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SOLEDAD DE GRACIANO SÁNCHEZ, SLP., 2 de noviembre del 2018.-Dentro del cementerio municipal Nuestra Señora del Refugio, se mezclan el dolor y la algarabía, se recuerda a los niños difuntos en las festividades por día de muertos, por los pasillos que serpentean, entre criptas y flores multicolor, corren a toda prisa otros pequeños, quienes no pierden la oportunidad de hacer negocio en esta celebración.
Jhonattan, Andrés, Eduardo y Miguel, integran una de las muchas cuadrillas de chiquillos multiusos que lo mismo ofrecen agua, flores, limpieza de tumbas o pintura para las letras borradas por el olvido; mientras abordan a cada familia, distribuyen las tareas de acuerdo a su edad y se aprestan a establecer tarifas.
En su entorno laboral no se mezclan sólo los colores, olores o melodías, también emociones que de cuando en cuando logran quebrantar a los dolientes que hoy visitan a sus pequeños; entre música norteña, baladas y hasta rock and roll, se ambienta esta fiesta al interior del camposanto.
De apenas 12 años, Andrés intentó ir ad hoc a la ocasión con una playera deslavada y estampas de calaveras. El sol de mediodía ya castiga fuerte y para entonces ha pintado al menos siete lápidas, basta observar sus pequeñas manos untadas con pintura de aceite, para calcular el esfuerzo.
Su compañero de faena, Jhonattan, apenas terminó la secundaria abierta y a sus 15 años se dedica a lavar autos para obtener ingresos, la festividad en el cementerio le representa una oportunidad extra de obtener dinero honestamente.
“Ya voy a ir a la prepa abierta también, en la iglesia llegan los que ofrecen eso y ya me gustó acabarla abierta, sin ir a la escuela”, contó.
Para el más pequeño, la necesidad de apoyar a su madre le ha hecho poner más esfuerzo en cada brochazo, empeño que –ironiza- ni siquiera aplica en la escuela; “aquí si me salgo o embarro, no me pagan, jaja”.
Mientras remarcan cada letra, suena una melodía triste para uno de los niños sepultados ahí, para los menores ya es ganancia seguir vivos y tener la posibilidad de trabajar eventualmente.
“Si está triste ¿no? Pero pues es una fiesta, hay que aprovechar nosotros, ya con dinerito nos podemos salir afuera y lo que se nos antoje comer lo compramos”, dijo con entusiasmo.
Cumplida la tarea se aprestan a salir corriendo por los callejones con increíble destreza, esquivan carretillas, cubetas de agua, flores y comitivas familiares que al menos hoy, les representan ingresos.
En el exterior, la madre de Andrés –vendedora de flores- lo recibe con entusiasmo y no duda en referir: “¡Uy! muchos no vienen en todo el año, hay que aprovecharlos”.