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Recortó IMSS 29.1% de presupuesto para cáncer; mujeres las más afectadas
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 30 de noviembre de 2018. El Colegio de San Luis (COLSAN) presentó la charla “Salud, educación y género en San Luis Potosí: investigaciones de nuevas socias de la Federación de Mujeres Universitarias” (FEMUSLP), en el que las doctoras Consuelo Patricia Martínez Lozano, Mariana Juárez y Karla Irene Martínez, expusieron temas que ayudan a comprender las desigualdades entre hombres y mujeres, establecidas en estructuras patriarcales que pasan desapercibidas en la sociedad.
Mariana Juárez, doctora en ciencias ambientales de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), desarrolla una intervención intercultural en cuanto a la salud sexual y prevención de la infección del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en mujeres indígenas de la huasteca hidalguense y potosina.
Al hablar de sexualidad, expuso, se debe tener en cuenta los temas de la intimidad, el sexo biológico, el género, el erotismo, el placer, la reproducción y la orientación sexual. Además de que se encuentra influenciada por varios factores como la biología, la cultura, la sociedad y la religión.
Indicó que la salud sexual trata sobre el bienestar físico, emocional y social que engloba al sexo seguro, placentero y libre de coacción, discriminación y violencia.
Explicó que al trabajar en comunidades indígenas no es posible tener una actitud etnocéntrica, sino que hay que escuchar a las mujeres a partir de sus experiencias de vida y su cultura; conocer cómo viven su sexualidad, valorar sus conocimientos y respetar su cultura e identidad.
Señaló que las mujeres indígenas sufren de exclusión y opresión por estas condiciones, además de ser pobres.
Planteó identificar los conocimientos de las mujeres indígenas sobre su sexualidad, su propio cuerpo y el riesgo de contraer VIH. Con esta información se generaría material educativo enfocado en temas de salud sexual y prevención, además de ofrecer talleres y conversatorios.
La doctora Juárez Moreno entrevisto a mujeres de entre 16 y 40 años en las comunidades de Ahuatitla, Huitzitzilingo y Las Piedras del municipio San Felipe Orizatlán, Hidalgo; además de la comunidad de Texamel, del municipio de Tamazunchale, y San Martín Chalchicuautla.
Comentó que en un inició fue difícil realizar su investigación, pues al trabajar con escuelas secundarias y preparatorias, los padres creían que al hablar sobre sexualidad inducía a los adolescentes a iniciar su vida sexual.
Martínez Lozano, doctora en ciencias sociales, habló sobre su investigación titulada “Análisis y diagnóstico cualitativo en las significaciones, vivencias e interpretaciones de la violencia de género en universidades públicas, privadas, confesionales e indígenas en San Luis Potosí”.
En ella planteó identificar la manera en que estudiantes y docentes significan, aprehende, interpretan y experimentan la violencia conforme a su género, tanto dentro como fuera de las instituciones.
Realizó entrevistas a profundidad, entrevistas grupales y etnografías a alumnos y maestros de diversas universidades.
Señaló que las universidades, al ser conformada en sus inicios por y para los varones, tienen una conformación patriarcal que debe ser analizada y aceptada por las mismas, ya que puede ayudar a identificar y entender las prácticas violentas contra las mujeres, las cuales son reproducidas de forma cotidiana en las instituciones de educación superior (IES).
Dentro de las IES, explicó, se configura un “habitus” que instaura la violencia simbólica por medio de mecanismos de jerarquización. Estas jerarquías establecen relaciones de poder y en consecuencia existen prácticas de exclusión y subordinación, además de normalizar la violencia hacia las mujeres.
El acoso y el hostigamiento sexual son vistos como “gajes del oficio”, algo que forma parte de la vida en la universidad. Incluso se llegan a banalizar las prácticas de violencia.
La doctora Martínez Lozano indicó que las IES son vistas como espacios generadores de conocimiento que preparan a los próximos profesionistas, por lo que se supone que las relaciones desiguales no existen. También citó a Rita Segato al indicar que en las universidades se instaura un pacto de varones que tiene que ver con el mandato de masculinidad que incentiva las prácticas violentas, por medio de las redes de poder.
Martínez Méndez, doctora en ciencias sociales del Colegio de San Luis (COLSAN) presentó su tesis doctoral: “Tienen sexo las profesiones. Hombres y mujeres en profesiones femeninas y masculinas, el caso de los enfermeros y las ingenieras mecánicas electricistas (IMES)”.
En ella investigó la influencia de los estereotipos de género en el desarrollo laboral de profesionistas en aquellas que son consideras como femeninas y masculinas.
Entrevisto a hombres y mujeres de entre 23 y 38 años con una experiencia laboral de uno a 14 años.
En sus averiguaciones encontró que los enfermeros y las ingenieras enfrentan diversas barreras en sus profesiones al ser minoría.
Entre ellas la discriminación formal, la cual consiste en la restricción del acceso a cierto género para realizar sus actividades laborales. Además de discriminación informal, que es ofrecer un trato diferente a cada género al considerar que existen ciertas actividades masculinas y femeninas, que deben ser asignadas al más apto.
También llegan a tener cuestionamientos a su sexualidad. En el caso de los enfermeros, se tenía el imaginario de que los hombres que optaban por esta carrera eran homosexuales. Las compañeras de mayor edad son quienes más les preguntan por este tema.
Por otra parte, las IMES saben que, aunque nos son cuestionadas de forma directa, saben que existe el imaginario de que son machorras, lesbianas.
Martínez Méndez señaló que ambas profesionistas han sufrido de exclusión, discriminación y segregación en sus áreas de trabajo por parte de jefes, compañeros, profesiones, además de sus subordinados y clientes en el caso de las IMES. Igual en la asignación de actividades, acceso a áreas, espacios e incluso uniformes.
Pero además han tenido oportunidades de participación, pues los compañeros de las IMES, les permiten utilizar el equipo hasta que ya no se capaces de realizar la actividad. Esto es más notorio en el caso de compañeros jóvenes o recién egresados.
Sucede lo mismo con los enfermeros. Indicó que hay una “mística masculina” donde se implica que los hombres son superiores a las mujeres. El poder, control y dominio son esenciales para mostrar la masculinidad y es necesario evitar los sentimientos, emociones, vulnerabilidad e intimidad pues son características femeninas.
Esta masculinidad hegemónica también brinda ciertos beneficios de consideración especial. Por ejemplo, en la facultad de enfermería, al ser la minoría las maestras les brindan ciertas facilidades a los hombres en la fecha de entrega de trabajos.
Sin embargo, en el caso de las IMES hay un efecto de autoridad asumida. Se considera que el hombre tiene la autoridad.
Además de que se hace presente el “Tokenismo”, un fenómeno propuesto por la socióloga y antropóloga García Prince; se considera como una de las formas en las cuales se hace presente, y con mayor frecuencia, la resistencia de una organización a la inclusión de la mujer y al establecimiento de la igualdad real, pues aún se cree que la igualdad existe con la sola presencia de las mujeres.
Son mujeres coartadas, “floreros”, vitrinas, símbolos; aquellas insertas en ocupaciones masculinas por lo que son segregadas y excluidas al ser minoría.
También se presentan tres efectos: la polarización, que es la diferencia entre ellas y ellos y el grupo dominante. Son relegados al último lugar para recordarles, según los estereotipos de género, “que trabajan en un lugar al que no pertenecen”.
El segundo efecto, la asimilación que es la asignación de roles en los ambientes en los que se encuentran, y la segregación, un elemento estructural que refuerza los estereotipos de género.
La doctora Martínez Méndez concluyó que este trato diferencial se sustenta bajo la lógica que prevalece en el imaginario social. No es suficiente la sola presencia en estos espacios, sino que debe existir una inclusión real en las que ambos géneros posean las mismas oportunidades que sus pares.