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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 2 de febrero de 2020.- Sobre la avenida Universidad y la calle Morelos, se erige una majestuosa construcción, símbolo del renacimiento. Se trata del Templo de San Agustín, perteneciente a la Orden de los Agustinos, quienes llegaron a tierras potosinas en el año de 1599 y fundaron la hospedería para los que iban a Zacatecas.
Sin embargo, no fue hasta cuatro años después, el 19 de septiembre de 1603, cuando el virrey Conde de Monterrey, bajo la cédula del Rey Felipe III, les concedió el derecho de cooperar en la administración parroquial de San Luis Potosí.
Si bien a fray Pedro de Castroverde se debe su fundación, corresponde a fray Diego de Basalenque el mérito por la construcción del templo y el convento, y fue el primero en instituir los estudios de gramática en San Luis, dirigido a los niños españoles del pueblo.
En un inicio, la iglesia operó como espacio de alojamiento para sacerdotes de la orden agustina y una capilla.
Su fachada de cantera labrada atrae la vista de quien pase por enfrente, aunque su puerta es muestra de estilo renacentista flanqueada por nichos, ocupados por San Agustín y San Nicolás en el primer cuerpo; en el segundo, Santa Mónica y Santa Rita; mientras que la parte de arriba, la portada está presidida por el patrón del convento de los agustinos, San Atenógenes.
PORTADA OCULTA
La explanada del templo estuvo absorbida por la urbanística citadina, pero esto cambio cuando fue reintegrada a su estructura en 1987, con lo que se liberó así su portada lateral de estilo barroco, y que estuvo oculta por alrededor de 100 años debido a las viviendas que se agregaron.
Al interior del templo se puede observar la pileta de piedra que se encuentra en la entrada de la sacristía, y dos Águilas bicéfalas en sus bóvedas, las cuales recuerdan la dinastía de los Austrias en España. Cuenta con dos capillas, una dedicada a Nuestra Señora del Tránsito fundada en 1613, y otra pequeña consagrada a San Atenógenes.
Y aunque su diseño tiene influencia renacentista, de igual forma muestra claras formas de su predecesor el barroco, en la majestuosa torre que se alza en el extremo derecho de su fachada y que fue levantada a mediados del siglo XVIII, la cual ostenta en su parte frontal un magnífico relieve de cantera que representa El Santo Árbol de la Cruz.
Debido a la depuración en el concepto de la torre, así como su fina factura, la convierte en una de las estructuras barrocas más bellas de la arquitectura religiosa durante la Nueva España.
DESTRUCCIÓN Y USOS MÚLTIPLES
Para 1629, ya se encontraba construido el convento de un solo piso. Su portería veía hacia el norte y se encontraba al lado poniente del templo; mientras que en la parte trasera se extendía una amplia huerta, que desapareció.
Durante las Leyes de Reforma, parte de su construcción fue destruido, por lo que desapareció –al oriente- la portería de tres arcos y sus bóvedas que llevaban a la entrada del convento.
Además que, a consecuencia de la secularización introducida por la Ley Lerdo, la desamortización de 1856 llevó a que el convento fuera comprado por particulares. Fue mesón, cuartel, prisión, talleres de una escuela industrial, ferretería y bodega.
Durante la última década se han hecho obras de rescate para recuperar parte del exconvento, lo que ha dejado a la vista muros de piedra bola de cerro, bóvedas de cantera blanca, vanos de puertas y ventanas, así como una reja de mezquite original y ornamentaciones de argamasa.
COBRÓ VIDA
Su recuperación lo ha llevado a ser sede de diversos eventos culturales y fue traído de vuelta a la vida, además que tiene el objetivo de albergar un centro cultural y de investigación.