Estrena Guillermo Arriaga filme inspirado en volcadura que sufrió en SLP
CIUDAD VALLES, SLP., 21 de diciembre 2020.- Constanza, la joven violada por Israel, el nahual, tenía varias noches sin dormir porque apenas cerraba los ojos en la oscuridad de su cuarto, escuchaba el flaps, flaps, flaps, del ave enorme que descendía de lo profundo de la sierra para posarse sobre las ramas de un huizache que crecía al fondo del patio y emitía un canto ronco-cavernoso que erizaba la piel.
Pero no era eso lo que más provocaba el insomnio de Constanza sino lo que ocurría en su interior; el ser que llevaba en el vientre no se comportaba en forma normal como en el caso de otras mujeres encintas. Los movimientos eran frenéticos y se percibían bajo la piel con protuberancias que como si fuese un gusano reptando.
Pero aquel viernes las cosas empeoraron y Constanza comenzó a sufrir terribles espasmos mientras la criatura se revolvía como tratando de romper las capas de piel internas y superficiales.
Cointa, la buena vecina que había alojado a Constanza cuando la corrió su padre Fidencio tras descubrir su embarazo, escuchó los gemidos de la joven y le avisó a su esposo Juan Obispo para que fuera por la comadrona.
El parto fue complicado porque la criatura se empujaba sola desgarrando las paredes del canal uterino.
De pronto la partera exclamó: “¡Cristo bendito! Esta niña viene con los ojos abiertos y trae la señal en las manos; será perseguida por el mal de la oscuridad”.
La colocó apresuradamente sobre la cama, se persignó y salió sin siquiera despedirse de Cointa y de Juan Obispo.
Por la posición de las estrellas supo que eran las tres de la madrugada.
La niña fue bautizada con el nombre de Esthela y apenas cumplía tres meses cuando ya caminaba y su madre y protectores descubrieron la rara habilidad de atraer a cualquier animal, parecía platicar con ellos.
En diversas ocasiones la observaron cuando con solo mirarlos hacia que las muñecas y objetos conque jugaba se movieran solos. Tenía el don extrasensorial de la telekinesis.
Pero no solo eso descubrirían Juan Obispo y Cointa.
En una ocasión advirtió a Juan Obispo que llevara sus vacas al cerro porque el potrero donde estaban se iba a inundar.
-Está muchacha está loca, ni nubes hay y habla de que el arroyo se va a desbordar, dijo en tono de burla el hombre.
Todos se fueron a dormir sin darse cuenta que en el horizonte al Este se acumulaban negros nubarrones.
Esa noche cayó en el centro de la Huasteca una «culebra de agua», es decir una tromba tan intensa que en pocos minutos hizo que ríos y arroyos salieran de su cauce arrastrando chozas, árboles y ganado.
Juan Obispo perdió diez vacas y seis cabras.
Cuando recordó la predicción de Esthela quedó cavilando mientras fumaba un cigarro hecho hoja de maíz.
En otra ocasión, comían en la sala platicando de cosas diversas cuando Constanza se quedó muy quieta, soltó la tortilla y volteó hacia Cointa.
-Miguel está muerto… lo mataron anoche en Xilitla.
-Qué tonterías dices chiquilla; ándale, sigue comiendo y no esas cosas.
Pero José Obispo se puso muy nervioso.
Miguel era el hijo de la pareja pero se había ido de Tampamolón desde hacía varios años para trabajar en una finca de café.
Raras veces iba a verlos.
Aún seguían en la mesa cuando tocaron a la puerta.
-Don José, buscamos a don José, dijo una voz.
-Voy -contestó- y se encaminó a la puerta.
Al abrir había dos hombres junto a una carreta.
Uno de ellos dijo mientras se quitaba el sombrero:
-Don José, venimos a darle una mala noticia. Ahí en la carreta traemos el cuerpo de Miguel, su hijo. Lo mataron en un pleito de cantina anoche.
José Obispo se recargó en el marco de la puerta aturdido al recordar que Esthela le había anunciado la muerte de su hijo y no le creyó.
A partir de ahí y mientras crecía Esthela fue desarrollando nuevas facultades paranormales, pues también dio muestras de bilocación, es decir aparecer al mismo tiempo en sus lugares distintos.
La gente comenzó al murmurar que era bruja pero no sabían que era hija del nahual. Le temían y hubo quienes rompieron toda relación con el matrimonio donde vivía Constanza.
Mientras tanto, Costanza habló con Cointa y le dijo que le dejaría a la niña porque ella se iría del pueblo a buscar trabajo en Ciudad Valles o cualquier lugar y después regresaría por ella.
Pero apenas rebasaba Esthela los 12 años cuando se despidió de Cointa y José Obispo y se fue a vivir con una familia que elaboraba pan, en una comunidad de Axtla de Terrazas donde desarrolló el don de la sanación, curaba de brujería y practicaba rituales contra demonios que se posesionaban de seres humanos.
La hija del nahual vive aún; tiene más de 90 años de edad y sana a través de conjuros y plantas medicinales.
Hay, sin embargo, quienes afirman haber visto a Esthela transformarse en animal apareciendo en varios lugares simultáneamente.