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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 27 de agosto de 2025.-La vida universitaria de un estudiante foráneo es un viaje lleno de contrastes: independencia y soledad, sueños y sacrificios, despedidas y reencuentros.
Estrella Govea, originaria del ejido Damián Carmona, municipio de Tamasopo, conoce de primera mano esta paradoja. Su historia refleja la lucha silenciosa que miles de jóvenes enfrentan cada año al dejar sus comunidades para buscar en la capital potosina lo que sus lugares de origen no pueden ofrecer: educación superior.
Estrella llegó a la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en 2020, en plena pandemia. Su ingreso a la carrera de Ciencias de la Comunicación se dio desde la virtualidad, y con ello, los primeros retos: la deficiente conexión a internet en su comunidad cañera, los apagones constantes durante las quemas de caña y los transformadores sobrecalentados que la dejaban sin señal.
“Me presentaba siempre diciendo ‘soy foránea’, para que mis profesores entendieran si un día se me iba la luz o el internet”, recuerda.
Pero su vida foránea comenzó mucho antes, ya que a los 11 años dejó su comunidad para mudarse a Ciudad Valles, donde estudió secundaria y preparatoria. Fue ahí donde aprendió el primer significado de la distancia, separarse de sus padres y verlos únicamente los fines de semana.
Ese entrenamiento la preparó para el salto mayor, mudarse a la capital potosina.
Casas, mudanzas y aprendizajes
La vida universitaria de Estrella estuvo marcada por cambios de vivienda. Primero compartió cuarto en una casa de estudiantes, después llegó a una casa de asistencia que, más que refugio, le dejó heridas emocionales por las reglas estrictas y comentarios pasivo-agresivos de la dueña.
“Me racionaba la comida, hacía comentarios sobre el peso, incluso me regañó por llegar a las cuatro de la tarde de la universidad”, confiesa.
Tras un momento de ruptura, decidió mudarse de nuevo. Pasó por una vivienda compartida con adultos y, finalmente, encontró estabilidad en un departamento junto a una amiga de la secundaria.
En medio de esas mudanzas, enfrentó la escasez de agua —un problema común en San Luis Potosí— que la obligaba a pedir ayuda a sus amigas para bañarse o lavar ropa.
“Me di cuenta de que las redes de apoyo eran fundamentales. Si no tenía familia aquí, mis amigas se convirtieron en mi familia de emergencia”, asegura.
El costo de la distancia
A la renta, que osciló entre 2,300 y 3,700 pesos mensuales, se sumaron los problemas de transporte. Estrella dependía de la Ruta 20 para llegar a la facultad, un camión que podía tardar hasta una hora en pasar.
La alternativa eran taxis de aplicación que le costaban entre 30 y 50 pesos por viaje. En ocasiones, incluso contrató junto con otra compañera un Uber fijo que las llevaba a clases a diario. Estas dificultades, lejos de desanimarla, le recordaban la presión constante de rendir académicamente.
“Sentía que debía dar lo máximo para agradecer el esfuerzo económico de mis padres, que me decían siempre: tu única responsabilidad es estudiar”.
Ni de aquí, ni de allá
Más allá de los retos materiales, Estrella enfrentó un conflicto interno, la identidad fragmentada del estudiante foráneo. Extrañar a la familia en San Luis, y al mismo tiempo, extrañar la vida universitaria cuando regresaba a Tamasopo.
“Es como una paradoja no sentirme de aquí ni de allá. Al volver a casa ya no me siento completamente parte, pero aquí en San Luis tampoco termino de reconocerme”.
Esa paradoja se hacía más dura en las despedidas en la central camionera. Con lágrimas en los ojos, cargando maletas y la hielera con queso, cecina y tortillas que su madre le preparaba, Estrella se despedía con la certeza de que la distancia duele tanto para quien se va como para quien se queda.
Un aprendizaje que trasciende
Al final, Estrella concluyó su carrera en 2024, con el orgullo de titularse por promedio. Pero más allá de los logros académicos, asegura que su mayor aprendizaje fue entender la independencia, la resiliencia y la construcción de redes de apoyo.
“Ser foráneo es habitar entre la nostalgia de lo que dejamos y los sueños que nos mantienen en pie. Aprender a cuidarte tú solo, a ser responsable de ti mismo, y al mismo tiempo aceptar que tu identidad cambia, que vives en medio de dos mundos”.
La experiencia de Estrella, como la de miles de estudiantes en San Luis Potosí, es reflejo de una realidad poco contada; detrás de cada graduado foráneo hay una historia de esfuerzo, desarraigo, sacrificio y esperanza.
Una historia que, como ella misma dice, convierte a cada estudiante en arquitecto de su propio refugio y de sus propios sueños.
Reproducción autorizada citando la fuente: Quadratín SLP
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