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Uno de los misterios más apasionantes, convertido en leyenda y que, a 524 años de distancia, sigue generando investigaciones científicas y exploraciones de aventureros, es el tesoro de Moctezuma: la gran riqueza en oro, metales preciosos, joyas y plumajes que el último emperador mexica ocultó antes de morir apedreado durante el terrible asedio de Hernán Cortés, junto con sus aliados toltecas, totonacos, tlaxcaltecas, cholultecas y otros pueblos, a la Gran Tenochtitlan en 1520.
Los iberos, que habían escuchado versiones sobre la gran riqueza que poseía Moctezuma II gracias a los tributos que cobraba a los pueblos que sometía cruelmente, buscaron distintas maneras de descubrir su paradero. Fingieron ser amigos del emperador para ganar su confianza; sin embargo, el Gran Tlatoani jamás les reveló nada.
La avaricia de Cortés se exacerbó cuando algunos esclavos aliados lo condujeron a un cuarto repleto de riquezas, que pertenecían a Axa-Yacatl, padre de Moctezuma. Saquearon el tesoro y lo enviaron en galeones a España. Sin embargo, los barcos fueron asaltados por el pirata francés Jean Floran, quien se los arrebató hundiendo las naves.
Algunas crónicas mencionan que solo en oro transportaban 5 mil 800 barras, pero estaban seguros de que el tesoro de Moctezuma era muy superior en cantidad. Esa fue una de las causas del implacable sitio a Tenochtitlan para conquistarlo, durante el cual falleció el emperador.
Historiadores, arqueólogos y antropólogos no se han puesto de acuerdo sobre el destino del tesoro. Algunos señalan que, previendo el saqueo de los enemigos, Moctezuma utilizó canoas para llevar su fortuna y arrojarla en lugares apartados del lago de Texcoco. Otros sugieren que envió el caudal a cavernas en montañas del Valle de Anáhuac, donde los encargados del traslado fueron asesinados para que jamás se supiera dónde lo habían dejado.
Sin embargo, una narrativa apunta a que Moctezuma cargó las riquezas en canoas para trasladarlas a un lugar secreto a través del río que ahora se llama Moctezuma, el cual estaba compuesto por diversos caudales en aquel tiempo. Se supone que, tras navegar durante semanas, las lanchas con el tesoro llegaron a Taman, ahora municipio de Tamazunchale. Taman significa Lugar del Encuentro en lengua náhuatl; allí, en el cañón que forman elevados cerros, los guardianes del tesoro se reunieron con representantes del pueblo huasteco y les entregaron la fortuna para esconderla.
En un viaje por el tiempo, llegamos a 504 años después de la caída de la Gran Tenochtitlan y del encuentro entre los enviados de Moctezuma y la tribu huasteca. En la primera mitad de la década de los años 80, cuando el profesor Carlos Jonguitud Barrios gobernaba San Luis Potosí, su Secretario General de Gobierno, ingeniero Héctor González Larraga, a quien coloquialmente llamaban Tito, conoció parte de la historia sobre el tesoro de Moctezuma que podría encontrarse en Taman, ubicado en la colindancia entre San Luis Potosí y el estado de Hidalgo.
Una mañana, los habitantes de esa ahora delegación municipal despertaron por el ruido de camiones y tráileres cruzando la calle principal entre la carretera México-Laredo y el río. Llevaban maquinaria pesada, como tractores D7 y dragas, e instalaron un campamento en la desembocadura del Arroyo Grande o Arroyo de Santiago que bordea el pueblo. Extrañados, observaron cómo las máquinas comenzaron a remover piedras del lecho del río. Algunos pensaron que tal vez el Gobierno construiría una represa o desazolvaba para darle mayor profundidad al caudal.
Entre los trabajadores, corrió la versión de que lo que hacían era buscar el tesoro de Moctezuma, que el ingeniero Tito aseguraba que estaba en el lecho.
Por esa fecha, llegué, como en cada temporada vacacional escolar, a pasar unos días con mi tío Jesús Martínez, propietario del almacén general o tienda más grande del pueblo, El Arroyito, donde vendía desde aspirinas, alfileres, mantas y cuadernos, hasta maíz, frijol por toneladas, linternas de petróleo y materiales de construcción.
Cuando le pregunté a mi tío qué estaban haciendo en el río, si estaban construyendo una presa, ya que había observado desde el autobús el movimiento de maquinaria y camiones sacando piedras, se echó a reír y me contestó: Ay, sobrino, esos @#&endejos ambiciosos no están haciendo ninguna obra, buscan el tesoro de Moctezuma porque dicen que detectaron con aparatos muchos metales en el fondo y creen que eso es.
Dijo: Ven, vamos a ver. Llegamos al sitio donde la actividad era febril, sacando grandes volúmenes de piedras. Volvió a reírse y me contó algo que me sorprendió: Si supieran que no hay ningún tesoro, mira, te diré de qué se trata.
Y me contó: Tu abuelo Gregorio, mi papá, que era comerciante, fue un hombre muy enamorado que vendía mercancías diversas por los pueblos y ranchos de la región, cosa que aprovechaba para conquistar muchachas, pues era ojo alegre. Tuvo como cinco familias antes y después de casarse con tu abuela Amada.
Un día se unió a una joven llamada María y le construyó una casita chiquita y muy blanca, como dice la canción, en la orilla del arroyo, ahí donde se une al río. Tuvieron dos o tres hijos, no recuerdo bien, pero un día se desató un temporal de tormentas con mucha lluvia y viento. En cuestión de minutos, el arroyo se desbordó una madrugada y el agua, que arrastraba enormes piedras y troncos, derribó la casa y se la llevó con toda la familia y todo lo que había en su interior, incluidos unos baúles donde tu abuelo guardaba centenarios de oro, dinero y cosas de valor; no sé cuántos serían, pero se supone que eran más de seis.
Tu abuelo, en la oscuridad y desesperado, subió al segundo piso para tomar la cuna donde estaba el más pequeño de los niños; luego se agarró del tronco de un sauce con la cuna apretada contra su pecho. Al día siguiente por la mañana, vecinos que acudieron a ver el desastre descubrieron a mi papá en el árbol abrazando la cuna, pero el niño no estaba; la corriente también se lo había llevado.
En cuanto a los cofres, se fueron abriendo al estrellarse contra las rocas, desparramando las riquezas. Los cuerpos de la familia nunca fueron encontrados, ni los baúles. Los centenarios y joyas de los baúles es lo que Tito pudo haber confundido con el tesoro de Moctezuma.
Los trabajos tardaron un mes y las cosas que hallaron fueron mínimas, muy pocas según los obreros. Al final, desmantelaron todo y se fueron. Así, la controversia sobre el tesoro de Moctezuma sigue despertando especulaciones sobre si pudiera estar oculto en algún lugar de las sierras que rodean a Taman.
PD: Mi abuelo, eso sí, me dejó como tesoro un montón de tías, tíos, primos y sobrinos que creo que nunca alcanzaré a conocer, de tantos que somos distribuidos en el país y otras naciones.