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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 5 de julio de 2025.- La escena es común: una persona saca su celular para revisar la hora y, sin darse cuenta, termina navegando durante minutos entre notificaciones, redes sociales o mensajes. Al paso del día, esta acción se repite decenas, incluso cientos de veces. El fenómeno tiene nombre: adicción al celular, una forma moderna de dependencia que crece silenciosamente entre la población mexicana.
De acuerdo con datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), México cuenta con más de 95 millones de usuarios de smartphones, y más del 80% del acceso a internet se realiza desde dispositivos móviles. En San Luis Potosí, como en otros estados, el celular ya no solo es una herramienta de comunicación, sino también de trabajo, educación, entretenimiento e incluso seguridad personal.
Uno de los síntomas más comunes de esta dependencia es la ansiedad que genera el ver cómo se agota la batería. “Cuando el celular se queda sin pila siento que me quedo incomunicada, sobre todo si estoy fuera de casa. Me da hasta angustia”, relata Mariana, una estudiante universitaria potosina de 21 años.
Los psicólogos lo describen como ansiedad anticipatoria: la sensación de vulnerabilidad al no poder acceder a información, mapas, llamadas de emergencia o redes sociales. Esta ansiedad se agrava en contextos urbanos donde muchos servicios —como transporte, pagos o trámites— están ligados al teléfono móvil.
Otra experiencia común es el sobresalto que se experimenta al no encontrar el celular en el bolso o bolsillo. Aunque dura apenas unos segundos, la sensación es intensa: sudoración, taquicardia, bloqueo mental. Este fenómeno, llamado coloquialmente “microinfarto”, está relacionado con la nomofobia, es decir, el miedo irracional a estar sin el teléfono móvil.
Según especialistas, esta reacción tiene raíces neurológicas. El uso constante del celular estimula la liberación de dopamina, un neurotransmisor que regula el placer y la recompensa. La ausencia del aparato provoca un “síndrome de abstinencia digital” que puede afectar el estado de ánimo.
Tras la pandemia el uso del celular se ha intensificado. Muchas personas continuaron trabajando, estudiando o emprendiendo a través de sus teléfonos. Aplicaciones como WhatsApp, TikTok y Facebook son las más utilizadas, tanto en zonas urbanas como rurales.
“El celular es mi oficina”, afirma Alejandro, repartidor de comida por app. “Sin internet no puedo trabajar, y cuando se va la señal, simplemente no tengo ingresos”. Casos como el suyo muestran cómo la dependencia tecnológica no es solo emocional, sino también económica.
Diversos estudios en México alertan sobre las consecuencias del uso excesivo del celular:
Para los jóvenes potosinos, la presión de estar disponibles todo el tiempo, responder mensajes de inmediato y mantenerse activos en redes puede convertirse en una carga emocional. Padres y maestros también reportan una baja en el rendimiento académico y en la capacidad de atención.
Los expertos recomiendan establecer horarios para el uso del celular, evitar usarlo en momentos de descanso (como antes de dormir), y fomentar actividades fuera de la pantalla. También es clave hablar del tema sin estigmas y con conciencia: no se trata de satanizar la tecnología, sino de aprender a convivir con ella de manera sana.
Mientras tanto, el teléfono sigue sonando, vibrando, notificando… y nosotros seguimos revisándolo, a veces sin saber por qué.
Reproducción autorizada citando la fuente: Quadratín SLP
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