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Ciudad Valles, SLP, 25 de octubre del 2018.- El alcalde Adrián Esper Cárdenas enfrentó hoy uno de sus días de mayor presión social desde que asumió el cargo, con una protesta armada por Antorcha Campesina a través de alumnos del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecyte) en la plaza principal.
Por la mañana comenzaron a llegar los primeros estudiantes, al tiempo que estaban en su apogeo las votaciones para el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y comenzaba el canje de armas del 36 Batallón de Infantería con sede en esta ciudad. Al principio, todo parecía tranquilo y de hecho, las personas que los encabezaban -nunca quisieron dar a conocer sus nombres-, empezaron a decir que no pensaban irse hasta que vieran al presidente municipal.
Pasado el mediodía, Esper decidió que era momento de apersonarse en la Presidencia Municipal, de donde ha estado ausente desde el inicio de su administración y negociar. El miércoles, gracias a una operación política eficiente, sus operadores lograron desactivar una protesta anunciada de los taxistas de la ciudad, pero esta vez la situación se les salió de las manos y el alcalde fue exhibido.
Primero, hubo una «mesa de negociación» al interior de las oficinas, pero poco después, esas negociaciones se rompieron y empezó el show en la calle. El alcalde, acompañado de su primer regidor José Guadalupe Contreras Pérez y el secretario del ayuntamiento, Gilberto Almendárez Marín, irrumpieron en escena y fueron recibidos con una rechifla de los menores de edad, al tiempo que agitadores de Antorcha Campesina tomaron el micrófono y escupían duras palabras para el empresario que ganó las elecciones por la vía independiente.
El problema es que los «antorchos» exigen que sean contratados más maestros y que sus salarios sean pagados por el ayuntamiento. Durante la administración del ex alcalde priista Jorge Terán Juárez, consiguieron la donación del terreno donde construyeron la escuela y que ocho docentes recibieran 1,500 pesos semanales por enseñar a un promedio de 400 alumnos.
Las exigencias para Esper se fueron, sin embargo, a la estratósfera: quieren 23 profesores y más dinero.
«No hay, sino hasta enero», dijo Esper lacónico y el diálogo quedó roto. El desencuentro de adentro terminó afuera, en medio de una gritería a todo pulmón de los menores de edad y quien en ese momento tenía el micrófono y el sonido bajo su control.
«¡No quieren resolver los problemas de los jóvenes, cuyo único delito es estudiar! ¡Estamos dispuestos a luchar, a dar la cara, ante una actitud negativa de los funcionarios y del presidente municipal, quien nos recibe de manera déspota y no quiere resolver!», vociferaba, al tiempo que Esper enfrentaba un vendabal de insultos, con el dedo índice levantado, pidiendo la palabra, asintiendo con la cabeza, sin ser tomado en cuenta.
«¡Solución, solución!», exigían los muchachos.
«Respeten lo que se les dio en septiembre, y en enero les cumplo el pago», decía Esper.
«¡Ni cansados, ni vencidos!», respondían los manifestantes.
El de la voz al micrófono, afirmaba: «Allá adentro nos echaron como viles perros!», y azuzaba a los estudiantes, en medio de un clima candente, tanto del medio ambiente como del momento de tensión.
«si no me dejan hablar me voy a retirar, estoy pidiendo un minuto», se desgañitaba Esper, pero no había poder humano de convencer al que atrajo para sí el micrófono de prestárselo ni un segundo, al tiempo que el alcalde se revolvía en su mismo sitio, impotente a la situación, con sus acompañantes impávidos, sin soluciones, rebasados, con ganas de que se los tragara la tierra…
«¡Solución, solución!», seguían gritando los estudiantes.
«¡No hay prepotencia, no me están dando la palabra! ¡Si no me dan la palabra me voy!», amenazó Esper en un momento desesperado, suplicante, increíble, nunca visto en los tiempos modernos de las alcaldías en Valles.
«¡Cobarde!», le gritó alguien anónimo a sus espaldas.
«¡Dónde está el maldito cambio del presidente independiente, él es más de lo mismo, él junto con sus funcionarios públicos estarán en el basurero de la historia!», sentenciaba el «antorcho» de la voz.
Y no, no hubo solución.