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Trump, ¡uy que miedo!
Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes señales y prodigios, para así engañar, de ser posible, aun a los escogidos.
Mateo 24:24
Por Eduardo L. Marceleño García
@eeduardo37
A la vista de la buena aceptación que hoy en día alcanza ser seguidor de las causas sociales, me pregunto si una mudanza moral cabría de manera genuina cuando los nuevos profetas, personajes excéntricos y aparentemente dotados de arrojo, encabezan los principales tópicos en internet. Nada que sea auténtico adquiere tanta popularidad en tan poco tiempo.
Por ejemplo, los nuevos políticos. Se dicen activistas, agrupándose en los llamados colectivos, recorren las calles a pie. Incentivan la polémica en redes sociales para dar con lo que posiblemente sea su objetivo central: apuntar con el dedo a los políticos establecidos, los de saco y corbatín; la estrategia consiste en diferenciarse de ellos a toda costa. ¿Son estos nuevos personajes realmente lo que aparentan o son parte de una nueva forma del orden público?
Está en la naturaleza de la política tener algo de malvada. Los nuevos políticos han cambiado la forma, pero dudo que se hayan ocupado de cambiar el fondo.
Por ello, no dejo de pensar en si una mudanza moral es lo más conveniente para quienes somos espectadores del cambio en los roles sociales. ¿Sería adecuado? ¿Sería hipócrita cambiar de creencias? Los nuevos profetas visten de mezclilla y calzan Vans, son influencers en Twitter o Instagram, pero también son oportunistas. A falta de legitimidad en las instituciones que nos representaron por largo tiempo, otro tipo de lobo se ha vestido de oveja para decirnos cómo debemos comportarnos.
La consecuencia de que estos nuevos personajes establezcan directrices de comportamiento es que las personas corran el riesgo de creerles todo lo que dicen, y con ello se muden a sus nuevas religiones; los líderes de hoy en día se apropian de causas que por tantos años fueron temas de lucha y esfuerzo, como el feminismo o la defensa de los derechos humanos en general, para volverlas tendencias morales, y así, en un tono pasivo-agresivo, sugerir qué es lo correcto y qué no. Es fácil instalarse en ese discurso, basta con dar alcance suficiente a estos nuevos profetas en su principal campo de batalla: las redes sociales.
Entonces, ¿somos buenos porque realmente lo somos o porque queremos que los demás nos acepten en esta nueva sociedad que se está creando?
Nuestra narrativa consiste en la observación de lo que nos rodea. Observar bien muchas veces significa “permanecer fuera”.