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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 13 de septiembre de 2020.- Las haciendas construidas a partir de la época del Virreinato en el territorio nacional fueron de gran importancia para el desarrollo económico y el asentamiento de comunidades, además de conservar durante más de tres siglos la vida política y social del país.
Actualmente, algunas de estas haciendas han logrado sobrevivir al paso del tiempo y la modernidad, aunque no sin algunos daños, por lo que en ocasiones siguen siendo productivas y en operación. En otras ocasiones, han logrado ser recuperadas y remodeladas para ser utilizadas como hoteles, restaurantes y espacios sociales.
Una de estas construcciones es la Hacienda de Bocas, localizada a unos 40 kilómetros al norte de la capital del estado y frente a la estación de ferrocarril del mismo nombre. Su fundación ocurrió hacia el año de 1558, cuando fue firmada la paz chichimeca y fue instaurado como medida de defensa el fuerte de Bocas de Maticoya.
Su nombre se deriva, de que se encuentra en un valle cercado por altos cerros, que su a vez cuenta con varias salidas o bocas. Es por esta razón que en el libro Cinco haciendas mexicanas.
Tres siglos de vida rural en San Luis Potosí, 1600-1910, de Jan Bazant, se describe que al atravesar la meseta potosina, “el tren desciende por una cañada a un amplio valle en cuyas ‘bocas’, a la altura de 1,700 metros, se yergue sobre una roca el extenso y bien conservado casco”, que además es atravesado por un mirador construido a fines del siglo pasado para ver pasar los trenes.
Asimismo, establece que durante el inicio de la Independencia de México en 1810, el capitán y administrador de la hacienda, Juan Nepomuceno Oviedo, contribuyó con 180 criados y dependientes de la región para formar parte del ejército del general Félix María Calleja.
A estos soldados se les conoció como Los Tamarindos, debido al color de las chaquetas que portaron y que se distinguieron después en la guerra al lado de Calleja y el mismo Oviedo, aunque este último cayó en 1812 en el sitio de Cuautla, después de haber sido herido mortalmente por una bala.
Durante esa época la Hacienda de Bocas se había desarrollado en la ganadería, para vender lana, pieles y sebo a los estados de Querétaro y México.
LA VIDA POSGUERRA
Después de terminada la guerra, la hacienda fue vendida a Juan de Dios Pérez Gálvez, quien se convirtió en el dueño de un latifundio de 41.5 sitios, es decir, cerca de 73 mil hectáreas, y que para entonces ya era en parte ganadera y agrícola. Lo que le hacía posible enviar maíz y otros productos agrícolas de Bocas a las haciendas ganaderas de Cruces y sobre todo a Guanamé.
Cuando Pérez y Galvéz falleció en 1848 sin haber dejado descendientes, sus bienes, incluida la hacienda de Bocas, los heredó su hermana Francisca de Paula, quien era viuda de 55 años, quien tuvo que enfrentar sola la administración de las propiedades.
Sin embargo, cabe señalar que, debido a un reclamo hecho por los campesinos de Ahualulco, para 1852 el gobierno le concedió poco más de cuatro sitios (7,400 ha), por lo que la hacienda disminuyó su territorio a 66 mil hectáreas, aunque su dueña nunca reconoció dicha dotación.
“El asunto se ventilaba todavía en 1865. En el mapa de 1866, Bocas aparece con su superficie anterior de 73,000 hectáreas”, se explica en el libro.
Para 1852, dentro de los límites de la hacienda de Bocas había un total de 794 individuos, que se esparcían en una docena de rancherías o congregaciones grandes y una docena de caseríos pequeños, con una población de cuatro mil personas. A este número hay que agregarle los peones permanentes con sus familias, por lo que se obtiene entre cinco mil y cinco mil 500 habitantes de la hacienda.
EN LA PLAZA PRINCIPAL
Actualmente, la hacienda se encuentra en la plaza principal de la delegación de Bocas, perteneciente a la capital potosina, mientras que a un costado se puede visitar la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, además de hacer caminatas y cabalgatas en sus alrededores.