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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 13 de diciembre 2020.- La calle Rodolfo Verástegui, mejor conocida como la calle de Comercio y que es una de las pocas peatonales en la ciudad de Rioverde, encierra una historia hasta hace pocos años desconocida que puede emularse a cualquier narrativa shakesperiana o incluso un símbolo de amor parecido al Callejón del Beso en la capital guanajuatense.
Sus protagonistas son el joven doctor José y Gloria su enamorada, además de un balcón de una residencia de finales del siglo XIX que sigue conservándose hasta nuestros días y que fue escenario de uno de los amores más puros y virginales que concluyó en tragedia, pues José murió en un accidente automovilístico poco después de la negativa de los padres de su amada a darle su mano y ella el resto de su vida se quedó sola sin ser desposada.
La historia ha sido rescatada por el Archivo Histórico de Rioverde que dirige Lucas Hernández Salinas y es una investigación que ha dirigido el profesor Jesús Alvarado Orozco que busca posicionar a Rioverde dentro de la riqueza cultural y tradicional de México con historias que están a la altura de otras en la República.
Por muchos años, el médico José T. Mata pretendió a la señorita Gloria, pero los padres de ésta, solamente le permitían conversar desde el balcón de en medio, ante la escucha de los transeúntes, en noches perdidas de amores frustrados y conversaciones desestimadas.
Hoy por primera vez se da a conocer esta historia, fruto de un trabajo de investigación que retoma esta agencia:
“Ella (Gloria) desde seis metros de altura, le daba largas con una esperanza fallida; él desde la calle peatonal, la del Comercio, mirando hacia arriba le hablaba de flores, le hablaba de amores y de promesas. Tan inalcanzable era el amor de la hija del rico comerciante español, como su diferencia social; aunque médico, él pensaba que no lo aceptaban del todo. La flor juguetona y vanidosa, confiada en su belleza, una vez más lo desdeñó. Creía que él siempre regresaría a rogarle, que nunca dejaría de insistir.
El doctor pasó una semana deprimido y para salir del bache psicológico compró un auto, organizó un viaje a la capital de la República con sus hermanas, las profesoras Rosa María y Antonia, su hermano Elpidio; su cuñado Manuel Hernández, su madre Dolores M. de Mata, y el señor Isidro Domínguez Hernández como chofer.
Al regresar en su automóvil Ford, la mañana lucía helada y neblinosa, bajando la curva de la presa Francisco I. Madero, de Huichapan, el automóvil siguió de frente. La casualidad quiso que fuera un martes 13 de enero de 1948, cuando el reloj humedecido del doctor se detuviera al marcar las 8:10 horas. Por la velocidad, el auto rompió la contención y se precipitó 40 metros hacia el agua.
Con el primer impacto el claxon se pegó, y como una sirena sorda se sumergió 10 metros hasta quedar dentro del fango. Un campesino que escuchó dio aviso a las autoridades. Después de maniobras extrajeron el auto y concluyeron que los pasajeros no pudieron salir, todos murieron de asfixia por inmersión.
Los siete cadáveres llegaron a bordo del tren a San Luis Potosí donde se realizó el sepelio en el panteón del Saucito. El profesor Lino Gómez, representante de la Secretaría de Educación Pública del Estado, enalteció la dedicación que siempre observó la profesora Rosa María Mata, quien prestara sus servicios por más de 30 años en la escuela Josefa Ortiz de Domínguez, donde formó muchas generaciones. También pronunciaron sendos elogios fúnebres los profesores Miguel Rodríguez Gutiérrez y Celestino Sánchez Cervantes. Por su parte, el cuerpo médico ofreció sus condolencias; en realidad, la noticia trascendió comentándose por décadas.
Por otra parte, Gloria pasó el resto de su vida asomándose al balcón envejecido. Ella parecía una flor marchita y con el aroma extraviado en un recuerdo, hasta que llegó el invierno de su vida. Nunca volvió a escuchar el silbido ilusionado.
Murió célibe a los 92 años de edad, sentada en el mismo balcón, con su traje blanco, su velo de novia y con la mirada perdida.