Refrenda Sheinbaum estrategia de construcción de paz en Sinaloa y estados
CIUDAD VALLES, SLP, 25 de enero del 2019.-Protestar al cargo y después tomar el Bastón de Mando no fue lo mismo. Para ninguno de los dos. Uno, el jefe del otro; ambos, bajo las órdenes del pueblo que los eligió. Los dos no tomaron el control cuando quisieron, sino cuando el destino determinó, pero hoy gobiernan a todos con la misma legitimidad. En el caso del alcalde Adrián Esper Cárdenas, a un pueblo de Valles conformado por más de 170 mil habitantes; y en el de Doroteo Hernández Moctezuma, a más de quince mil indígenas de los ejidos que conforman la cordillera tének.
El 1 de octubre fue largo para Esper Cárdenas, el hombre que ganó en las urnas como candidato independiente, porque el Tribunal Electoral Federal no terminaba de notificarle su triunfo y luego, cuando lo supo, una regiduría que estaba en disputa, alargó su ascensión. Pasaron muchos días del conflicto postelectoral y eternas horas, para que el empresario se comprometiera a hacer cumplir la Constitución.
Cuatro meses más tarde, Doroteo repitió el patrón de Esper. En su caso, fue acusado de ser producto de un dedazo en una elección amañanada y entorpeció su nombramiento. Luego, las autoridades municipales rectificaron, convocaron a las urnas y Doroteo volvió a ganar… La cita era a las 3 de la tarde y debía protestar al cargo de Director de Asuntos Indígenas, un puesto que no es facultad exclusiva de Esper, sino del pueblo tének, pero no llegó. Minutos después, cuando arribó al Palacio Municipal, la sesión solemne para tomar la protesta de la coordinadora de Derechos Humanos, Sandra Sierra Cervantes y de él mismo, había dado el salto a sesión ordinaria para aprobar la cuenta pública y debió esperar a que terminara para que Esper lo hiciera funcionario, de manera oficial, con el clásico: «Sí, protesto».
El propio Doroteo Hernández convocó a Esper y al cabildo a participar en la ceremonia indígena preparada para la ocasión. Doroteo tenía en la bolsa su ingreso al ayuntamiento, pero faltaba lo más importante: la confirmación del pueblo que lo vio nacer, del dios del maíz Dhipaak, del Todopoderoso, como llaman los habitantes indígenas. Entonces, los pasos del mandatario independiente se encaminaron a las escaleras del parque Colosio, para entrar al umbral del mundo tének y vivir, ahora sí en carne lo propia, lo que todo el país observó a nivel nacional en el zócalo, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador fue objeto de una deferencia similar y recibió su propio Bastón de Mando.
Del Palacio Municipal al acceso al parque, el camino es lineal. La entrada tiene forma de arco y ahí fue colocado el primer motivo indígena. Una a una -acompañado de los regidores, su equipo de trabajo, su madre Laura Cárdenas del Avellano, Doroteo y los líderes originarios-, Esper bajó las escaleras en medio del incienso aromático y tras llegar al borde de la planta baja, a escasos metros del río Valles, uno de los pocos que cruzan una ciudad entera en el país, atravesó el siguiente arco y quedó purificado.
Sahumar al alcalde es algo que muy pocas veces se había visto en Valles, pero Esper aceptó gustoso y reconoció el origen del pueblo indígena, de los ancestros, de la cultura milenaria, del México más vivo en un pedazo de San Luis Potosí que nunca imaginó durante su estancia de lujo en Miami. Al tiempo de los inconfundibles acordes de un trío musical con guitarra, jarana y violín, el cielo tronaba con los fuegos artificiales preparados para la ceremonia, en medio de un día soleado.
En la mesa del centro estaba la ofrenda, el pan, las mazorcas, el agua, la vela y las veladoras, el copal, el incienso y tres bastones de mando. El ritualista tének sahumó los cuatro puntos cardinales y el centro, invocó a Dhipaak -dios de la vida para ellos- y regó en la tierra el aguardiente en su honor y en el de Dios Padre. En un momento dado, el alcalde sacó de su bolsillo su celular, pero pronto llamaron su atención por la gravedad de su acto. Un primer bastón fue entregado a un mando indígena que recibió una limpia de pies a cabeza y vino el turno del político que quiere cambiar a Valles. Esper, literalmente tuvo que quitarse el sombrero para recibir el bastón.
«El bastón significa encaminarnos a buenas nuevas, velar por nosotros y andar en las comunidades; es la forma como le mostramos respeto pero también usted adquiere un compromiso con las comunidades y será un pacto entre nosotros», dijo el maestro de la ceremonia. El presidente municipal notó que vivía algo único y se puso a la altura de las circunstancias. «Le estamos dando el poder, la autoridad, pero sobre todo el compromiso; trabaje fuerte y que Dios nuestro Señor lo bendiga y proteja».
Esper, emocionado, prometió poner a Valles y a su zona indígena en el lugar que merece, «aquí no hay habitantes de primera ni de segunda, ¡que viva la Huasteca, Valles, el idioma tének, náhuatl y el español!», pronunció.
Pero no había terminado todo, antes bien, empezaba lo mejor. Y entonces Doroteo Hernández Moctezuma fue reconocido como el representante oficial del pueblo indígena, con la imposición del bastón. «Estas varas no es sólo algo bonito, sino el compromiso de cargar con eso en sus espaldas; debe ver, luchar, promover y vigilar las necesidades indígenas», le ordenaron. El ritualista le tomó la protesta en lengua tének, convocó de nuevo a Dios y a Dhipaak y quedó ungido.