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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 18 de octubre de 2024.- Los exorcismos han fascinado y aterrorizado a la humanidad a lo largo de la historia. Enraizados en diversas tradiciones religiosas, estos rituales buscan liberar a las personas de entidades malignas o influencias demoníacas.
Aunque a menudo se asocian con relatos de horror y superstición, también son una manifestación del profundo anhelo humano por la sanación y la protección frente a lo desconocido.
Desde las antiguas prácticas en culturas indígenas hasta las ceremonias más formales de la Iglesia Católica, el fenómeno del exorcismo revela tanto las creencias sobre el bien y el mal como las luchas internas de aquellos que buscan liberarse de sus demonios.
En la actualidad, siguen siendo un tema polémico y atractivo. Mientras algunos los consideran una práctica necesaria para tratar trastornos mentales o espirituales, otros los ven como un anacronismo que perpetúa el miedo.
Testimonios de quienes han vivido estas experiencias a menudo incluyen descripciones escalofriantes de posesiones y luchas sobrenaturales, creando una atmósfera de intriga que atrae a curiosos y escépticos por igual.
Sin embargo, más allá del morbo, es esencial abordar el tema con sensibilidad, reconociendo la complejidad de la fe, la psicología y el fenómeno paranormal.
POSESIONES DEMONIACAS
En una entrevista exclusiva para la Agencia Nacional de Información y Análisis Quadratín, en San Luis Potosí, el sacerdote y médico Gilberto Amaya Martínez, informó que solo en la entidad potosina se han realizado cinco exorcismos en 2024, el más reciente hace cuatro meses.
Explica además que el exorcista es un sacerdote que, con la autorización correspondiente, realiza una serie de oraciones para combatir el poder del mal.
Hay un Colegio de Exorcistas que está integrado por tres sacerdotes: Gilberto Amaya Martínez, José Trejo y Fernando Valle, quienes cuentan con las herramientas necesarias para luchar contra el mal que habita en cualquier persona.
¿CUÁL ES EL PROCESO?
De acuerdo con el religioso, frecuentemente se acercan personas para solicitar apoyo por la presunta posesión diabólica que tiene algún miembro de su familia, pero de 10 casos que llegan a la Arquidiócesis de San Luis Potosí, solamente uno resulta ser verídico.
Para realizarlo, es fundamental realizar una revisión profunda donde participa un Psicólogo Perito, quien hace una serie de pruebas para identificar si el paciente tiene una enfermedad mental; el experto definirá si necesita atención médica, o bien, someterse a la liberación de una posesión diabólica.
En este sentido, dijo que el procedimiento se realiza en un lugar seguro, por ejemplo un templo católico, principalmente para evitar que el mal salga e invada el cuerpo de otra persona.
UNA MUJER, EL ÚLTIMO CASO EN SLP
Gilberto Amaya mencionó que, en San Luis Potosí se han registrado cinco casos este año y todos ellos se realizaron con éxito. El más reciente se llevó a cabo en el mes de junio, donde una mujer fue poseída por un demonio.
“Era una persona adulta femenina. Estaban todos los elementos como sonidos y expresiones, donde se manifestaba que otra realidad estaba en su persona; realmente tenía comportamientos totalmente anormales”, expresó.
En octubre de este año, la iglesia inició la investigación de dos posibles casos, ambos en proceso de revisión con el psicólogo perito.
LAS CAUSAS
Para que exista una posesión, la persona de forma consciente, libre y voluntariamente, entrega su ser a la realidad demoníaca.
“Siempre lo realizan en orden. Al pedir por algo, entregan algo, pero es un acto personal y consciente de que se vinculan, así hacen ese intercambio”, indicó el sacerdote.
El Colegio de Exorcistas ha identificado que otras personas son poseídas porque han incurrido en lo que consideran atrocidades sexuales, de corrupción, o aquellas que corrompen el ser humano.
“Aquellas que corrompen el ser humano de forma integral, que llega a establecerse como una conexión con el demonio”, destacó el sacerdote y médico Gilberto Amaya Martínez.
Según el experto, es importante considerar tres cosas: «la primera es que no se actúa a título personal, somos el medio, e instrumento para que la Iglesia y Jesucristo realicen la acción, en segundo no crear la dependencia del vínculo que se está viendo o escuchando, rompería el ritmo y paz interior que se va adquiriendo con la experiencia de trabajar con ellos”.
La tercera es psicológicamente, dijo, no hacer transferencias contra transferencias, porque hay personas que pueden expresar en su diálogo o conversación cosas que dañan a uno, entonces uno no debe de hacer la vinculación.