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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 6 de septiembre de 2020.- Un sencillo anafre colocado en la vía pública fue el modesto comienzo: Doña Rosita y don Chente veían cada noche cómo su incipiente idea iba ocupando un sitio en el gusto de los vallenses de principios de la década de los cuarentas, quienes se arremolinaban de manera creciente en torno suyo, en aquella céntrica esquina de Hidalgo e Independencia.
TODO COMENZÓ EN 1945
Con la clientela en aumento, Vicente Medina Díaz -quien fue además uno de los primeros carteros de la ciudad- decidió, junto a su esposa María del Rosario Montaño Oviedo establecerse formalmente. Y el 9 de agosto de 1945, mientras Estados Unidos destruía la ciudad japonesa de Nagasaki dentro de la Segunda Guerra Mundial, (en contraparte) una pareja emprendedora construía en Ciudad Valles su propio imperio de sabor.
Todavía sobre la calle Hidalgo, pero ahora en un local ubicado frente a la plaza principal (a un lado del recordado Oasis de doña Esperancita y don Alfonso), tendieron los cimientos del proyecto exitoso; solamente faltaba el nombre, y don Vicente seguía pensándolo, mientras les respondía a sus clientes que reconocían la cenaduría por su estilo, “(pues) aquí estamos hoy”. La denominación pareció llegar así, en automático, de manera espontánea.
A doña Rosita no le desagradó la idea, “para que sepan que somos los mismos y que aquí estamos ahora”, pensaba. Así iniciaría la tradición que se ha mantenido por generaciones hasta la fecha, gracias a su receta original en los tacos y el resto de los platillos, probada por generaciones de vallenses, gente del interior de la Huasteca Potosina, y turistas, así como artistas, deportistas, gobernantes, y políticos de renombre nacional.
El crecimiento en la preferencia obligó a la expansión, y las necesidades de espacio los llevaron a un sitio de mayores dimensiones, por lo que en 1950 se cambiaron a la calle 5 de Mayo, casi en esquina con el Jardín Hidalgo (donde actualmente es un estacionamiento público) y ahí permanecieron 21 años, reconocidos por su estilo y por un nombre peculiar que llevaba a sus seguidores hasta donde se mudaran.
42 AÑOS EN LA MORELOS
A partir de 1971, el segundo traslado les daría la estancia más prolongada de su existencia (42 años). La avenida Morelos, entre Juárez y Escontría, a unos pasos de la Presidencia Municipal y junto a la Cruz Roja Mexicana, los vio finalizar un siglo y comenzar un milenio. Hubo ausencias y nuevas presencias en el negocio familiar, pero el sabor siguió sosteniéndolos en la preferencia de la gente.
Los comensales acudían a un sitio rústico pero tradicional, donde el aroma a exquisitez salía desde la cocina, y se escabullía entre las mesas de lámina y los mostradores, muchas veces haciendo fila, pero atenuando los tiempos de espera con interesantes exploraciones en la historia de la ciudad, a través de interesantes cuadros con fotografías, colgados en las paredes, donde los dueños exhibían momentos y sitios relevantes del Valles de ayer.
Así, el Aquí estamos hoy quedaba transformado en el templo del saber y del sabor, y también en un lugar donde el tiempo parecía haberse detenido. Afuera, se pavimentaron calles, los taxis renovaron sus modelos, se levantaron edificios, instalaron oficinas de gobierno, y abrieron un sinfín de negocios –incluso de comida- que tuvieron que cerrar al paso del tiempo.
Pero la cenaduría se mantuvo, con el sonido del chirriar del aceite en sus comales cruzando la calle y tentando al transeúnte que pasaba, o al usuario que esperaba el transporte urbano en la habitual parada de enfrente. En tanto, la democracia continuaba imperando entre los asistentes, porque de todas las clases sociales concurrían cada noche, hasta que de pronto, en 2013 las puertas de la casona hecha de adobe y techada en lámina, cerraron.
EN LA VERGEL DESDE 2013
Sin embargo, la historia de Aquí estamos hoy no se detuvo, y continuó desde hace siete años en su –nueva y- tercera ubicación: La esquina de las calles Álvaro Obregón y Damián Carmona de la colonia Vergel. Para seguir escribiendo anécdotas de satisfacción gastronómica que los propios clientes comparten al buscarlos y encontrarlos en su (ahora) moderno edificio.
Lo mismo existen personas que ya no radican en Valles, pero que cuando tienen oportunidad, regresan, teniéndolos como visita obligada. Otros hacen pedidos especiales para enviar a familiares localizados en ciudades lejanas de la República, e incluso en Estados Unidos; de esa manera la receta de doña Rosita y don Chente trascienden los tiempos y las fronteras.