Permanecen en paro trabajadores del Poder Judicial Federal en SLP
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 11 de octubre 2020.- De edad indefinida, entre 80, 90, 100 años o más, Pepa es una bruja y todos lo saben.
Por las noches y mediante rituales secretos amparados por las sombras de su casa ubicada en un ejido al pie de la enigmática sierra El Abra- Tanchipa, que alberga a la Reserva de la Biósfera entre Tamuín y Ciudad Valles, Pepa pasa de ser una dulce anciana para convertirse en una bola de fuego y sale volando hasta perderse en las tinieblas.
Las brujas toman esa forma para ir, dicen, en busca de niños recién nacidos por las rancherías para chuparles la sangre o raptarlos. Cuando llegan al sitio escogido o atraídas por el llanto u olor de un niño se convertían en mujeres de siniestro aspecto y túnica negra.
Les atribuyen también que durante el día pasan por curanderas que son contratadas para hacer trabajos de hechicería contra personas a las que dejan idiotizadas, mudas, o locas.
El caso es que por alguna razón, Pepa transformada en fuego rojo salió una noche de viernes hacia el poniente del ejido asentado a 25 kilómetros al norte de Valles, donde vive; cruzó sobre cerros de la Sierra Madre Oriental hasta algún distante lugar; pero lo que haya ido a hacer provocó que perdiera la noción del tiempo de tal manera que cuando los gallos comenzaron a cantar allá por las 5 de la mañana reaccionó aterrada y salió disparada hacia el cielo para regresar a su choza.
La bola de fuego volaba a gran velocidad y minutos antes de que surgiera la primera claridad del día alcanzó las ramas del árbol donde descendía para recuperar su figura de mujer.
Pero algo pasó que su ropaje se atoró en las ramas y quedó colgando mientras lanzaba horribles chillidos.
Los vecinos despertaron alarmados y al asomarse a la casa de Pepa descubrieron que la anciana se balanceaba en el árbol entre maldiones.
Nadie se atrevió a ayudarla, le temían y optaron por llamar a la Policía de Valles. Dos patrullas llegaron y los agentes utilizaron una escalera prestada por un vecino para rescatarla.
Uno de ellos comentó posteriormente que cuando abrazó a la anciana sobre el árbol estaba muy caliente y mostró leves quemaduras que le dejó en los brazos.
Pepa sigue viviendo en el mismo lugar y en las noches vuelve a convertirse en bola de fuego.