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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 3 de noviembre de 2018.- Ocho melodías, un mono de peluche y 45 kilos de madera en un organillo, han sido el sustento de Uziel Rodríguez Hernández en los últimos veinte años, tiempo que ha dedicado al oficio de organillero como parte de su historia familiar.
Originario de la ciudad de México, relata cómo a los 20 años de edad tuvo en sus manos el organillo que hasta ahora le acompaña recorriendo todo el país, al compás de melodías de antaño que evocan a la época revolucionaria.
“Con el instrumento vamos recorriendo varios estados, aunque no nos hacemos ricos sí es suficiente para mandar a la familia y por fortuna la gente todavía valora este tipo de música, andamos sacando libres de pasajes y comida algunos 250 pesos”, compartió.
Estos aparatos musicales datan de entre 1890 a 1910, a lo largo del tiempo su historia precisa que fueron parte de un obsequio que brindaron los alemanes al ex presidente, Porfirio Díaz, quien repartió al pueblo mexicano los 500 ejemplares recibidos.
Uziel rememora que su padre y abuelo compartieron con él historias verídicas de la época revolucionaria, cuando los organilleros debían utilizar uniforme color beige para no ser confundidos por tropas enemigas mientras ambientaban a los Dorados de Villa, quienes vestían este tono durante las batallas.
“Según contaba mi abuelo, si el organillero no llevaba esa ropa podrían asesinarlo por error y fue que se decidió que vistieran igual que los Dorados de Pancho Villa, cuando acababan los enfrentamientos y había fiesta, ponían el ambiente, también al sepultar a los caídos”, mencionó.
Se estima que en la ciudad de México hay cerca de 50 aparatos, todos de la marca Armonipan -hechos en Berlín, Alemania- pero el resto se ha ido perdiendo a lo largo de la historia, hoy se consideran invaluables.
A Uziel lo acompañan melodías como Volver Volver, Dos Hojas Sin Rumbo, Las Otras Mañanitas, además de los vals Alejandra, María Elena y Los Patinadores; también lo escolta el mono de peluche llamado Pedro, en remembranza de los chimpancés que antes se utilizaban para pedir cooperación a los pobladores.