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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 30 de marzo de 2019.- En el Museo Federico Silva Escultura Contemporánea, se expondrá a partir de este viernes y hasta el de 16 de junio, la exposición “Devenir de la Forma” del artista mexicano Pablo Olivera.
El escultor, quien trabaja desde hace 30 años en Tlaxcala, indicó que para su obra se planteó en dos conceptos por el acabado de sus piezas: en color negro y en oxido.
En el primer caso, decidió pintarlas de negro para acentuar la neutralidad visual de cada una de sus esculturas y la lectura de la forma, a través de los perfiles que se contraponen a su espacio.
Mientras que la oxidación lo libera de la idea de tener a sus piezas pintadas, pulidas; solía obsesionarle que sus obras no se golpearan o se astillaran. “Difícilmente algo no deja de sentir el paso del tiempo (…) la escultura en esa realidad de objeto creado, también el tiempo va sobre él”. Además de que le interesa porque acentúa la materialidad propia del metal y ese carácter temporal, que ocasiona que el metal vuelva a ser polvo de fierro.
A Olivera también le parece sorprendente el término de la museografía, realizada por Daniel González, pues el espacio le parece como recorrer y vivir dentro de una escultura, además de que las piezas son descubiertas desde diferentes ángulos.
El artista indicó que en ocasiones a los creadores no les parece que se les especifique que pertenecen a tal corriente, sin embargo, acepta que el constructivismo dentro de su trabajo es una manera de ser, pues él arma las pieza a construyéndola, no las talla o las modela, “creo que la idea de una construcción de una forma unitaria a partir de partes y que generen un sentido visual, es parte de lo que yo busco”.
Sin embargo, no tiene un estilo definido, pues no cree que haya que adecuarse a uno o repetirse como un síntoma del comercio de la obra. “Esta libertad creativa es fundamental en todo artista, si uno se estabiliza en una manera de ser porque el mercado ya lo acaricio a uno y se empieza a repetir, ahí se acabó la vida del artista, ya no hay creación”.
El no ser consentido de una galería, le ha permitido a Olivera tener la libertad para crear, buscar nuevas formas de hacer sus piezas; la esencia de su trabajo es pasar de un plano a la parte tridimensional, hacer un corte, crear un dobles, hacer curvas.
Para Olivera, contemplar su exposición en el museo le permite apreciar las sombras que generan sus esculturas, es un acento que vuelve al espectador más sensible al fenómeno real de la pieza, que es la tridimensionalidad, sombras consecuentes de la geometría, “no es el puro objeto, sino también lo que genera”
Algunas de sus piezas tienen un elemento musical que le agrada al escultor; encuentra una relación entre percusión y silencio, la forma y el espacio, “cuando hago escultura y voy a la batería, hay una sensación de estructuración de la forma, hay una hermandad en las sensaciones”.
Indicó que se tiene que educar al ojo, el primero observar las piezas sin buscar en ellas la sugerencia del título, ya que la libertad de lectura de las formas es un derecho como personas que ven una exposición, por lo que el imponer un significado le quita su misterio, “creo que la escultura, si algo tiene para mí, es un carisma de misterio implícito que yo no quisiera descifrarlo”.