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La cita providencial es hoy, sus hijos, adornados de flores y con la esperanza retozando en el pecho, se disponen a empezar el recorrido…van a casa… la fatiga les espera durante un kilómetro y medio.
No es para menos, con gran espíritu se arrodillan en el punto de salida. Es hora…
Con similar pasión, miles de mexicanos acuden al santuario, una iglesia o cualquier pequeña capilla, qué más da, si lo importante es celebrar a su madre… la virgen de Guadalupe.
El camino es sinuoso, no importa si hay compañía o la soledad flanquea su marcha, el propósito en común es encontrarse frente a frente con el semblante de la morenita del Tepeyac.
En San Luis Potosí la tradición y fe en esta divinidad, se siente hasta en los huesos…por cumplir una promesa, por cultura, esperanza o desasosiego, toman el valor de recorrer así… hincados… La Calzada de Guadalupe, hasta llegar al santuario.
La convicción los mueve… ¿sufrimiento? no se compara con la distinción de ver terminado el recorrido.
Algunos ríen triunfantes por haber recorrido la mitad del trecho, otros sufren en el mismo tramo mientras las rodillas sangran… es cuestión de actitud… no hay tiempo de quejarse… sólo ellos conocen el motivo para estar ahí.
Un padre de familia -desesperado por un milagro, clama de dolor- otra joven va cumpliendo una promesa, toma un descanso, el desconsuelo entero es la ofrenda más grande que pueden hacer a la Guadalupana.
Las colchas que usan para hacer más soportable su peregrinaje van salpicadas de sangre, el templo parece distante y a la vez tan cerca, por momentos un pensamiento colectivo cruza por la mente de muchos: “Ya no puedo más”.
¿El camino es tan difícil?: No ¿que los mueve?, el amor, la fe y la esperanza de creer en algo…
Han llegado, la casa de dios a los pies del más humilde.
El último trayecto es de los más valientes, familia, amigos o hasta un desconocido les tiende la mano y en cada movimiento se agranda el dolor; al cruzar la puerta, el frío, la piedra y ese camino gris ya son parte del pasado. Uno muy diferente les espera, plagado de oro, cantos, flores e imágenes hermosas que los convencen una vez más de lo mucho que vale la pena.
Las lágrimas deslavan maquillajes en las mujeres y la enorme felicidad de congregarse en la fe, opaca por completo el dolor que un segundo atrás, parecía interminable.
El camino terminó. La esperanza se renueva, igual que cada año… entre fervor guadalupano.