Trump, ¡uy que miedo!
Este espacio abrió, el 25 de noviembre, una discusión sobre cómo la dupla Conocimiento y Educación, CE, es distinta a la tripleta de Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, aunque pueden llegar a coexistir.
Ahora se toman elementos históricos de cómo algunas instituciones educativas han buscado la coexistencia de CE y CTI con escaso éxito, no sin señalar que las instituciones de educación superior, IES, son reconocidas por la sociedad mexicana.
Ante el compromiso que significa la carga docente respecto de las emergentes condiciones de generación y aplicación del conocimiento, las IES optaron por diferentes modelos en las tres últimas décadas del Siglo XX.
Se diversificaron las figuras de contratación de personal para distinguir al profesor-docente del profesor-investigador, la primera se caracteriza por una carga educativa ante grupo tal que eventualmente se alcanzaba una especialización en transferir conocimiento asimilado, sin la generación de nuevo, mientras que a la segunda se le exige la generación y aplicación de conocimiento a cambio de una reducción de horas ante grupo.
Ante implicaciones laborales, mientras se trata de impulsar la ciencia, es común que en las IES se recurra al Sistema Nacional de Investigadores, SNI, para distinguir entre las actividades de esas dos figuras; situación que no ha mitigado la brecha de desigualdad de condiciones entre el personal contratado de tiempo completo, agudizada por presiones presupuestarias mientras que la demanda de cobertura en matrícula es creciente.
Un efecto de la desigualdad en condiciones laborales fincó una paradoja sobre la generación y aplicación del conocimiento; el personal docente ha buscado, legítimamente, estudiar doctorado para reincorporarse como profesor-investigador ya que significa menos carga docente mas la beca del SNI; no obstante, la falta de vocación científica trajo publicaciones de bajo impacto destacadas por cantidad mas que por calidad en el conocimiento generado con desgaste de su actividad científica.
Parece una obviedad, pero su manejo en es claro para las IES, una vocación es la docente, otra la científica, se implican quehaceres diferentes de posible coexistencia.
Otras IES incorporaron, sin exclusión en las figuras de contratación, alternativas en sus dependencias.
Así unas han cambiado de facultades a departamentos académicos, fue el caso de la Universidad de Guadalajara.
Otras impulsaron institutos de investigación independientes de sus facultades, como en el caso de la UNAM y la UASLP, por ejemplo; mientras que la conformación de centros de estudios de posgrado también fue emergente, en semejanza a las escuelas de graduados en medicina.
Esta alternativa en la estructura de dependencias tampoco ha resuelto la brecha de desigualdad en el quehacer y saber al interior de las IES; de hecho, algunas dieron marcha atrás en la creación de nuevos institutos, como en la UASLP, mientras que en otras burocratizaron con resultado terrible para la creación de institutos, como en la UNAM.
Han logrado, medianamente, darle la vuelta, en la UASLP permitieron coordinaciones académicas, que funcionan como institutos, y en la UNAM centros de investigación, como institutos en gestación; todo en el único efecto de dificultar la administración y gestión universitaria, además de agudizar la desigualdad interna.
Algunas, las menos, han permanecido con estructura de facultades y, a tropiezos, flotan en la coexistencia de la CE y CTI, es el caso de la UANL.
El ahora Tecnológico Nacional tiene dependencias que han logrado sortear la formalidad de CE en el contexto de la generación y aplicación del conocimiento, es el caso del Tec. de Celaya.
Esa idea se federalizó y dio paso a Centros Públicos de Investigación coordinados por CONACYT, sólo se amplió la brecha del quehacer y saber sin resolver el problema nacional, sin estructurar una cadena de valor científica.
México no ha resuelto la coexistencia de CE y CTI, hecho que abre la necesidad de normar.