Esquiroles de oposición, apoyan a Morena
El sector energético no ha dejado de serlo por dos elementos de carácter: electoral y estratégico.
Ya está trillado que la estrategia estatal sobre energía será modificada en antípoda. Ese error lo cometerán.
Un asunto pendiente en la nube distractora es que, bajo el supuesto que se logre consolidar el cambio de rumbo energético, debe haber una visión holística y no la hay.
La estrategia de CONACYT en el tema energético es nula, se ha dedicado mas a detener ministraciones de proyectos que avanzan y mucho menos a plantear alternativas en Ciencia. Tecnología e Innovación, CTI.
La discusión pública se ha focalizado en Gasolina, Diésel y Electricidad. No es para menos dado el discurso electoral por estar en la mente y cotidianeidad de votantes.
No obstante, también está, por ejemplo, Turbosina como petrolífero relevante. Hasta antes de la situación pandémica, la industria aeronáutica movía millones de personas diarias en el mundo; así como miles de toneladas de mercancías diversas.
¿Acaso hay algún programa estratégico en el sector federal o de CONACYT para Turbosina? La respuesta es no lo hay.
Hay un diagnóstico publicado, con fecha en Noviembre de 2018. En las primeras páginas del reporte se muestra que la Turbosina ha tenido mucho menor demanda que Gasolina, Diésel y Combustóleo.
Detallo.
Mientras que Gasolina y Diésel se han consumido de manera prácticamente constante, la turbosina había tenido, a septiembre de 2018, una tendencia creciente a tasa anual de cerca de 5 Mbd; la producción nacional de Turbosina decrece mientras que, a la vez, crece la importación a alta tasa.
De combustóleo, el estado mismo ha sido el principal consumidor con destino a generación de electricidad; así que es un forzamiento inducido por la política pública que sesga la tendencia creciente con la estrategia actual.
El uso de Combustóleo es indeseable y un retroceso debido al impacto medioambiental y ecológico de las termoeléctricas. Esto inducirá riesgos y daños; riesgos por efectos de Cisne Verde y daños en la salud ecológica y poblacional.
Es estrategia equivocada que incrementará los efectos aún de incrementarse el parque vehicular eléctrico. Un programa en CTI debería implicar la reducción de, por lo menos, Combustóleo.
Ese reporte incluye una proyección al 2031 en consumo de petrolíferos. Se prevé una reducción del uso de Combustóleo a tasa promedio anual de -6.6%, Gasolina y Diésel casi constantes (con predicción de tasa apenas superior al 1% promedio anual), mientras que el consumo nacional de Turbosina se proyecta con crecimiento promedio de 3.2% anual (esa tasa proyectada es inferior al crecimiento hasta el 2018).
Algunos proyectos en CTI han formulado soluciones basadas en la sostenibilidad que provee la biomasa. La producción de Biogás, Bioturbosina y otros carburantes con foco en desarrollar la tecnología hacia la satisfacción de demanda nacional y, ¿por qué no?, internacional.
Aunque la propiedad intelectual desde tales proyectos ha sido protegida. En el discurso actual, es del estado; aunque ya se vería cómo licenciarla o comercializarla.
En los 2 años recientes, CONACYT ha detenido ministraciones, buscado corrupción donde no la hay, añadido requerimientos y hecho artificialmente viscosa la administración de estos proyectos.
Proyectos truncados y entorpecidos por CONACYT.
Incluso ha cancelado proyectos, sin justificación técnica seria, como uno en Bioturbosina. No hay alternativas para que la CTI nacional coadyuve a cubrir necesidades nacionales en energía.
Ni qué decir de visión holística, una que incluya aspectos medioambientales, de salud, uso de agua, recambio de transporte para carga y personas de Diésel o Gasolina a Eléctricos.
Es un error ignorar a la CTI para atenuar y prever el Cisne Verde, cuidar la salud generacional de la población y la ecológica, propiciar el crecimiento y desarrollo económico con base en biomasa para la producción de energía, entre muchos beneficios más. Beneficios de la CTI que es un derecho humano.