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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 31 de julio de 2025.- Aunque cerrar la llave mientras uno se cepilla los dientes o acortar el tiempo en la regadera son acciones frecuentes para cuidar el agua, la mayor parte del consumo hídrico proviene de lo que comemos.
Así lo revela un análisis basado en datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, que señala que el 86 por ciento de la huella hídrica en México está relacionada con los alimentos y bebidas.
Una hamburguesa puede requerir más de dos mil litros de agua para llegar al plato. Un solo taco al pastor —entre la carne, la tortilla y la piña— puede representar hasta 851 litros de agua consumidos.
Estos datos muestran que muchas decisiones cotidianas relacionadas con la alimentación también impactan la disponibilidad del recurso.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción ganadera utiliza cerca del 70 por ciento del agua extraída de ríos y reservas subterráneas, frente al 20 por ciento destinado a la industria y el 10 por ciento al uso doméstico.
“Cada alimento es el resultado de un sistema de producción que exige enormes cantidades de agua. ¿No deberíamos empezar a comer con conciencia hídrica?”, plantea Lucas Barrionuevo, especialista en consumo responsable y gestión del agua.
Producir un kilo de carne de res requiere aproximadamente 15 mil 400 litros de agua, mientras que un kilo de verduras consume cerca de 322 litros. El simple desperdicio de una porción de jamón equivale a tirar 500 litros de agua.
Frente a esta problemática, especialistas han compartido cinco acciones prácticas para reducir el impacto hídrico asociado a la alimentación diaria:
Reducir carne y lácteos: Sustituir carne de res por pollo ahorra más de 11 mil litros por kilogramo.
Aumentar frutas y verduras: Cambiar proteínas animales por vegetales puede reducir hasta 30 veces el consumo de agua.
Evitar el desperdicio de alimentos: Planear compras y conservar bien los productos puede reducir significativamente el gasto hídrico.
Preferir productos locales y de temporada: Transportar y conservar alimentos foráneos o fuera de temporada implica mayor uso de agua.
Elegir calidad sobre cantidad: Consumir menos, pero mejor, puede ahorrar hasta cinco mil litros semanales.
“Lo que ponemos en el plato también importa. Cada alimento representa litros de un recurso vital que hoy está en crisis”, señaló Leandro Barrionuevo, experto en sostenibilidad.
En tiempos de sequía y desabasto, la alimentación también se convierte en un acto de conciencia ambiental. Conocer la huella hídrica de cada antojo permite tomar decisiones más informadas y responsables con el planeta.
Reproducción autorizada citando la fuente: Quadratín SLP
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