Diferencias entre un estúpido y un idiota
La generación Millenial ya ha ingresado, hace poco tiempo de ello, a realizar estudios de posgrado. La Centenial no tarda mucho en ingresar a licenciaturas. Éstas dos generaciones, entre otras, mayormente cuentan en sus características con un alto acceso a la información mediante conectividad, dispositivos y redes.
No es raro suceda lo siguiente: Si quien dicte clase comenta al alumnado que se les enviará la información por correo electrónico; causará extrañeza, porque ya no lo usan, sino que usan “guats” u otro aplicativo. De hecho, a pesar de requerir la dirección de correo para abrir la cuenta de WhatsApp, el email va en desuso; será insumo transparente.
Para la educación de Millenials y Centenials ya se han abierto importantes retos de adaptación en la educación superior: Educación desde casa, plataformas digitales, etcétera.
En México, pese a la gran conectividad del siglo, las universidades públicas tienen en su matrícula no menos del 30% de estudiantes sin acceso a cómputo personal o internet con ancho de banda apropiado para el uso de plataformas actuales.
Tal combinación complica educar con efectividad y ha sido fáctica durante el aislamiento social por coronavirus.
Sumado, líderes como el CEO de TESLA, empresa californiana líder productos de ciencia, tecnología e innovación, CTI, ha abierto el debate sobre la viabilidad de la educación formal y tradicional. El tema amerita una serie de disertaciones, por ahora sólo lo expreso como contexto.
Para la generación Pandemial, la cosa será más compleja. Sus características generacionales podrían incluir, además de conciencia ecológica, exigencia social y alta conectividad, que comparten con las dos generaciones previas, nuevas exigencias en salubridad y contacto humano.
Además, evolucionan en confusión por infodemia. Misma que tiene grandes aportaciones por el vocero del Gobierno de México para temas de la pandemia por COVID-19. Aunque Huey Tlatoani le ha ungido como científico, será que es médico, pero de modelos y matemáticas dista de saber.
Es obvio que las predicciones del modelo para pandemia COVID-19 fueron, por decir lo menos, erróneas; el pico no sucedió según lo predicho y nuevas predicciones siguen fallando. Lamento mucho que matemáticos serios como Chela, Toño, Andrés y Marcos hayan sido embarrados en una pertinaz y forzada fijación del vocero.
Ahora, quizá ni suceda el segundo pico pues al abrir las actividades económicas resulte una superposición de los picos para originar un pico de mayor magnitud; o sea, se juntarán los picos uno sobre el otros subsecuentes y se verán como uno más grande. La carrera por la vacuna es de la mayor relevancia.
En ese contexto la CTI se enfrenta al reto de prever los mecanismos para formar recurso humano en las generaciones de Millenial, Centenial y Pandemial. Esto a fin de que se inserten en una cadena productiva del conocimiento y su aplicación tecnológica para productos de CTI con beneficio a la sociedad.
Entretanto, las instituciones serán obsoletas si hasta sus mecanismos de acceso, como en Centros Públicos de Investigación, son anacrónicos. Como, por ejemplo, pedir registro de ingreso y salida al estilo de rancia burocracia de hace 50 años o más; ¡ah!, pero con código QR.
La inmersión entre evidencias de anacrónismo, hace de los CPIs y algunas universidades entes que podrán fallar gravemente a la sociedad. Un bastión, irreductible resquicio, de los CPIs y universidades públicas es la formación de recursos humanos; luego, si no hay adaptación acelerada, las y los Pandemial podrán confiar menos, cada vez, en éstas.
Sin vacuna, deben ser replanteadas la enseñanza presencial, en espacios concebidos y construidos para otras condiciones, los mecanismos de evaluación y defensa pública de tesis, así como la transferencia del conocimiento a estudiantes. Las preguntas esenciales están siendo omitidas.
Empero, parece que lo obcecado no sólo se halla en la Secretaría de Salud. Las nuevas generaciones están en juego.