Diferencias entre un estúpido y un idiota
Increíble lo que sucedió el sábado pasado en el Palacio Legislativo de San Lázaro durante la toma de posesión del presidente López Obrador.
Todos pudimos ver y oír una ovación de diputados, senadores e invitados del nuevo mandatario a la hija del presidente de Estados Unidos que más nos ha agraviado desde James K. Polk, cuando nos quitaron la mitad del territorio.
Sí, batieron palmas a rabiar cuando el presidente López Obrador mencionó el nombre de Ivanka Trump, representante personal del magnate que llegó a la Casa Blanca con base en un discurso antimexicano y la promesa de construir un muro para que ya no pasen los “violadores y criminales” de nuestro país.
Paradójico, pues, que los mismos que un día antes condenaron como acto de “traición” el haber condecorado al yerno de Trump, Jared Kushner, por su labor de puente que evitó la ruptura del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, le tributen una ovación… a la hija de Trump, esposa de Kushner.
Y que lo hayan hecho en la sede del poder legislativo, en una ceremonia oficial.
También pienso que fue un error político condecorar a Kushner, pero al menos había una razón (insuficiente, a mi parecer): nos ayudó en un momento de crisis de la relación que pudo haber derivado en tormenta económica.
Pero ¿a santo de qué se volcó en aplausos el Palacio Legislativo ante la hija de Trump?
No fue un aplauso protocolario como el que se le dio a otros presidentes ahí sentados, mucho más cercanos a nosotros como los de América Central, Colombia o Perú.
Ivanka, la hija consentida de Donald Trump, se tuvo que poner en pie para agradecer los gestos de simpatía que le brindaban los invitados del presidente y los integrantes del poder Legislativo mexicano.
Ese poder Legislativo, en cualquier democracia que se precie de serlo, tiene que ser contrapeso del poder Ejecutivo.
Presidente del Congreso, Porfirio Muñoz Ledo, que en 1997 le recordó al presidente en turno, en ese mismo Palacio de San Lázaro, que eran iguales, volvió a cambar diametralmente de opinión y bañó en impúdicos halagos al presidente de la República.
En su cuenta de tuiter, el presidente del poder Legislativo de México se refirió al presidente del Ejecutivo como un “transfigurado”, “místico”, “cruzado”, “iluminado”, “hijo laico de Dios”, “servidor de la patria”.
No dijo más porque los tuits sólo aceptan 240 caracteres.
Bueno, usó dos tuits seriados para que se pudiera desbordar la espuma del halago.
Se recuerda, como histórica, la alabanza de Alfonso Martínez Domínguez a “su corbata negra, señor presidente” a José López Portillo, en la primera (¿o segunda?) Reunión de la República.
Porfirio lo superó con creces casi cuarenta años después.
¿Ese va a ser el contrapeso del poder Ejecutivo?
¿Con esa abyección puede dirigirse el presidente de un poder al presidente de otro poder?
¿Vamos a tener equilibrio de poderes con ese comportamiento de quien encabeza uno de los poderes de la Unión?
La ovación a Ivanka Trump y la abyección de Muñoz Ledo. Dos hechos que nos enseñan mucho del “cambio verdadero” que se inauguró el sábado 1 de diciembre.