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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 03 de febrero de 2019.- Don Juan Marín Gallegos es sastre desde hace más de 45 años cuando era joven, uno de sus tíos de la misma profesión lo llevó a Monterrey para aprender lo que ahora es su pasión.
Durante esa época aprendió cómo habilitar un saco, comenzar a coser y trazar un cuello; los inicios de la sastrería.
A su regreso a la capital potosina, comenzó a trabajar con el maestro Pedro Perfecto, quien le enseñó a trazar, el arte del corte. Después formó su camino gracias a las congresos de sastres en dónde podía captar más técnicas.
Sus inicios como sastre fueron en un principio por la necesidad de ayudar a su familia, pero después se convirtió en su arte, desde el trazado hasta armar un traje completo para convertirlo en una artesanía de calidad.
La llegada de las grandes tiendas departamentales ha disminuido sus clientes. Recordó que cuando era saquero en la calle Hidalgo el trabajo era demasiado, “había una tienda que se llamaba La Gran Sorpresa, Casimires Pedroza también y luego la Exposición también vendía muchos casimires en ese entonces”.
Sus clientes en la actualidad son las personas que difícilmente encuentran tallas grandes, quienes buscan un trabajo más específico y los acostumbrados a vestir con los sastres.
Los arreglos también le ayudan a don a sobrevivir “que un largo son 100 pesos, que cintura otros 100, subirle la manga 200, según. Es con lo que se mantiene uno vigente”.
El armado de un traje le lleva alrededor de 10 días, depende de cuanto trabajo tenga, prueban las medidas y en caso de tenerlo de manera anticipada son entregados. El costo de la hechura es de tres mil pesos, más la tela aunque hay otros más caros que llegan a costar seis mil pesos.
Para un traje normal se lleva tres metros, mientras que un pantalón se lleva entre 1 metro y 1 metro con 25, según la estatura de la persona.
Hace trajes de saco sport, de dos piezas con chaleco, y en su mayoría esmoquin y tipo jacket.
Don Marin sabe manejar cada una de las máquinas de su taller, para ojales, sobrehilado, la recta y la familiar para costuras más sencillas.
Utiliza diversos tipos de tela para los diferentes gustos de sus clientes como el poliéster viscosa, poliéster lana, seda lana, grano de pólvora y lana. La mayoría provienen de proveedores nacionales de Santiago o San Ildefonso para apoyar a la economía nacional.
Para hacer un traje, don Marín comienza con tomar las medidas necesarias a sus clientes y pasa a cortar el modelo dibujado en papel. La señorita que le ayuda a volver realidad las piezas hace una prueba del traje que viste el cliente; cuando éste queda conforme, llega el momento de la afinación en el que el saquero y el pantalonero para hacer el traje final.
Aunque el señor Marín se dedica a cortar y tomar medidas no olvida que él también inició como saquero.
Don Marín se lamenta que los jóvenes ya no se interesen más por esta profesión. Antes podía observar a niños y jóvenes enseñándose para convertirse en los próximos sastres, ahora quienes quedan son personas mayores, por lo que está artesanía se encuentra en peligro de desaparecer.
Considera que en la ciudad quedan alrededor de 10 maestros sastres repartidos entre las calles del Centro Histórico y los alrededores de la ciudad. Por lo regular se reúnen en convenciones para actualizar e innovar sus diseños, como los actuales diseños “Slim”.
Entre el trabajo del maestro Marín y el de su esposa pudieron sacar adelante a sus tres hijos, quienes hicieron sus estudios. Sin embargo, ninguno de ellos decidió seguir en la profesión que inició hace tres generaciones con sus tíos.