Diferencias entre un estúpido y un idiota
A medida que nos hundimos en la estulticia y la mediocridad, algunos comienzan a darse cuenta del daño que hicieron al golpear hasta la saciedad al presidente Peña Nieto y promover a un político populista, destructivo y sin preparación para gobernar.
En economía ya no quieren ni medir el PIB (que iban a hacer crecer al cuatro por ciento), y el autoritarismo llega a tales extremos que en su equipo de trabajo no se atreven a contar bien los contagios y los fallecimientos por Covid19, para no hacerlo enojar.
Poco falta para llegar a la caricatura del ¿cuántos muertos hay? Los que usted diga, señor Presidente.
¿Qué les hizo Peña Nieto? ¿Qué les robó? ¿Perdieron su empleo, los dejó sin becas, sin medicinas?
Fue un presidente con luces y sombras, pero básicamente sensato. Sin odios ni rencores. Ligero de soportar.
Dejó al país creciendo por encima del promedio mundial. Creó cuatro millones de empleos. México exportó más manufacturas que todo el resto de América Latina junta. El salario creció 11.7 por ciento encima de la inflación. Sacó a dos millones de personas de la pobreza extrema. Sus grandes obras públicas tenían sentido de futuro: duplicó la capacidad operativa de los puertos y arrancó un potente aeropuerto internacional en Texcoco que se pagaba solo.
A este gobierno le dejó 300 mil millones de pesos en el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios(FEIP), inversión extranjera nueva -y en fierros- por 193 mil millones de dólares. El IMSS pasó de números rojos a negros y al concluir el sexenio se le inyectaron 73 mil millones de pesos en reservas financieras.
La casa blanca, sí, la casa blanca. Resulta que una vez detonado el escándalo -no ilegal pero sí muy cuestionable por conflicto de interés-, a Juan Armando Hinojosa (Grupo Higa) no se le dio un solo contrato en el gobierno federal y todos los contratos con gobiernos estatales le fueron cancelados, como lo recordó hace un par de semanas en estas páginas Raymundo Riva Palacio, un crítico vertical y consistente de EPN.
Hubo sensibilidad y reacción ante el malestar de la opinión pública.
Y ahora, ¿qué tal? Setenta y siete por ciento de las obras públicas se entregan por asignación directa.
Se desdeña, como «un ataque a nuestro proyecto», el tráfico de influencias denunciado por la venta de respiradores artificiales al IMSS, casi al doble de precio. Al Fiscal General de la República (persona honorable, en mi particular opinión) lo puso Morena.
¿Dónde están los colectivos «por una fiscalía que sirva», «no al fiscal carnal» y las ONG que protestaban, argumentaban y eran escuchadas en el sexenio anterior?
Hubo corrupción, sí, pero no de la magnitud que la propaganda de Morena y sus comentaristas (ex) afines decían. Y se creó un andamiaje institucional para evitarla y castigarla.
López Obrador tiró el Sistema Nacional Anticorrupción. Le recortó el presupuesto a la ciencia, a la tecnología. Desmanteló el Seguro Popular. Demolió la Reforma Educativa. Congeló la Reforma Energética y perdemos hasta la camisa con la obsesión petrolera. Nos arrodillamos ante Trump, le hacemos el trabajo sucio en el sur y en el norte. Al mismo que anuncia que el muro en la frontera será pintado de negro para que atraiga más calor y queme al que intente cruzarlo, nuestro gobierno le agradece y lo llama «amigo», el que «se conoce en las desgracias».
Peña cometió el error de recibir a Trump en Los Pinos durante su campaña. Y el actual presidente no lo va a recibir, sino que va a ir a darle las gracias a Estados Unidos, en julio, en plena recta final de la campaña por su reelección. ¿Gracias de qué?
Hubo decoro en la relación con Estados Unidos: Peña respondió a cada uno de los agravios de Trump y le canceló la reunión tripartita ya agendada, en Washington, con el premier canadiense, por un tuit agresivo hacia México. Ese decoro se perdió. Capitulamos ante el prepotente.
Peña renegoció el Tratado de Libre Comercio, sin desdoro para México.
Terrible lo del bache en el paso exprés de Cuernavaca que costó la vida de dos personas. Se investigó y fue un problema de filtración de agua. ¿No? Ahí quedaron el gobernador de Morelos y la administración federal, para decir y probar lo contrario. Nada. En cambio en Tlahuelilpan 130 personas murieron calcinadas el año pasado, en un festín de huachicol que funcionarios de Pemex inspeccionaron, reportaron cinco horas antes de la tragedia, y se dejó correr hasta que ocurrió la explosión. Eso es negligencia criminal. ¿Alguna protesta? Cero.
Peña reaccionó tarde en la masacre de Iguala, sin duda, pero se investigó y encarceló a más de un centenar de asesinos materiales e intelectuales. En este gobierno, cuyos máximos exponentes se colgaron de la matanza para hacer campaña -a pesar de que todos los involucrados eran aliados políticos suyos-, han dejado libres a más de la mitad de los detenidos, incluyendo al que coordinó el secuestro y la masacre.
Hubo muchos muertos en la lucha contra la delincuencia, y ahora hay más, con manga ancha a los grupos criminales que se rehicieron porque el gobierno los mima.
La crítica denunció el influyentismo y la mayoría de las voces fueron atendidos: cayó el director de la Procuraduría del Consumidor, su camarada. Y el director de la Comisión Nacional del Agua, su amigo. Cesó al director de Pemex a mitad del sexenio, su compañero de campaña, y sin el paracaídas del fuero legislativo.
Hubo 498 mil millones de pesos para ciencia y tecnología, becas para estudiar en el extranjero, para estudiar en centros de excelencia, para criticar al presidente en los medios y en los cubículos.
Ahora, ¿qué tal? ¿Los escuchan? ¿Cómo ven a Napito en el Senado y a otros forajidos de la 4T? Bonita la renovación, ¿verdad? ¿Todo bien con el Estado de derecho?
Guadalupe Loaeza lo puso en el primer párrafo de su colaboración de ayer en Reforma: «Con sus dichos, Andrés Manuel López Obrador nos golpea, nos violenta, nos ofende, nos maltrata, nos ningunea, nos madrea, nos hiere, nos invisibiliza, como cualquier golpeador».
No valoraron a un presidente sensato y sin rencores, y se echaron en brazos del personaje que bien describe Guadalupe Loaeza, quien seguramente votó por él.
Se equivocaron con Peña. Se equivocaron con AMLO.
Ahora sólo queda ver cómo frenamos la caída del país en el despeñadero del desempleo, la delincuencia, el empobrecimiento, la desatención a la salud, el desprecio a los médicos, a la ciencia y a quien piensa diferente.