Detienen a chofer de transporte de personal que amenazó con arma a pasajero
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 1 de diciembre de 2018.- A unos minutos del inicio de la presentación de Carmina Burana, llegan personas a ocupar butacas vacías y hasta el anuncio de la tercera llamada las puertas son cerradas…las luces se apagan… y todo se transforma.
El inicio es enérgico, caótico, pues Fortuna aparece en el escenario y no distingue de nadie para hacer lo que le place. Su himno demandante y duro, no tiene compasión; quien alguna una vez ocupó su trono lo ha perdido y por la misma Fortuna lo ha vuelto a recuperar.
La presencia de Flora y Febo anuncia la llegada de la primavera, los nuevos comienzos y el renacimiento. Junto a ellos, reposan las doncellas y el dios Céfiro mientras la música juguetona, evoca las alegrías de una temporada llena de frescura y color.
Y así como llega la primavera, el amor inunda los pensamientos del hombre.
En el prado, mientras el color de los árboles regresa, un hombre busca a su compañero perdido al cabalgar.
En algún punto se han encontrado tres jinetes en medio de la espesura del bosque y una bella doncella acapara su atención, de la misma forma en la que se tocan los instrumentos con coquetería para atraer a sus oyentes.
No se les ha dado otra opción más que caer enamorados por ella y, con el uso de su encanto, tratan de ganar su corazón. Sin embargo, han fallado, pues la doncella no los ha encontrado dignos de su afecto.
En una oscuridad casi total, serena y nostálgica, diez doncellas envueltas en oro danzan con movimientos ligeros y con armonía; danzan por el verano en el que estarán sin compañero.
Pero, así como las nubes anuncian tormenta, el rojo caótico, desesperado y con furia ilumina a un hombre atormentado que busca compañía, observado por una audiencia que rechaza su presencia, mientras él se mantiene desafiante.
Solo una mujer parece interesada por él y su tormento atrayente; tentador como una manzana roja madura, pero antes de que pueda acercarse, otro hombre, cual amante celoso le impide que continúe con sus intenciones. Sin embargo, el interés de la fémina por el hombre atormentado ya ha sido sembrado.
Quien antes fue bendecido por la Fortuna ahora ha sido hecho prisionero por un guardia del averno, que vigila al cisne caído y lo mantiene entre sus garras sin darle oportunidad de liberarse. Su voz llena de pesar y desesperación, refleja su suerte que ya ha sido echada.
En la Taberna todos son descarados. Apuestan, ganan y pierden, beben y el pudor se pierde; los miedos se han ido y las vidas de los hombres están echadas a la suerte.
La mujer de rojo que una vez se vio atrapada, desata con soltura y energía, la trenza que alguna una vez la mantuvo cautiva. Ha nacido de nuevo.
Las muchachas y muchachos que se encontraron en la pradera han sido flechados por un Cupido que parece inocente. No todos son tan afortunados, pues hay una doncella que se ha quedado sola y, con tristeza y desesperación trata de encontrar a su pareja, pero ya todos los jóvenes tienen a su amor.
Dos jóvenes se han encontrado y el enamorado se ha propuesto conquistar por completo a su novia, quien se ve envuelta en una encrucijada pues tienen que elegir entre el pudor o el deseo. Finalmente gana el amor por su dulcísimo mancebo y ambos se entregan con pasión sin remordimiento alguno.
Y regresa la Fortuna, constante como la muerte, coronada como emperatriz del mundo y siempre triunfante. La única presente en la vida a quien no le importa quien está arriba o abajo.