Preparado Atlético de San Luis para su encuentro ante Pumas
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 11 de julio de 2024.- La epifanía de Alfredo llegó una tarde frente al entonces moderno telefax que recién habían adquirido en Pulso, entre las breves líneas que emergían lentamente dando forma a un singular copete: “¡Cuánto apuestas a que es Marilyn Monroe!”, retó a la encargada de sostener la hoja hasta el final de su impresión.
El peinado de la rubia explosiva fue trazado por David Levine, un caricaturista prolífico de The New York Review of books que se volvió inspiración desde entonces; “me impactó mucho, yo solo hacía siluetas y con él aprendí lo que era el fondo de los rostros, las líneas rectas y la malla que marca profundidad (…) practicaba mucho, pero no me salía”.
Conectó con el achurado en un sueño vívido, igual que aprendió a leer las manecillas del reloj en una ensoñación de su primera infancia.
Al despertar ya no estaba contento con seguir dibujando futbolistas, balones, redes o cualquier figura de la vida deportiva potosina; días después del cuarto aniversario de Pulso, tuvo la oportunidad que añoraba frente a la puerta del otrora director editorial, Juan José Rodríguez “El Tigre”.
Entró como un desconocido; “me dijo ¿tú quién eres? (…) soy el caricaturista de deportes, y justo ahí le pedí oportunidad del cambio, preguntó si sabía algo de política, cuando dije que nada, le pareció perfecto; me explicó que empezaríamos con el lápiz, luego unas correcciones y a entintar, pensé ¡en la madre! ¿en qué me metí?”
“Quítale, ponle, borra, modifica, escribe, cambia», eran frases cotidianas que atendía como ajustes o retoques a sus 28 años, hoy en día, la remembranza editorial tiene otro nombre: censura.
Esas enmiendas no duraron demasiado, cuando Fausto Zapata Loredo ganó la gubernatura de San Luis Potosí (1991) convocó al Tigre como asesor y dejó los pasillos del periódico, en Galeana, para ceder la batuta a don Florencio Ruiz de la Peña.
Llamada imposible al ladrillo blanco
Urdió un elaborado plan para imponer su primera caricatura sin pasar por el grafito, a hurtadillas, pretendía colar su hoja entre los esquemas que ponía El Caballo sobre el escritorio de Florencio, esperando el VoBo para enviarlo a la rotativa.
“No me salió como esperaba, de inmediato me reprendió porque iba en tinta y El Tigre le dijo que yo debía entregarlo en lápiz; le dije que no era cierto, que le llamara para salir de la duda si gustaba, me senté con total seguridad”.
Juan José imponía modernidad por aquellos días, con un teléfono portátil color blanco que pesaba al menos un kilo; la buena noticia para Pingo era que don Florencio no sabía marcar desde la oficina a un celular, jamás logró la llamada del desmentido, y así se publicó la primera caricatura sin mutilaciones, dedicada al PRI.
Alguna verdad incómoda para el partido con el que comulgaba Florencio generó reclamos al siguiente día, junto a la exigencia de filtrar sus trabajos como antes, con pruebas a lápiz; Alfredo se negó y terminaron enzarzados en una batalla cotidiana que generaba agravios mutuos, al menos cuatro veces por semana.
“Me gritaba, le gritaba, hasta que renuncié (…) luego volví, y el señor Mireles me sugirió recortar letra: mire, piénsele tantito, le pone mucho texto y ahí anuncia el mensaje. Lo entendí, y entonces aprendí a esconder lo que quería decir”.
Las verdades incómodas para el poder
Cuando el partido más antiguo de México -el PRI- no necesitaba alianzas, la intensidad de los trazos de Pingo incomodaba; cuando al PAN logro romper la hegemonía, fue peor; cuando volvió el tricolor a Palacio, pintaba igual, y al arribo del gallardismo versión verde ecologista, no tendría por qué ser distinto.
Todos los partidos políticos se han sentido agraviados, por ende, no fueron pocos los gobernantes que pidieron su cabeza, algunos con sugerencias sutiles, presiones de todo tipo -incluidas las comerciales- y hasta con emisarios amenazantes, enfundados en cargos de comunicación social y asesores políticos timoratos.
“En tiempos de Marcelo de los Santos comenzaron a filtrar la caricatura antes de que saliera; y el colmo fue cuándo llegó Juan Ramiro Robledo a reclamar por un dibujo que apenas estaba haciendo”, ahora son anécdotas, pero suena a que fueron encuentros difíciles.
Huyendo del hostigamiento y la deslealtad laboral, Pingo se refugió de nuevo en un rincón de la infancia, cuando la abuela le facilitó un espacio para dibujar en su casa.
Entre otros reclamos más viscerales, puede recordar el de la familia Garfias y un añejo conflicto por la tierra en la salida a Guadalajara, nacía el segundo milenio.
«Hice una mona reclamándole al gobierno por sus tierras, con un vestido extenso al que le faltaba una pequeña pieza y esas eran las tierras que ellos reclamaban a los ejidatarios, teniendo todo lo demás; al arquitecto Garfias no le pareció y cuando llegué al periódico me entregaron un papel”.
La papiroflexia visceral ocultaba un mensaje claro bajo el sello de cinta diurex: “si tienes los suficientes (/%$?¡#(… márcame”. Nunca antes el teléfono de recepción tuvo tanto eco, al descolgar la llamada de Alfredo, el interlocutor profirió todas las bajezas que podía escupir su boca: “eres un hijo de tu /=?””¡$#/&¡¡”, fue lo menos soez.
La exigencia al dueño del periódico para que despidiera al osado dibujante no se hizo esperar, pero tuvo que pasar formarse porque no fue la primera, ni la última.
El último embate, en color verde.
La intolerancia de algunos gobernantes en este país es inaudita, y para nada privativa del salón Tesorería, a diario escuchamos una completa incapacidad para admitir la mínima crítica, y es un síntoma grave de lo que enferma a la democracia mexicana, que parece estar dando sus últimos estertores.
Algo similar ocurrió a Pingo con el último gobernante de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona, aunque muy pocas líneas -incluidas estas- se redactaron para llamar a la tiranía por su nombre.
«Un 16 de septiembre publicó un video en redes sociales, donde acusaba que los caricaturistas -sin decir mi nombre- que lo dibujaban eran unos corruptos y transas, nadie lo hacía además de mí”, así el mandatario cambió el grito de independencia, por uno de intolerancia.
Aunque el video no tendría mayor relevancia, fueron las irracionales respuestas y amenazas, las que llevaron a Alfredo a presentar una denuncia formal en la Fiscalía y pedir la intervención del Mecanismo de Protección a Periodistas.
Su domicilio personal, amenazas, ubicaciones y agravios que exponían a toda su familia, le dieron un golpe de realidad al que no se había enfrentado y que podría no parar en el repudio colectivo de redes sociales.
“Borraron los comentarios, pero el daño estaba hecho y yo debía proteger a mi familia, no podía ver a mis nietos por el miedo de que algo pasara y yo estuviera con ellos”, y no era un temor infundado.
Tras semanas de agobio, el secretario general de Gobierno, Guadalupe Torres Sánchez, asumió el compromiso blindar sus garantías como comunicador y de paso, abonar a la seguridad de su familia.
“Yo personalmente me haré cargo de que se respete, nosotros como gobierno necesitamos que nos pongan los pies en la tierra cuando estemos flotando”, fue la promesa del breve encuentro en Palacio.
El siguiente ocurriría en julio 2024 en el patio central de la universidad autónoma, a donde acudió al secretario como invitado de honor para inaugurar la exposición de Pingo “UASLP entre política y autonomía”.
La imagen no podría ser más oportuna: Torres Sánchez, sonriendo frente a la caricatura del gobernador y el adeudo con la Universidad, flanqueado por el rector, Alejandro Zermeño y Pingo, sería una catarsis inolvidable.
“Las hago y las seguiré haciendo (las caricaturas), simplemente porque así pienso, nunca dibujo pensando en otros, es lo que yo creo; ahora más que nunca necesitamos formar con la verdad, con tanta basura que puede encontrarse en internet”.
Con firmeza, se aferra a un espíritu irreverente que pretende sostener hasta el último de sus trazos; además de un artista consumado, padre, esposo, y abuelo, Alfredo logró convertirse en dibujante de una realidad cotidiana, ácida, a veces dolorosa o incómoda, alguien tiene que hacerlo.
Un agradecimiento especial a doña Cheva, por legar la picardía de un pinguito a estos lares potosinos.