Preparado Atlético de San Luis para su encuentro ante Pumas
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 28 de abril 2021.- Un año atrás las luces se apagaban, sucumbieron los doce compases del blues, la dulzura de una buena compañía se convirtió en ausencia y llamaban a una distancia insana para la humanidad, así se ensanchó la grieta del desamor para muchos que apenas lo tramaban; abrazos y besos quedaron en pausa entre las callejuelas empedradas del Centro Histórico potosino y su hechizante magia colonial, murmurada en cada jardín, iglesia o plaza.
Pero hubo alguien que no dejó consumir la esencia, pese a todo pronóstico. Finalmente, es lo único que ha logrado mover al mundo en sus muchas adversidades; después de la guerra llega la paz, a cada noche le sigue la alborada resplandeciente, en medio de una crisis destella la piedad y en la que enfrentamos todavía, no ha ocurrido distinto.
El Covid mantuvo apaciguado el vaivén por más de un año, de pronto ya desfilan los floristas, músicos y emisarios del amor regresan a la plaza Aranzazú; ahí donde se erige imponente el antiguo convento Franciscano con sus ventanales aroma a óxido, a un costado la antiquísima capilla que evoca la espiritualidad y desafiados ambos por el ambiente guapachoso al otro extremo de la callejuela.
Es el entorno, antes del encuentro con el poeta felino.
¡Ah! Ese Gusto Culposo de reactivar la vida nocturna pese a la incertidumbre, es evidente en las miradas que atisban detrás del cubrebocas, de jóvenes ataviados con jeans de Cowboys y sus espigadas siluetas en el Callejón 7B, desde ahí también es posible admirar una Luna Café, iluminando el arte huichol y sus miles de chaquiras multicolor.
EL ABOGADO POETA.
Gerardo Guerrero bien puede representar el precepto de que -para disfrutar la vida- hay que amar lo que hacemos; se adivina de inmediato en su sonrisa tímida, pero profunda, contagiosa, mientras juega con el bigote y se aproxima a paso ligero, flanqueado por los románticos balcones, testigos perpetuos de amores consumados y prohibidos
En estas noches de primavera, la enigmática agilidad del Gato Nocturno -como le apodan- va cargando sus diminutos pergaminos del amor; se distingue con facilidad en medio del pasillo, oscuro como el firmamento y ardiente como los romances más tórridos.
Pero no comercia con el amor, Gerardo se inspira, escribe y comparte por esa fuerza que no dejó sucumbir al mundo en los últimos 14 meses de desasosiego-
Dejando atrás la torre gótica de Independencia, se postra a media luz en uno de sus recovecos nocturnos, cargando su mochila con al menos un centenar de poemas, también una cangurera hechiza de piel, que se ciñe a la cintura de forma casi flagelante, el sombrero Indiana color café, permite adivinar sus ojos felinos, su cabello crespo, cenizo y también diluido por los años.
Desde hace al menos tres décadas, Gerardo Guerrero –El Gato- recorre las entrañas de San Luis Potosí, todos los callejones, laberintos, restaurantes, bares y rincones más inhóspitos del Centro Histórico, para rociarlos con la energía más límpida, tratando de recordar al mundo todo aquello que no se perdió con el azote de una pandemia.
-“Lo que sí puedo decir, es que la gente ha adoptado formas de amor muy curiosas y positivas después de esto, encontramos más empatía, personas solidarias, humanas, que se preocupan por los demás; es una buena recompensa poder ver esto, en ejercicios tan simples como el de un señor que un buen día se le ocurre hacer tortas y café, para venir a compartir con personas sin hogar (…) sí, esta pandemia nos cambió, pero nada vence al amor”.
Esta energía tiene muchas formas, y Gerardo las ha visto pasar todas durante varios años: el cariño entre padres, hermanos, parejas, hijos y hasta compañeros de trabajo, pues todos representan pequeños fragmentos de la máxima reflexión: todos nacemos del amor.
Nació y creció en la colonia Satélite, era un pequeño niño de barrio atraído por la vida noctámbula desde entonces; estudiaba la secundaria nocturna, cuando una profesora descubrió su talento para la prosa y le animó a seguir escribiendo.
Desde entonces, ha arrastrado su pluma en 10 mil composiciones idílicas, y únicas, guardadas celosamente en el papel curado con café; ninguna se repite, ha encontrado siempre la inspiración necesaria para seguir entintando cada espacio. Puede no recordar su primer poema, tampoco el último, pero sí sabe que los ha sentido todos.
-“Pues la infancia no fue color de rosa, yo vendía chicles, boleaba zapatos, repartía periódicos, hasta que ya mas grande también pude entrar al área de carga de aviones; y siempre escribiendo, desde los 16 años ya con más constancia”, narra el abogado, mientras sus yemas rozan con vehemencia la hoja de textura avejentada…como su barba retorcida.
Convencido de seguir el camino meloso, Gerardo abandonó para siempre los litigios en Juzgados familiares, un ambiente que intoxicaba por momentos y nublaba la inspiración.
-“Desde entonces aprendí eso de que es mejor amar lo que hacemos y hacer el bien, creo que es una de las lecciones de esta pandemia, ojalá que después de que termine seamos todos mejores personas, para poder decir que aprendimos todos algo”.
La gabardina London Gof color beige es el toque que encumbra al enigmático personaje del amor, dueño del tiempo y de la noches bohemias; cuando paso a paso se aproxima a cada mesa o recarga los versos en alguna barra, ahí donde el amor a veces nace, retoña o muere, en una mezcolanza absurda de dolor y adrenalina.
Su andar felino y misterioso recorre desde hace 30 años la misma ruta, ya entrada la oscuridad y entre sombras que le persiguen con el viento, humo de cigarrillo y embriagantes aromas que invitan al amor desde el barrio de San Miguelito, hasta ser testigo de secretos inenarrables en los Arcos Ipiña.
-“No nos preocupemos por el mañana, el mundo nos dio una gran lección y lo único que nos queda para quienes estamos, es amar, ponerle este sentimiento a todo lo que hagamos”.
Y el Gato comienza su andar felino, vagabundo y acechante, dispuesto a sellar cualquier grieta de la aversión, por algo le llaman… el Guerrero del Amor.