
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
Hace poco mas de cuatro lustros, tiempos de mocedad, en la perla tapatía solía frecuentar talleres y círculos literarios.
Amistades contertulias procurábamos experimentos mentales de diversa índole, incluía la escritura y lectura de estructuras literarias, desde Haiku, pasando por sonetos y décimas, hasta cuento y prosa poética.
Muchas veces los ejercicios eran convenidos para efectuarse en casa y leerlos en grupo a fin de comentar sobre lo hecho; en otras ocasiones lo ejercicios se formulaban como juegos in situ.
Uno de esos juegos de ejercicio literario consiste en conformar equipos, no menos de cuatro personas y no mas de diez; a cada miembro se le pide que escriba una sola palabra, salvo verbos compuestos como el infinitivo «ir a», a unos un sujeto, a otros un verbo, en conjugación especificada, a otros mas calificativos o adverbios y así sucesivamente se procede en hacer rondas.
A cada palabra escrita se imponía parámetros, como longitud o carácter, luego se doblaba el papel a fin de ocultarla con el objeto de reducir la influencia sobre quien sucediera en la escritura.
Al término de algún número de rondas, previamente acordado en el equipo, se desdoblaba el papel y se daba lectura de corrido al texto.
No es infrecuente que algunos escritos fueran interesantes, aunque tampoco sorpresivo que algunos fueran absurdos; la comparación con tendencias literarias, incluyendo la literatura de lo absurdo, existencialismo, impresionismo, realismo mágico o mas, permite reflexión y propicia discusión y conversación.
Un resultado recurrente concierne a que la composición literaria mas valiosa no era lo que resultare del ejercicio descrito arriba, sino la obra que implica imágenes, historia, anécdota, interpretación y concepción de vida; las distintas corrientes literarias obedecen a estos factores y no a los criterios alimentados en un ejercicio con reglas predefinidas.
Los criterios y reglas predefinidas en ese ejercicio son comparables a los parámetros que la Inteligencia Artificial conocida como ChatGPT; el número alcanza 175,000 y las reglas predefinidas con los criterios de entrenamiento.
Sin denostar las potenciales aplicaciones y el mercado al que puede satisfacer, incluso se prevé que pueda destronar a Google, hay riesgos en este producto de la Ciencia, Tecnología e Innovación.
Hace poco escuché a una persona asegurar que toda la información ya estaba en internet, que lo que le preguntaras a Google, éste tenía información.
Ese comentario sólo hace obvio que muchas preguntas son repetidas, pero las preguntas novedosas, aquellas de las que la red no tiene información, son las que impulsan a la investigación científica; así que quien hace preguntas repetidas y previamente formuladas, encontrará respuesta ya construidas, pero eso no es ciencia o arte.
Lo mismo pasará con ChatGPT, guarde usted esta aseveración, ya que no hay tecnología basada en silicio que pueda competir con la mente humana; el cerebro tiene 10 a la 10 (algo como 10 mil millones) de neuronas, cada una con un par de decenas de parámetros, comportamientos y condiciones; es muchísimo mas que los 175,000 parámetros de ChatGPT.
Este hecho da la oportunidad que cerebros con interconexiones neuronales sean de personas brillantes e irrepetibles, de ahí tendencias de arte que maduran y fallecen (impresionismo, expresionismo y cubismo en pintura, además de las tendencias literarias comentadas arriba).
También de ahí grandes preguntas científicas, ¿de dónde vino el agua que tenemos en La Tierra?, ¿cuál es la definición de vida?; medimos el tiempo, pero ¿qué significa?; ¿es el tiempo un vector o un escalar?
Los riesgos son que tesis, obras y postulados sean reproducidos en masa, como automóviles o pantallas planas, pero luego del plagio demostrado e impune de la ministra en la SCJN, los riesgos son mayores a la sociedad, derecho y economía.
La alternativa es formar recursos humanos que sí usen sus neuronas, que aprovechen su experiencia, entorno y vida para crear, contestar y resolver.