Refrenda Sheinbaum estrategia de construcción de paz en Sinaloa y estados
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 1 de febrero de 2019.- La cifra de homicidios en México atribuidos al crimen organizado aumentó en el último año. De 29 mil 168 muertes en 2017 pasó a 33 mil 441 en 2018, de acuerdo con un rastreo anual que realiza la empresa estadounidense de inteligencia y espionaje Stratfor. En términos porcentuales el incremento fue del 14.64 por ciento.
Una gráfica de este estudio refiere a un crecimiento exponencial de asesinatos violentos en México durante las dos últimas décadas; 10 mil en el año 2000 y más de 30 mil homicidios en 2018.
Las zonas de conflicto son las mismas que históricamente han caracterizado a este fenómeno: al oeste en el estado de Sinaloa, al este en Tamaulipas, y al sur en la llamada Tierra Caliente, conformada por Jalisco y Michoacán.
A diferencia de años anteriores, desde el año 2006 el narcotráfico no opera a partir de grandes grupos que toman el control de su zona, sino que los conflictos entre ellos llevaron a una fragmentación que generó más y pequeñas organizaciones que se reparten el territorio o que lo compiten. Aunado a ello, el giro de sus empresas se ha extendido a los delitos de extorsión y secuestro, así como el robo de combustible.
San Luis Potosí forma parte de la demarcación controlada por los grupos criminales del estado de Tamaulipas, de acuerdo con el rastreo que incluye una división geográfica por estados de operación. Sin embargo, en los últimos seis años células del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), emanado de la zona de Tierra Caliente, se han instalado también en territorio potosino.
El conflicto se vuelve más complejo por la nueva forma de estructuración criminal, donde además de formar un mosaico indescifrable de las nuevas organizaciones que operan en un área determinada, también hay una diversificación de delitos en sus negocios.
Las implicaciones del narcotráfico en México, refiere Stratfor, se encuentran en todos lados y en todos los estratos sociales, desde las zonas marginadas que por décadas han servido como campos de cultivo de la delincuencia organizada, hasta los barrios de lujo, donde suelen vivir los capos de la droga.