Refuerza Ayuntamiento seguridad con tecnología en la capital potosina
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 10 de noviembre de 2019.- Para hablar de la Basílica Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe hay que remontarse a inicios del siglo XVII, cuando casi 500 años después de la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac -en 1531-, venerarla comenzó a tomar fuerza en otras partes del país.
En el caso de San Luis Potosí, su culto inició en un altar de la Iglesia de San Francisco, gracias a Fray Juan de Lazeano, quien trajo una imagen de la morenita desde la Ciudad de México.
Entre sus devotos se encontraba Gaspar Núñez, un vecino acaudalado y Francisco de Castro Mampaso, tesorero oficial de la Caja del Rey, quienes proyectaron la construcción de una ermita a la Virgen de Guadalupe en 1654.
Sin embargo, hasta que no reunieron los fondos suficientes se comenzó a levantar la obra, la cual se terminó de construirse a finales de 1661. En ella se colocó una imagen traída también de la capital del país y se le rindió culto hasta que comenzó a cristalizarse el nuevo santuario.
Años después, en 1737, ante la declaración en la Ciudad de México que el 12 de diciembre estaba dedicado a la virgen, se hizo lo mismo en San Luis y otras partes del Virreinato, por lo que, a partir de ese año, todo fue más solemne y el Ayuntamiento tomó más participación en esta fiesta guadalupana.
Ante el desgaste y las fallas en la construcción de la ermita, el Ayuntamiento -que ejercía como el patronato de la iglesia- decidió construir un nuevo templo para la veneración de la Virgen de Guadalupe, y el 27 de septiembre de 1772 se colocó la primera piedra del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
EL NUEVO TEMPLO
El proyecto quedó a cargo de Felipe de Cleere, quien trazó la arquitectura metros más adelante de la antigua ermita, y la que antes solía ser su fachada sirvió como pared posterior de la sacristía. De acuerdo con Manuel Muro, en Historia del Santuario de Guadalupe de San Luis Potosí, el cuerpo de esta iglesia aun existe, así como un pequeño cuarto a su costado, que probablemente servía como sacristía.
A medida que avanzaba el proyecto, el culto a la virgen fue haciéndose más difícil e incómodo, lo que obligó al Ayuntamiento a suspenderlo hasta terminar las obras. La imagen de la virgen, otros santos, ornamentos, etcétera, fueron trasladados temporalmente a la Iglesia de la Compañía, donde permanecieron hasta la dedicación actual del santuario.
Ante la falta de recursos para completar la obra, De Cleere hizo un llamado a la población para recaudar fondos, por lo que comerciantes, propietarios de medianas porciones y pobres, contribuyeron con lo que disponían.
Poco después, en 1776 De Cleer fue llamado a la Ciudad de México para ocupar un cargo en el ramo de Hacienda; antes de su partida dejó marcado lo que faltaba de la obra conforme a su diseño, por lo que el Ayuntamiento encomendó la colecta de donativos y el cuidado de los trabajos a Francisco de Sales Carrillo.
Para 1799 -cuando el proyecto estaba en manos de Francisco de la Gándara- el interior del templo estaba concluido, aunque faltaban las torres, de las que solamente había un cuerpo en la derecha y la casa habitación del capellán, que también estaba destinada a recibir al Ayuntamiento y demás autoridades.
CURA HIDALGO: PRIMER MISA
El 13 de octubre de 1800 se dio la ceremonia de la bendición, que vio la presencia de tres figuras fundamentales para la Independencia de México, pues se contó con la participación de las tropas del ejército de la 1ª compañía del Regimiento Reina para despejar la plaza, operación a cargo del capitán Ignacio Allende, mientras que el cura Miguel Hidalgo y Costilla ofició la primera misa que se cantó en la iglesia.
En los meses de abril a septiembre de ese mismo año, el ayuntamiento se encargó de derribar las milpas y solares que obstruían el paso recto al Santuario desde la espalda del Templo de la Merced. Desde entonces, el camino quedó recto y empezaron a construirse fincas a los lados oriente y occidente.
Mientras que los álamos que existen en el centro, y que forman una calzada, fueron puestos en 1831, y el embaldosado en 1854 y 1855. La Caja del Agua, las otras fuentes y el jardín fueron construidos y plantados en 1831 bajo el diseño y dirección del ingeniero Juan N. Sarabia.
Ante la publicación de la Leyes de Reforma entre 1855 y 1863, que separaba a la Iglesia del Estado, el Ayuntamiento no pudo continuar con el patronato del Santuario de Guadalupe, por lo que se nombró a una junta de 12 personas para que se encargaran de él.
Y, aunque así lo hizo de 1861 a 1863, al año siguiente el ayuntamiento volvió a recibir el patronato bajo el Gobierno imperial, aunque esta situación duró muy pocos meses debido a los siguientes acontecimientos.
Desde 1800 hasta 1871, el templo vio interrumpido su culto en dos ocasiones. La primera por órdenes del general Santa Anna a finales de 1846, pues mandó que fuera ocupado por un cuerpo del Ejército que marchaba a la frontera para enfrentarse a soldados americanos durante la Intervención. La segunda ocurrió en 1864, cuando fue ocupado por un regimiento del ejército francés, que lo utilizó como cuartel y fábrica de pólvora; poco después, a la entrada del ejército liberal en 1867, el Santuario siguió ocupado como bodega de pertrechos de guerra.
RENACIÓ EL FERVOR
Así permaneció hasta 1871, cuando vecinos de la ciudad le solicitaron al general Mariano Escobedo que devolviera el templo para destinarlo de nueva cuenta al culto, por lo que ese mismo año comenzó su restauración, quedando a cargo Cástulo Camacho para construir el altar. El 2 de diciembre se reconcilió el templo y al día siguiente se trasladó la imagen de la Virgen de Guadalupe, que data de 1838 y que continúa en el templo.
Posteriormente, en 1903 se consagró el templo y se construyó su ornamentación mural y pavimentos; el altar mayor de estilo neoclásico se elaboró en 1871. Sus torres son de tres cuerpos y de las más altas de la ciudad, con 53.20 metros, mientras que en su sacristía se cuenta con una colección de pinturas de Francisco P. Herrera.
Finalmente, el 27 de mayo de 1991, fue denominada como una de las 32 basílicas menores de México, al tiempo que la solemnidad de su culto y las celebraciones del 12 de diciembre continúan siendo un evento extraordinario, en el que los fieles de la Virgen de Guadalupe concurren en gran número para visitarla.