Crecimiento y fiscalización: segunda entrega
El acuerdo logrado por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, para evitar que Estados Unidos aplicara a partir de hoy aranceles de 5 por ciento a los productos mexicanos de exportación al país vecino, hasta llegar a 25% en caso que no se cumplieran las exigencias del presidente Trump, lo pone sin duda en la carrera presidencial para 2024.
Falta mucho tiempo, años, para ese momento, pero más allá de nacionalismos, Ebrard evitó abollar su hipotética candidatura por Morena. De haber fracasado, en vez que muchos se rasgaran las vestiduras por haber cedido a la presión del magnate, estarían hablando lo peor de López Obrador y Ebrard como negociador.
Así es la política, de oportunidades y oportunismos.
AMLO se la debe a Ebrard y por partida doble. La primera vez, cuando el tabasqueño compitió para jefe de Gobierno, Ebrard cedió en sus aspiraciones y aunque competía por otras siglas apoyado por su mentor, el hoy finado Manuel Camacho, decidió dejarle el camino libre y declinar a su favor.
El presidente de la República no olvidó a Ebrard y lo arropó. Fue su secretario de Seguridad Pública, hasta que un día, ocurrió una tragedia en la delegación Tláhuac, hoy municipio, donde varios policías federales fueron linchados mientras Ebrard estaba discutiendo con un periodista en su oficina por una noticia que no le gustó.
La presión política fue más allá del entonces Distrito Federal y justo cuando Vicente Fox era el presidente y, constitucionalmente, podía remover tanto al Secretario de Seguridad Pública como al Procurador. Con la Reforma Política eso cambió, hoy es Ciudad de México y el primer mandatario perdió esa influencia. Entonces Fox aprovechó la coyuntura y cesó a Ebrard, contra la voluntad de López Obrador.
Tal parecía que la carrera política del capitalino ahí moría o quedaba muy debilitada, pero no contaban con López Obrador quien al poco tiempo lo rescató y lo puso en camino a la candidatura a la jefatura de Gobierno, nombrándolo Secretario de Desarrollo Social.
Ebrard fue jefe de Gobierno y luego quiso ser abanderado a presidente, pero AMLO se interpuso nuevamente en su camino y Ebrard volvió a ceder; fue el segundo momento clave en la relación política de ambos personajes. López Obrador perdió ante Peña Nieto en 2012, cuando de hecho se pensó que Ebrard podría hacer un mejor papel.
El caso es que Ebrard es hoy el canciller mexicano y a diferencia de Luis Videgaray, que sí puso a México de tapete con Trump y de pasó desgració más la imagen pública de Peña Nieto, fue a los Estados Unidos y llegó con la noticia: no habrá aranceles.
Un logro que hoy por hoy, nadie tiene en el gabinete presidencial. Ebrard brilló con luz propia y López Obrador se lo reconoció.
Haiga sido como haiga sido, diría Calderón.