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CIUDAD VALLES, SLP., 17 de diciembre de 2019.- El sacerdote Joel Colunga Ramírez nació el 13 de julio de 1921 en la ciudad de San Luis Potosí y se ordenó como tal durante los últimos días de octubre de 1946, paradójicamente al mismo tiempo que un ícono de la ostentosidad y de la política hacia el interior de la Iglesia Católica: El polaco Karol Wojtyla, que a la postre se convertiría en el Papa Juan Pablo II.
Trabajador desde niño, se desempeñaba como aguador cuando –según llegó a contar- una aparición lo hizo inclinarse por el sacerdocio, aunque sus padres Francisco Colunga y Juana Ramírez, se oponían: Ellos deseaban que fuera burócrata en alguna dependencia pública, y su papá hasta le había buscado con don Nicolás Pizzuto una beca para estudiar otra cosa.
Aunque en su alma infantil fecundaba el amor hacia el prójimo, la vida le ofreció dificultades serias, porque a los siete años de edad el pequeño Joel estuvo a punto de sucumbir al ataque conjunto de dos enfermedades: Tosferina y meningitis, permaneciendo mudo dos años y medio, hasta que un susto lo hizo recuperar el habla.
Ese estado de salud lo llevó a terminar la primaria en el Colegio Cuauhtémoc casi a los 14 años, ingresando después al Seminario de San Luis, donde estudió hasta 1946, año de su ordenación. Semanas después se presentó ante la feligresía católica vallense ya en calidad de presbítero, oficiando en la Parroquia Santiago de los Valles.
Ahí conoció al sacerdote Xavier Enrique Guerrero Briones (El Padre Xavier), con quien fundó la Adoración Nocturna de ese templo y de la Iglesia Catedral. Fue además asistente diocesano de Acción Católica, director del Movimiento Bíblico dentro de la Diócesis de Ciudad Valles, y miembro nacional de la Catequesis Indígena.
A raíz de su convivencia permanente con los jóvenes formó en la ciudad la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, y más tarde en la iglesia de Tanquián tuvo el primer contacto con los indígenas huastecos, quienes le sorprendieron por el empeño que éstos ponían a sus estudios, llegando incluso a rebasar en el aprovechamiento a los mestizos.
Luego de permanecer por varios años en el interior de la Huasteca Potosina, su estado de salud obligó al entonces obispo de la Diócesis, Juvencio González Álvarez, a ordenar su retiro. En los años anteriores a su fallecimiento el padre Colunga ya no tenía parroquia y solo llegó a atender la capilla de San José de la colonia “Altavista”.
Sin embargo fue director espiritual del Apostolado de la Cruz, trabajó en la creación del templo de San Pablo Apóstol del Fraccionamiento “Avance”, y tenía la responsabilidad de la capilla del colegio “Motolinía”. Por su humildad, fue el prototipo del cura que se conformó con estar lleno de espiritualidad más que de riquezas materiales; en esas condiciones murió el 18 de diciembre de 2001.