Libros de ayer y hoy
Hay una premisa, postulada desde Palacio Nacional, que versa “no se mueve ni una hoja de árbol nacional sin que se entere el presidente”. Entonces desde CONACYT hay actos que sugieren perversión estratégica.
Me explico, antes un poco de contexto.
La actividad productiva de la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, implica, irreductible e imprescindiblemente, la revisión de literatura en el tema a fin de reportar, como artículo científico, la generación de conocimiento tanto como para registrar la propiedad intelectual, en un título de patente, algún desarrollo tecnológico.
Un insumo en CTI es el acceso a libros, títulos de revista especializada y bases de datos. Elementos que deben ser confiables en su contenido y cobertura, que permitan el contraste del conocimiento generado y una tecnología desarrollada en su estado actual respecto del mundo.
En caso contrario, ya por su ausencia o ya por carencia de confiabilidad, la CTI no obtendrá productos cuantificables sino conjeturas contextuales; mismas que, por más argumentadas que sean, no se podrán contrastar con lo acontecido en la humanidad y sus productos CTI en el orbe.
Hasta aquí el contexto.
Pues resulta que, en días pasados, la comunidad CTI en México despertamos para hallarnos con la desagradable novedad que no tenemos acceso a base de datos confiable alguna.
La razón es que CONACYT no ha cubierto la parte que corresponde para que las y los científicos de instituciones mexicanas tengan acceso a literatura especializada y bases de datos confiables y trazables.
Antes de este hecho, estaba vigente un consorcio donde universidades públicas y centros públicos de investigación, en conjunto con CONACYT lograron, en pasado, una negociación para que las casas editoriales en CTI otorgaran a México acceso mediante un consorcio o asociación.
El acceso era digital, la argumentación para no tenerlo en papel y sólo electrónico incluyó el razonamiento de tendencias globales tanto ambientalistas como de reducción de costos. Lo fundamental se perseveró: Acceso a información actual, vigente y confiable.
Pero ahora no hay nada; ni papel ni acceso digital remoto.
Los efectos serán devastadores.
Por ejemplo. A fin de evaluar la pertinencia, calidad y relevancia de los productos, léase artículos, patentes y desarrollos tecnológicos, esos obtenidos por miembros de la comunidad CTI en México, hace falta cotejar y contrastarlos con aquello hecho en otras partes del mundo.
Son millones de documentos por día reportados por millones de personas profesionales de la CTI. El análisis sustentado bases de datos arroja información, perfectible pero objetiva y cuantitativa, para la evaluación de tal productividad.
¿Se pretende deteriorar a la CTI o acaso ya no habrá evaluaciones?
Usted podrá pensar que hay acceso, mediante internet, a información libre. El conflicto es que no todo lo que se puede encontrar en internet es confiable o trazable.
Un efecto de usar tal información llega a derivar en decisiones desinformadas o ignorantes: Es un hecho inadmisible en CTI. Otro efecto es una falseada involuntaria para rendición de cuentas.
Un segundo plano. La falta de acceso a esa información, impactará, necesariamente a la baja, a la productividad en CTI o sujetará a sus profesionales a una dependencia internacional; entregando el conocimiento mexicano a otras nacionales no por colaboración científica sino por inacción o defecto en políticas públicas del CONACYT.
Colegas en México buscarán a sus contactos en instituciones internacionales, forzados por la falta de información como infraestructura y no por complemento técnico o colaborativo.
En tiempos de austeridad hay que ajustarse el cinto, sí. Pero este acto de CONACYT lleva a la CTI mexicana a la improductividad, a la ausencia de rendición de cuentas y condición de mendigar información a colegas y amistades en instituciones internacionales.
Quizá sea omisión o piensa mal y acertarás. De mal en peor para la CTI con esta administración, ¿qué busca CONAYCT?