Palacio Nacional concilia en la crisis judicial
Estamos ante un gobierno que frente a los problemas, prefiere adoptar una actitud de cerrazón y eliminar cualquier rastro de reto. Todo tiene su justificación en la corrupción del pasado, todas las omisiones y parálisis tienen un sustento que sigue cegando las decisiones actuales.
Si existe un problema, la mejor solución es eliminarlo, y esta afirmación no es una exageración, y muestra de ello es por ejemplo, la eliminación de los fideicomisos.
No podemos negar que se utilizaban como caja chica para financiar asuntos lejanos a lo que estaban destinados, que era bolsa de trabajo para una alta y cara burocracia, que representaba una suerte de dádivas a una clase mantenida, pero aun así, el recurso goteaba a quienes lo necesitaban.
Con la lógica de trabajo que prometió el Presidente López Obrador, se podría considerar una gran limpia, ahora sí no les llegarían solamente la migajas a quienes lo merecían, hasta podrían representar verdaderos polos de conocimiento, de desarrollo, de investigación. Pero no.
Los fideicomisos fueron condenados a muerte. Por culpables pagarán inocentes, y lo sabe el Presidente; sin embargo, él ya concibió la idea de que está bien su decisión, así que sabemos que no cambiará su forma de pensar, su cerrazón es más que conocida.
Aunque sus argumentos para eliminarlos son bastantes lógicos, en la práctica, sabemos que no es una persona que sepa cumplir, y estoy convencido no es por malicia, pero ha demostrado una incapacidad peligrosa, ya que no permite ayudarse.
De igual forma eliminó las compras de medicamentos para niños con cáncer, y argumentó que sería para combatir la corrupción, nunca pensó en los niños que dejó en el desamparo, lo cual ya ha costado muchas vidas; su manera de sustituir el procedimiento resultó lento, incapaz y asesino. Hoy en día siguen sin suministros porque no han sido capaces como gobierno, de implementar un método eficiente, lo lamentable y doloroso aquí, es que esa cerrazón e incapacidad está costando vidas.
Así que si no le importa poner en juego la vida de niños mexicanos, mucho menos la investigación, cultura, o la atención a desastres. Todo vale la pena siempre y cuando, se salga con la suya, cueste lo que cueste.
Para qué limpiar si existe la posibilidad de eliminar, lo malo es que su “solución” de dar el recurso directo pasará por varios filtros, y todos sesgados no por una metodología seria, sino por alcanzar el alto estándar de “quedar bien con el jefe”.
Aun así, de nuevo es la sociedad la que está intentando lograr un punto de reflexión con los legisladores. Muestra de ello es la petición que entregaron un conjunto de organizaciones al Congreso para detener “la desaparición del fideicomiso de Ayuda Asistencia y Reparación Integral, sin antes generar un proceso que garantice el derecho de participación efectiva de las Víctimas, Sociedad Civil Organizada y Colectivos, así como garantizar el derecho a la participación en las modificaciones legislativas que afecten o se trate de los derechos de las Víctimas”.
Todo mi reconocimiento a las organizaciones Milynali Red CFC, A.C. de Tamaulipas; Voces Unidas por la Vida y la Dignidad Humana de Sinaloa; Voz y Dignidad por los Nuestros S.L.P. A.C. de San Luis Potosí; Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Jalisco; la Red de Desaparecidos Tamaulipas (Redetam) de Tamaulipas; a Madres en Búsqueda Coatzacoalcos, Veracruz; a Familia Desaparecidos Orizaba – Cordoba A.C. Veracruz; a Siempre Vivos, A.C. de Chilapa, Guerrero, y a todas las valientes organizaciones que firmaron, así como a los luchadores valientes que no dejarán de buscar.
Creo que la solución sería que López Obrador pasara de la teoría a la práctica; quizá si un día acompañara a las madres de familia a un campo de búsqueda a escarbar y buscar entre la tierra rastros de sus seres queridos; quizá si un día fuera a los centros de investigación que heroicamente continúan a pesar de no tener recursos, o se metiera a un hospital con niños de cáncer, su visión cambiaría, pasaría de “lo que cree, a lo que es”.
Quizá este milagro un día suceda. Tal vez si un día ocupa una hora de las tres que ocupa para platicar sus peripecias por la mañana, y las usa para sensibilizarse, todo cambiaría.