Quadratín 2025: nace NL, fragua internacionalización, ajusta Edomex y SLP
Hoy es tu metamorfosis.
Te arrellanas en el sillón ejecutivo forrado en piel, mientras miras el ir y venir de los empleados del ayuntamiento que transitan por los patios y escaleras del edificio en el que ahora nada más tus “chicharrones truenan”. Porque, por azares del destino, y caprichos de la política aldeana, esta mañana protestaste el cargo de presidente del municipio más importante de tu estado.
Afuera de la oficina quedó la algarabía y lambisconería de los funcionarios municipales más cercanos, “gente bien” de toda la vida a la que conoces desde niño porque han ido a los mismos colegios, fiestas, clubes, tiendas, plazas, iglesias, residencias, vacaciones y ahora, a esta aventura de darse un “baño de pueblo” gobernando la ciudad de la que siempre se han sentido dueños.
Ahora estás solo en la oficina, en ese delicioso momento de autocomplacencia, éxtasis y soberbia en el que piensas en todos aquellos que dudaron que llegarías a algo más trascendente que ser el hijo de tu papi. Como quiera que sea, lograste lo que ninguno de esos imbéciles y te has convertido en el hombre más importante de la ciudad. “¡Se la pelaron pendejos!”. Te ufanas.
¡Quién iba a decir que tú, ese anodino y desconocido regidor que no tuvo mayor mérito que ser compañero de mil andanzas y francachelas del alcalde sería elegido para cubrir su licencia al cargo!
Tú, que aborreces la política, los partidos, las elecciones y todo aquello que implique la miserable actividad de comprometer la conducta personal a la satisfacción de los problemas y anhelos de los otros. Si supieran cuánto desprecias las responsabilidades y cuánto disfrutas los privilegios, seguramente lo habrían pensado dos veces antes de elegirte para la sustitución provisional. Pero no fue así y en silencio te ríes de esos “estúpidos”.
El trajín gozoso del besamanos, el fino traje que compraste para este día y el calor del mediodía te recuerdan que tienes sed y que “andas querendón”.
Traes la garganta seca y la mente envenenada porque otra vez volviste a amanecer con el mismo pensamiento de hace meses. Ella. El cuerpo de ella, la mente de ella, el trapío de ella, los sentimientos de ella, el olor de ella, la cara de ella, la intimidad negada de ella.
Ella, cuyos infinitos rechazos a salir no han hecho sino picarte tu hinchado orgullo de macho “todas mías” y afrentar tu fama de mirrey “todas puedo”. ¡Cómo se le va a negar una simple empleada que ni siquiera “es de sociedad” a un regidor tan “cotizado” como tú! Y peor ahora que eres “el señor alcalde”, “¡pues ahora es a huevo!”. Te prometes.
Oprimes el botón violeta del teléfono y le instruyes a tu secretaria que te pase dos vasos con hielo gourmet, dos aguas Perrier de tu frigobar y que de inmediato cite a Ella a tu oficina. Advirtiéndole que no demore porque tienes que atender un asunto “de la mayor urgencia”. Frotas tu entrepierna y cuelgas. Te burlas.
Tienes hambre de demostrar tu poder y saciar tu apetito. Comes ansias.
Tocan la puerta para dejarte el “room service” (nunca mejor usado el inapropiado anglicismo), aprovechas para abandonar la silla presidencial y repantigarte en el sillón de la amplia sala en la que esperas a tu víctima (nunca mejor usado el brutal eufemismo).
La espera es larga para el pudor y fugaz para el instinto.Por fin llega. Ella es anunciada con su nombre y apellidos, el de madre y el de padre. Ella, que es hija, hermana, nieta y madre. Ni por la cabeza te pasa, tú solo la ves como el objeto de tu perversión. Le das la bienvenida aprovechando el beso en la mejilla para restregarla a tu cuerpo y hacerle saber a empellones que ya eres alcalde. A pesar de la incomodidad, ella te felicita genuinamente diciendo que le alegra que hayas logrado ese objetivo que tantas veces le contaste, pero tú lo interpretas como zalamería interesada.
Le pides que tome asiento y le dices que a ti te gusta ser directo. A bocajarro le preguntas si ha pensado en todas las cosas que puedes hacer ahora que eres “el señor alcalde”, ella te responde que sí, que ahora tienes el poder para resolver los problemas de la gente y de la ciudad. Escupes el agua por la carcajada que sueltas y reconvienes su inocencia. “Lo que puedo hacer por ti” le precisas, “siempre que te portes bien conmigo”, la amenazas.
“Podría, por ejemplo, darte una base con un muy buen nivel, para que asegures tu permanencia en el ayuntamiento y dejes de pasar apuros por el sueldo”, dices mientras disimulas tu jadeo, pero no la mirada sobre su busto. No te percatas que Ella se ha sentido ofendida por la grosera insinuación e interpretas su mirada incrédula como sugerencia de más ofrecimientos.
“También puedo darte un nombramiento como mi secretaria privada, para que puedas estar cerquita de mí y nadie se enteré de todas las cositas que te voy a hacer en la oficina”, continúas descarado.
La explicitud de tus obscenidades ha logrado que por fin identifique el sentimiento que tiene al estar ahí sentada: asco.
El resplandor de los símbolos que te rodean (la bandera de México, el escudo de armas de la ciudad y tus fotografías con el arzobispo, el gobernador y el fiscal) logran que ella identifique el sentimiento que le genera la respuesta que está a punto de darte: terror.
“Nunca. Ni por todo el dinero del mundo aceptaría hacer algo así” y dice tu nombre y no tu cargo, palabra que como mantra te iguala al resto de los mortales, lo que detona tu enojo y también tu excitación enferma. Te le abalanzas desesperado sobre el sillón y abusivo mueves tus manos con avidez hacia todas las partes de su cuerpo tratando de arrancar a girones su resistencia.
Con la misma boca sucia que dijiste “sí, protesto”, ahora le dices lo que en tu mente son “cachonderías”, pero en realidad nada más que bajezas y vulgaridades que la hacen sentir humillada, violentada y amenazada a un punto que como puede te avienta, se recompone y sale huyendo de tu oficina con lágrimas en los ojos y una enorme ofuscación por que no alcanza a entender porque has usado el cargo de mayor honor de la ciudad para comportarte como un depredador sexual.
La incongruencia se explica porque ella piensa con la dignidad con la que ha vivido desde que nació y porque esa dignidad tú nunca la conociste y solo la has fingido para disfrazar la bestia que hoy le revelaste.
“Pinche vieja”, dices mientras lamentas no haber consumado tus apetitos. Ni por la cabeza te pasa que ella pueda denunciarte, menos aún que pudiera ocurrir algo con esa denuncia. Estás seguro de que el partido del actual gobernador seguirá en el poder, que tu “brother” el alcalde será reelecto y que tu incondicional amigo el fiscal seguirá en el cargo hasta 2024. Vueltas que da la vida.
“¡Qué a toda madre se siente el poder!”, disfrutas mientras magnánimo le perdonas a Ella la majadería de haberte rechazado y piensas en la próxima chance que le vas a dar de “cogerse a alguien de buena familia, que además es alcalde y encima de todo, es tan buena persona que le va a dar un mejor trabajo”. “Pendeja”, la calificas: “oportunidades así no se dan todos los días”. ¡Si lo sabrás tú!
Vuelves al trabajo y recuerdas que para festejar prometiste una “mega peda” para esta noche. Le pides a tu secretaria que reserve cena para 20 personas en el mejor restaurante con solo dos condiciones: un privado discreto y que la factura pueda ser cargada al presupuesto municipal.
Las atrocidades en este país, jamás son mera coincidencia.