarme de mi adicción a las drogas, aunque obvio eso no sucedió, cuando regresé ya tenía 14 años y me junte con El Muerto, (así lo llamaré porque ya se murió) él tenía 19 años. Al principio de nuestra relación todo marchaba bien, estuvimos felices, vivíamos en una constante Luna de Miel, los dos nos drogábamos, por eso nos entendíamos. Cuando cumplí 15 años, el 1 de julio de 1986, el Muerto, mi hermano y mi papá me querían festejar, pero no acepté pues la muerte de mi mamá estaba reciente, y no me sentía con ánimos de festejar nada, ellos se enojaron mucho.
Al año de estar juntada con El Muerto no me había embarazado, mi vida con él empezó a ir mal, era muy celoso y me golpeaba por todo. Un día llegó mi hermana había llegado a la casa de mi papá, que era donde vivíamos, fuera de su horario de costumbre. El Muerto me había mandado a comprar una cerveza a la tienda de la esquina donde me despacharon rápido, pues no había mucha gente, cuando regresé a la casa mi hermana y El Muerto estaban en la azotea de la casa, y no se dieron cuenta, al subir las escaleras para ir con ellos mi sorpresa fue ver a mi pareja El Muerto y a mi hermana besándose, no pude hacer nada, ni reclamar, todavía no entiendo por qué sentí la misma tristeza y decepción que aquella noche cuando vi a mi madre besarse con otro hombre, en ese momento pensé que si reclamaba, seguramente el muerto defendería a mi hermana, y yo no quería que me humillara más, ya era suficiente con el dolor de aquella traición, me quedé callada, no hice ningún comentario ni de lo que había visto, ni de otra cosa, estaba aturdida. Unas horas después por fin mi hermana decidió irse, se despidió de él con un abrazo mientras le decía algo al oído, yo hice como que no me daba cuenta, luego El Muerto siguió emborrachándose, a partir de ese día nuestra relación fue empeorado porque, además de no poder embarazarme y de su traición, él comenzó a golpearme y constantemente me insultaba con ofensas crueles, él hacía conmigo lo que quería y yo no era capaz de defenderme.
Un día en la tarde cuando salí de la casa vi que mi hermana llegaba, ya no me pude aguantar y le reclamé, le dije que por su culpa El Muerto me pegaba y se había vuelto más violento conmigo, ella se burló de mí a carcajadas y entonces la agarré a putazos y le puse en su madre, ella pedía a gritos que ya la dejara, pero ni madres, se tenía que aguantar, tenía que pagar por todo el daño que le había hecho a mi relación, desde entonces ya no somos hermanas, somos rivales.
A pesar de todo lo que había pasado yo seguí con el muerto, no podía dejarlo, no quería dejarlo, aunque mi vida fuera de golpes y humillaciones. Vivíamos al filo del peligro, yo me dejaba llevar por lo que me decía, le creía todo con los ojos cerrados, comencé a vivir una vida sin orden y sin rumbo; dormíamos en casas abandonadas, brincábamos bardas para meternos a robar en los domicilios residenciales, con él aprendí a usar la navaja y muy bien. Un año después de vivir juntos por fin me embaracé, tuve un niño pero él me lo quitó casi enseguida de parir y se lo entregó a su mamá, Doña Lety, con la que nos fuimos a vivir por un tiempo. Al muerto no le gustaba trabajar, pero como teníamos necesidades me consiguió un trabajo en donde trabajaban sus hermanas en una casa de masajes, yo no le podía decir que no porque sí lo contradecía me pegaba unas putizas al grado de dejarme casi desmayada. Duré poco tiempo trabajando en la casa de masajes porque no ganaba mucho dinero, luego nos salimos de la casa de su mamá y rentamos un cuarto, me embaracé por segunda vez, y aún así seguíamos drogándonos, él en sus alucines tenía delirios de persecución y muchos celos, era un hombre descuidado y poco sensible conmigo, me obligaba a subir a las azoteas aunque estuviera embarazada para dormirnos ahí, sin importarle si hacía frio o que estuviera lloviendo, ahí nos podíamos quedar todo el tiempo, hasta que le daba hambre y me mandaba a pedir comida a los puestos de tacos o a donde fuera, y como me veían panzona, no me negaban nada.
Después de que nació mi segundo hijo doña Lety también se quedó con él, y creo que era mejor, porque con la vida que llevábamos no podíamos tener a un bebe con nosotros. El muerto me llevaba a las calles del centro a prostituirme, el checaba a que carro me subía, a que hotel me metía, cuanto tiempo tardaba con cada cliente y luego, cuando terminaba de trabajar me quitaba el dinero, yo no podía tener dinero en mi bolsa.
El muerto cada vez estaba más perdido en las drogas, nos juntábamos con pandillas que él conocía y se emborrachaba con el dinero que me quitaba, y yo siempre a su lado, fiel, cuando se acababa el dinero que yo ganaba, nos parábamos frente a los bares y esperábamos que salieran los clientes ya borrachos y los seguíamos para robarlos, el muerto me enseñó a robar usando la navaja.
Me embaracé por tercera vez, fue una niña, a ella me la dejaron hasta los 4 meses, mi suegra me echó al DIF y le entregaron a mi hija, le dieron la custodia temporal de mis hijos, pero al poco tiempo le quitaron a la niña porque la señora Lety ya no estaba apta para cuidarla, a los niños hasta la fecha los tiene otra señora. En ese tiempo, torcieron al muerto robando y lo encanaron.
Yo seguí trabajando de prostituta en las calles del centro, y un día en la noche llegaron las hermanas del muerto a reclamarme cosas y a cachetearme y a gritarme “ tu mataste a la niña” yo les pregunte ¿qué había pasado?, y me enteré que mi hija había muerto en la Casa Cuna del DIF a los pocos días que se la quitaron a la mamá del muerto; yo no sé que sentí, creo que una parte de mi corazón murió en ese momento, me dijeron que tenía que ir al Ministerio Público a reconocer el cuerpo para que se los entregaran, y yo tenía que ir obligadamente por ser la mamá. Sentí que la sangre se me bajó hasta los pies, ellas se fueron y yo me regresé a un hotel en donde me quedaba con mi papá, entrando me fui directo al baño y con mi playera me quería ahorcar, pero mi papá alcanzó a descolgarme y me tranquilizó. Después de un rato fuimos al Ministerio Publico, al entrar, dos hombres de traje se me acercaron y me preguntaron si yo era la mamá de la niña, dos judiciales me subieron por unas escaleras, y al llegar al final del pasillo me dijeron que yo tenía que ir sola, caminé pocos pasos, abrí la puerta de un cuarto en donde había varios aparatos y muchas planchas de metal, al voltear a la derecha no podía creer que el cuerpo de mi hija estuviera ahí, tendido sobre la plancha de acero, sin ropa, me acerqué y me abrace a su cuerpecito frío, tan frío como tengo el corazón ahora. La familia del muerto se encargó de recoger el cuerpo de mi hija, y no me permitieron estar presente durante el velorio ni en el entierro de mi hija, me corrieron, no me dejaron acercarme a ella ni verla aunque fuera cinco minutos. Después de la muerte de mi hija yo parecía una loca en la calle, sin comer, sin bañarme y siempre drogada, me quería morir para poder estar con mi niña.
Unos meses más tarde cuando el muerto salió de la cárcel me busco y me trato bien, me convenció para que regresáramos a vivir juntos, pero cuando nos fuimos a vivir a la casa me golpeó y me acusó de matar a la niña, yo seguía con él, aunque todos los días me golpeaba y me humillaba, aun así, no me importaba yo solo quería estar con él, luego me embaracé por cuarta vez, pero al igual que con mis otros, tampoco pude tener a mi cuarto hijo conmigo, sí no podía cuidar de mí misma, mucho menos iba a poder con un bebé. Un día El Muerto amaneció sin vida y sólo así me liberé de él, duramos siete años juntos, toda mi adolescencia desaprovechada, perdida en las drogas, siete años de aprender del muerto a usar navajas, asaltar y robar a las personas usando nuevas drogas, poniendo en riesgo mi vida, tengo un balazo en la pierna izquierda y varias veces estuve detenida en el Ministerio Publico, pero salía porque no me comprobaban nada. En uno de tantos asaltos, ya bien borrachos y drogados fuimos a las casa de unos señores, pero se pusieron rejegos y tuvimos que usar la violencia, pero a mí se me pasó la mano y tres personas murieron, aún no se me olvida lo que hice, y sé que al estar aquí estoy pagando mis errores y no me queda otra más que aguantarme.
Tuve siete hijos, cuatro con el muerto, dos con mi segunda pareja que ya murió también, y una con mi tercera pareja. Mi última pareja, que también está preso, es lo mejor que me ha pasado en la vida, dentro de todo es un hombre bueno, estoy muy enamorada de él y agradecida con Dios y con la vida por haberlo puesto en mi camino, me quiere a mí y a mis hijos.
Más de una vez he recordado como era mi vida antes de entrar a la prisión: Yo siempre lo he dicho, mi pareja y yo vendíamos droga, no pensábamos en nuestros hijos nunca pensábamos en las consecuencias porque, la venta de droga me permitía darme una buena vida, no me faltaba nada en mi casa, yo era ama de casa, cuidaba de mis hijos, acudía a las juntas y festivales de la escuela, teníamos platicas con psicólogos; a mí me gusta el deporte, practicaba zuma y kick boxing y box. Los fines de semana nos gustaba ir a la Presa del Peaje o a Mexquitic, llevábamos comida y cervezas, yo siempre cargaba con mi toque de mota, nunca lo dejaba. En Mexquitic comprábamos pulque y piñas y hacíamos un curado bien rico, usábamos la cascara de piña sin la pulpa a manera de pocillos.
A todas parte donde yo iba llevaba mi toque, en la bicicleta, en el carro, donde fuera me la pasaba fumando marihuana. Cuando llegaba a surtir la cocaína y la piedra con el repartidor ya andaba bien mota, le pedía las onzas que iba a llevar, le pagaba y empezábamos a caminar y a platicar, y cuando nos dábamos el saludo de despedida me daba la mercancía, yo me daba la vuelta y antes de subir a la moto, levantaba el asiento y hacía como que buscaba algo y rápido, me metía la mano a la blusa, y me guardaba la merca en los pechos, muy bien acomodada, hasta se me veían bien grandotes. Llegando a la casa mi Chirris (mi actual pareja) ya me estaba esperando para ponernos a embolsar, y ya cuando acabábamos, sacábamos lo de la venta y lo que sobrara no la metíamos mi Chirris y yo.
Mi Chirris es bien bueno, a veces recuerdo que él se quedaba a cuidar a los niños mientras yo me iba a las super clases de Zumba, bueno, no siempre iba a las clases, a veces me largaba con uno de mis amantes que le dicen El Bulis, me encerraba con él en un hotel desde las 6 de la mañana, fumábamos mota, nos emborrachábamos y claro también cogíamos, regresaba a mi casa hasta las 7 de la noche y encontraba a mi marido cotorreando y tomando con sus amigos, eso era bueno para mí porque así no me cachaba, al contrario me apachaba porque creía que venía cansada de hacer ejercicio.
Y Pues ahora sí que como dice la canción: “Aquí me encuentro tras las rejas, pagando mi condena y mirando para el cielo donde se encuentra Dios”.
Aquí adentro no hay amigas, no puedes confiarte ni de tu propia sombra, nada es gratis, pero yo sé que algún día voy a salir, toda mi vida he salido de las situaciones más perras y esta no será la excepción, lo sé, algo muy dentro me dice que no pierda la esperanza .
A Mi Santa Muerte
En mis momentos de desesperación
Te invoco en oración
Santa Muerte me das tu protección
Que agradezco con total devoción
Dios te dio el poder de aparecer en la vida
Del que invoca tu poder
Por eso humildemente
En mis notas te recuerdo
Con respeto y con amor
Flaquita de mi corazón.
(Historia del libro Cautivas, con el permiso de la coordinadora del mismo, Marcela García Vázquez)