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CIUDAD VALLES, SLP., 22 de agosto 2020.- Son las 9:30 de una mañana veraniega. Gabriela, Hugo y René, están a punto de iniciar la jornada laboral en el crucero del bulevar Valles 85 (o México-Laredo sur) con la avenida Fray Andrés de Olmos, pero –a diferencia de cualquier oficinista malcomido- saben que, como decía el legendario caricaturista Rius: “La panza es primero”.
Así que, en torno a aquel envoltorio de barbacoa de la esquina de enfrente, los tres malabaristas aceptan platicar de sus experiencias desde hace un mes en la Huasteca Potosina, particularmente en Ciudad Valles, donde no puede faltar el ingrediente del calor, y su remedio inmediato: Escabullirse a algún paraje natural para saciarlo con un buen chapuzón en alguna de sus corrientes fluviales.
DE CHILE A VALLES
Gabriela Limpayantu llegó hace tiempo a México desde el sur de Chile, donde vivía en un pueblo fresco y de montañas nevadas llamado Temuco; así que -con su peculiar estilo sudamericano en el habla- lo primero que destaca de nuestra ciudad es el calor, “hay que tener resistencia para venir acá a trabajar, pero sí está bueno, vale la pena; el paisaje lo compensa todo”.
“Viviendo del semáforo” -como ella le llama- ha encontrado aquí “gente súper cariñosa, que nos ha tratado bien y cooperan”, aunque admite que con el crecimiento del Covid 19 “la gente anda como más atemorizada”, y en algunos lugares, como sucedió en Aguascalientes, ni siquiera los dejan laborar.
“En Valles no hemos tenido ningún problema, y lo más bonito es que uno puede trabajar en la ciudad y en quince minutos ya estás en un río”.
PUNTO DE ENCUENTRO
René es de Monterrey, más acostumbrado al calor “pero no tanto al bochorno”, aunque el sacrificio que desde hace un mes ha hecho para soportar la temperatura, vale la pena con la respuesta buena de las personas, pero reconoce que la pandemia los ha llevado a esforzarse más, trabajando una o dos horas adicionales, así sea debajo del sol.
“La gente es muy amable, muy de corazón, buenos, humildes, y la naturaleza hermosa (ya estuvimos en Micos)”.
Hugo procede de Guanajuato y tiene en Valles el mismo tiempo que René y Gaby, aquí confluyeron sin conocerse y ahora se acompañan para buscar los lugares más adecuados de comida y hospedaje, pero también para trabajar. Con malas experiencias en ciudades del centro del país, como en el estado de Puebla, donde fue detenido por su trabajo en la calle, celebra que en Valles “las autoridades no dicen nada (y) te dejan trabajar”.
“La gente coopera, es amable, te ponen atención; con la contingencia se puso difícil para darte la moneda, se batalla para sacar lo del día, por eso uno tiene que seguirle, (pues) uno tiene que comer; llegamos temprano para ganarle al sol, a veces nos toca (mucho calor) y hay que darle, de cuatro a cinco horas. Lo bueno es que hay ríos donde nadar, pasársela a gusto con la naturaleza, ojalá la gente cuide todo eso”, comenta.
GRACIAS AL SEMÁFORO ROJO
El semáforo se ha puesto en rojo de nuevo, pero no el de la contingencia sanitaria, sino el del crucero; así que es momento para que los tres trotamundos hagan de las suyas con la habilidad y concentración, para que desde sus manos los bolos, las pelotas, el paraguas y hasta el sombrero, se eleven en las alturas en medio de malabares que deslumbren a los automovilistas y propicien el desprendimiento de unas cuantas monedas.