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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 17 de junio de 2019.- Con sus labios partidos, la piel quemada y una fe inquebrantable continúan llegando; uno a uno, por grupos, en caravanas, solos o acompañados; jóvenes en su mayoría, pero también adultos y niños; entre el tumulto de personas, hay pequeños que, a su corta edad, ya cruzaron lo que llaman El Infierno.
Hablar de migrantes, es señalar un problema que lejos de disminuir aumenta; la corrupción, la inseguridad y la impunidad se aferran a los que menos tienen y obligan a huir de sus tierras natales a segundos hogares, como San Luis Potosí.
Avanzan con la muerte a su lado, pero Dios alimenta su fe y los ha sostenido, aseguran. Desde que salieron de su país, todos los pronósticos están en su contra, pero aun así caminan entre las brechas, cansados, con hambre, frío, miedo y sed. Quieren justicia, consuelo, apoyo e igualdad, están desesperados y necesitados.
Recorren kilómetros bajo el sol y duermen en donde cae la noche, comen de la caridad de algunos y muchos mueren en el intento; son cuadros desgarradores que enchinan la piel y el alma. Son mares de indocumentados que se enfilan para recibir sus alimentos en las casas de caridad.
Historias por doquier, esperanza en cada rincón, ilusiones intocables y una única visión: alcanzar el sueño americano. Ese sueño que cada vez está más alejado de su realidad. Y en tanto cada uno de ellos se aferra a la vida; los de arriba, los que están en el poder, pelean lazos comerciales y se jalonean los lingotes de oro.
“Hay que detenerlos”, ordena el país del norte al amagar con un incremento arancelario; México reculó, cerró sus puertas y la Guardia Nacional ya se prepara para atajar a los migrantes, aunque pareciera que nada es suficiente, porque el río de personas sigue su cauce, pese a las amenazas.
Pero los niños, ¿que culpan tienen de la ambición de los pequeños grupos poderosos?, sus miradas reflejan inocencia, son almas valientes que deberían únicamente comer, estudiar y jugar, no soportar las peores inclemencias, o peor aún, ver a sus padres encañonados porque los grupos delictivos en México, ya los esperan para despojarlos de lo poco que tienen.
Son como invisibles… “Los niños no deberían sufrir”, clama Reyna Hernández, mientras relata la triste historia que vivió en su país, Honduras, en donde también la inseguridad la alcanzó. Uno de sus hijos fue secuestrado y asesinado, el hambre, la necesidad y su dolor la hicieron dejar su tierra.
Marco Tulio Correa, viaja con su pequeño de nueve años, ambos se dan fuerza y defienden, asegura que cada paso que da es por ese niño que duerme en su hombro, mientras esquiva la soledad de la noche.
Carlos Mauricio López, también viaja con su hija de 15 años, viene huyendo de la violencia y el hambre de su país. Hondureño al igual que sus compañeros; los tres mantienen una fe inquebrantable; pese a las pruebas y el dolor, las carencias y riesgos, ellos están seguros que Dios jamás los abandonará… y reman con la marea en contra, pero nada les importa, porque coinciden: “el de arriba nunca nos suelta”.
CIFRAS AL DOBLE, URGE REGULACIÓN: GOBIERNO ESTATAL
En los últimos 15 años en San Luis Potosí ha cambiado el fenómeno migratorio y en la actualidad, la entidad se convirtió en un estado de destino para indocumentados. Autoridades gubernamentales pidieron a la Federación ejecute un programa emergente de regulación temporal.
Las cifras no son exactas, admitió el director del Instituto de Migración y Enlace Internacional del Gobierno del Estado, Enrique Malacara Martínez, quien informó que del 2018 a la fecha, la migración se disparó al doble.
En el 2018, cruzaron por San Luis Potosí alrededor de 11 mil indocumentados, en su mayoría hondureños, pero últimamente se observan migrantes de Cuba, Venezuela, Guatemala y África. En lo que va del año arribaron nueve mil 500 personas, por lo que se esperan que la cifra a final del 2019 supere las 22 mil.
En contraparte, anualmente repatrian de Estados Unidos a poco más de seis mil potosinos. El traslado a sus lugares de origen le cuesta al estado, entre mil 800 y dos mil 200 pesos.
Hasta el momento, solo el 10 por ciento de los extranjeros buscan quedarse en San Luis Potosí y por carecer de documentación la mayoría de ellos trabaja en la informalidad y se adecuan a lo obtenido.
“Hoy más que nunca lo que debe prevalecer de parte de los gobiernos es la seriedad con que traten el tema, yo creo la atención al tema del fenómeno migratorio no debe estar sujeto a si se vende o no se vende un avión, este tema requiere de muchísima seriedad, y acciones concretas”.
HUYEN DE REGRESO POR INSEGURIDAD EN MÉXICO
El Consulado de Honduras en San Luis Potosí, reveló que ante la inseguridad que se vive en este país y las limitadas posibilidades de llegar a Estados Unidos, se prevé que el 70% de los migrantes hondureños buscan regresar a su lugar de origen.
El cónsul general José Natividad Ortiz Cisnado, espera que la situación en su país mejore y las políticas públicas se modifiquen, para que Honduras ya no sea el país que más indocumentados envíe.
Luego del acuerdo entre México y Estados Unidos que frenó temporalmente el aumento arancelario y que obligó al gobierno de Andres Manuel López Obrador a detener el arribo de migrantes a través de la Guardia Nacional, Ortiz Cisnado, opinó:
“La Guardia Nacional no va a resolver el problema, puede hacer un disuasivo temporal, pero los flujos migratorios se detienen solo atacando las causas que provocan la migración, si no atacamos las causas, no vamos a detenerlos”, consideró.
CADA MIGRANTE EN SLP CUESTA 400 PESOS DIARIOS
La Casa de la Caridad Hogar del Migrante, recibe entre 80 y 350 indocumentados diarios y requieren alrededor de 400 pesos al día para alimentar a cada uno. Activistas revelan que este 2019, la cifra de niños aumentó considerablemente.
El director y sacerdote, Rolando Maldonado Salas, lamentó los recortes que ejecutó la Federación a los programas de migrantes y pidió se realicen proyectos serios basados respetando los derechos humanos de quienes por necesidad tienen que salir de su lugar de origen.
Indicó que este año han llegado 30 niños con sus padres y no acompañados, cifra que consideran alarmante, pues durante el 2018 fueron casos aislados los registrados.