Diferencias entre un estúpido y un idiota
Arturo Bermúdez Zurita tuvo un pecado enorme, que fue compartido por varios de sus compañeros en el gobierno de Javier Duarte: No saber decir que no a su jefe, aceptar todas las instrucciones al margen de la Ley que les daba.
Parece un absurdo, pero es la norma en muchos gobiernos estatales, sobre todo en aquellos encabezados por personajes tan nefastos como el veracruzano.
A Bermúdez le pidieron, una y otra vez, que firmase por recibido presupuesto federal que nunca llegó a sus manos, que jamás se utilizó para los conceptos que estaba programado. Lo que sucedía, cotidianamente, en Quintana Roo para poner un ejemplo. Se metía presupuesto federal al gasto corriente o pagar los excesos del gobernador. También se utilizaba para campañas políticas.
Bermúdez Zurita creó una de las mejores policías del país. “Fuerza Civil” fue, tendría que ser, un ejemplo nacional de profesionalismo. El problema es que en Veracruz había más de 10 mil policías estatales, y solamente dos mil eran parte de esta “nueva policía”.
Y esto es parte del gran problema legal que enfrentó, injustamente. Porque los ocho mil policías que sabía que eran corruptos o que estaban al servicio de criminales, incluso como sicarios, no pudieron ser separados. O sea, no pudo correrlos a sabiendas. Porque no había dinero. Porque el gobernador se gastaba todo el presupuesto, incluido el de la Secretaría de Seguridad en otros temas, personales y políticos.
¿Estos policías, corruptos, fueron responsables de asesinatos y desapariciones? Seguramente.
Parece una película de terror que tengas a la mejor policía del país conviviendo, todos uniformados igual, con criminales porque el gobierno no puede liquidarlos legalmente, no puede pagarles la indemnización que les corresponde. No creo que esto haya sucedido, siga pasando, únicamente en Veracruz.
A Bermúdez Zurita lo metieron a la cárcel porque era uno de los hilos más frágiles para llegar a Javier Duarte. Porque se convirtió en enemigo de Miguel Ángel Yunes y, sobre todo, del “Fiscal” que sigue siéndolo: Jorge Winckler, un hombre sin ninguna experiencia, enfermo de poder. Y lo mantuvieron, contra toda lógica, encarcelado hasta esta semana.
El riesgo de estar en una cárcel conviviendo con los criminales, con los asesinos, con los ladrones que él mismo detuvo tiene que haber sido una inmensa pesadilla, agregada al encierro, para Bermúdez Zurita. Su “problema” legal no está resuelto, pero llevar el juicio en libertad es un gran inicio del final.
Su error, hay que insistir porque ésta es la gran lección para todos los funcionarios públicos, fue la obediencia. Borrar la línea divisoria entre lo que está bien y todo aquello que se convirtió en “orden superior”, que el mismo presidente de la República no solamente toleraba sino utilizaba a su favor. Porque muchos millones del gran desfalco de Veracruz con Javier Duarte se fueron a campañas políticas del PRI.
La otra lección invaluable es que no se pueden transformar las policías “un poquito”…
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