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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 2 de marzo de 2020.- El 7 de marzo de 1955 el municipio de Ciudad Valles se convirtió en noticia nacional, al ser escenario de la mayor tragedia de aviación en la Huasteca Potosina: Al menos siete personas murieron calcinadas tras el impacto de una aeronave en la cumbre de la Sierra de Tanchipa; entre ellas la del conocido empresario y político Jorge Pasquel Casanueva, dueño y creador del rancho San Ricardo, hoy ejido Laguna del Mante.
JORGE PASQUEL: EL PERSONAJE
El personaje había nacido
el 23 de abril de 1907 en Veracruz, de carácter extrovertido, palabra fácil,
capaz de la broma pesada y de reacciones fuertes.
Una vez un compañero de la secundaria donde estudiaba en la Ciudad de México lo
lastimaba con sus palabras, pero Jorge sacó un cortaplumas arrojándose contra
su ofensor, ambos lucharon bravamente hasta que un maestro los separó y lo
expulsó.
De regreso en su natal ciudad, comenzó a trabajar en la agencia aduanal Pasquel hermanos, propiedad de su padre; fue el inicio de su carrera como hombre de negocios. Para 1927 tenía 20 años y grandes amistades que lo arrastraron a la lucha por el poder, se hizo amigo de Miguel Alemán y de Manuel Ávila Camacho -entonces Presidente de la República- con quien jugaba golf.
En 1929 incursionó en la política como candidato a diputado por Soledad de Doblado, Veracruz; había ganado a pulso las simpatías suficientes para vencer. El día de las elecciones tuvo los votos necesarios para abrumar a su contrincante, todavía en México Manuel B. Treviño -presidente del Partido de la Revolución Mexicana (PRM, hoy PRI)- le comunicó que su triunfo sería reconocido.
ENEMIGO Y YERNO DE CALLES
Sin embargo, días después se publicó la lista oficial donde se daba a conocer a todos los ganadores, pero no aparecía su nombre. Jorge Pasquel Casanueva se comunicó rápidamente con su amigo José Santos Alonso, quien era de San Luis Potosí; éste a su vez le reveló que “el viejo” (Plutarco Elías Calles) lo había sacado de las listas y nada se podía hacer.
Decidió hablar personalmente con él, aprovechando la amistad con su hija Ernestina: Pensó que el general accedería y fueron a verlo, pero a los pocos minutos salió Calles discutiendo con ella; se había tornado violento. En esos momentos se les acercó Jorge, pero no tuvo tiempo de pronunciar palabra porque el general le tiró una bofetada, que apenas esquivó, luego trató de dispararle un rifle pero Ernestina se interpuso y Pasquel huyó de la casa y de Cuernavaca.
Como si fuese un desafío al poderoso, terminó casándose con Ernestina Calles, el 25 de julio de 1932.
Insistió a entrar en la política, otra vez para diputado por Veracruz, pero poco tiempo antes de las elecciones, el PRM pidió retratos de los seguidores de Jorge; sólo unos cuantos recibieron las credenciales y el día de las votaciones la mayoría -aún sin credencial- decidió votar, pero el partido invalidó el proceso y le dieron el gane al opositor.
EMPRESARIO Y PROMOTOR DEL BEISBOL
Posteriormente y ya fuera de la política, junto con un grupo de amigos Jorge Pasquel adquirió de la viuda de Herrerías el periódico Novedades, siendo nombrado presidente y gerente del mismo. Como había críticas contra el Secretario de Hacienda, se produjo una situación muy delicada, por lo cual le exigieron que renunciara al puesto del periódico, y en su lugar quedó don Rómulo O’Farrill padre.
Su carácter lo involucró en hechos sangrientos, como el acontecido la noche del 24 de febrero de 1943 en la plaza de Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde Jorge tuvo un duelo a balazos con un empleado de aduanas apellidado Baca, a quien mató –según se dice- en defensa propia. También se le involucró en la muerte del periodista Fernando Sánchez Bretón, en noviembre de 1948, y en la destrucción de periódicos “antialemanistas”.
El negocio más importante que hizo fue la creación de la Distribuidora México, S.A., que distribuía petróleo y sus derivados, por una concesión que le dio Miguel Alemán y que después le sería retirada. Ferviente aficionado al beisbol, intervino de manera decisiva para que el circuito se jugara en un plano totalmente profesional, a partir de 1940, cuando hizo su aparición en la Liga.
Ese año fundó a los Azules del Veracruz, cuya edición de 1941 quedó conceptuada por la mayoría de los expertos como el equipo más poderoso que ha competido en el circuito. En 1946 encabezó “la invasión” de la Liga Mexicana a las Ligas Mayores, induciendo a entrar a los clubes nacionales a Max Lanier, Fred Martin, Salvatore Maglie, Adrián Zavala, Harry Feldman, Mickey Owen, Luis Rodríguez Olmo, Vern Stephens, y otras estrellas.
También fue dueño del Parque Delta, cristero y promotor incansable del beisbol profesional; se le ubicaba como el arquetipo del millonario “alemanista” más allá de la ley, acusado de contrabando y de vender concesiones aprovechando su influencia en el gobierno, siempre solucionando sus problemas sacando la pistola o la chequera. Hombre en el torbellino de la controversia: temido, odiado, pero también muy querido.
AFICIONADO A LAS ARMAS
La pistola era un detalle inherente a la personalidad de Jorge Pasquel, y anécdotas que corren de boca en boca hablan de muchos encuentros en los cuales tuvo que echar mano a su 45. Era un envidiable tirador, con toda clase de armas, ya que como cazador de altos vuelos podía competir su rifle con el mejor del mundo; el capitán Chávez -quien había dado a México varios triunfos en competencias olímpicas- fue su maestro.
En alguna ocasión en que el periódico La Prensa informó de algunas de sus actividades poco dignas de elogio, se presentó en la redacción luciendo su arma, comenzó su presentación con algunas amenazas, siguió interesándose por la marcha de la empresa y acabó ofreciendo su participación para una de las campañas de carácter social que realizaba por aquel entonces ese diario.
De la irritación al entusiasmo, de la amenaza velada al elogio: todo ello en pocos minutos, dinámica de una contradicción que quizás fuera la verdadera definición de su carácter, de su personalidad misma. Los millones de Pasquel sirvieron en alguna ocasión para que los cómicos de teatros montaran en torno de ellos la farsa de sus aceradas sátiras; sus amigos suponían que era poseedor de una fantástica fortuna, pero nunca se supo la cuantía.
CONQUISTANDO LA HUASTECA
En la huasteca potosina un buen día decidió asentar una hacienda, y trajo acá su portentoso ejército de máquinas que derribaron la jungla para levantar en ella un emporio agrícola y ganadero; San Ricardo le puso por nombre (hoy Laguna del Mante). Contrató gran cantidad de empleados, venidos de todos los ejidos vecinos, quienes fueron testigos no solo de su trato amable y generoso, sino también de las visitas de los famosos de la época.
Entre políticos y artistas, se desarrollaban los días en que Jorge llegaba a la casa grande (en el edificio que después albergó a una preparatoria, al sureste del poblado); bajaba en alguno de sus aviones a la pista, donde ya lo esperaba un lujoso automóvil que habría de trasladarlo a la estancia campestre. Entonces en la hacienda había fiesta y del ganado que se sacrificaba para la ocasión, buena parte se distribuía entre la servidumbre.
Su presencia no era muy continua pero sí prolongada, sobre todo para distraerse con la cacería, una de sus pasiones. Por ello sembró frijol en el área circundante a la hacienda, para que los venados y demás especies de la región bajaran a comerlo, y el millonario aprovechara –junto con sus amigos- para darle gusto a las armas; igual como lo hacía frente al salvajismo de la sabana africana de donde salió siempre avante.
TRAGEDIA EN LA CUMBRE
No sucedió así el día que se enfrentó a su destino: El 7 de marzo de 1955 salió de México a las 3 de la tarde, aún hasta las 2:30 estuvo en sus oficinas de (calle) Ramón Guzmán 71 con todos sus hermanos, esperando noticias sobre la salud de su hijo Jorge, quien durante la mañana había sido operado de amigdalitis; todavía al salir de la capital recomendó a su chofer Gustavo Macías, que fuera a esperarlo al aeropuerto a las 10 de la noche.
Siguiendo ese plan, cerca de las 9 en San Ricardo, Pasquel dio la orden de regresar a México; experimentado como era, el piloto Jacobo Estrada (ex combatiente en la Segunda Guerra Mundial con el Escuadrón Mexicano 201) le hizo ver las condiciones riesgosas para volar, pero Jorge impuso la terquedad para aplicar su voluntad. Quería estar en la capital a como diera lugar y dio la orden tajante que le costaría la vida.
Esa noche los vehículos de la hacienda se apilaron en torno a la pista y encendieron los faros, para con su luz indicar al piloto la trayectoria del despegue; cuentan los lugareños que salió rumbo al poniente a las 9 de la noche con 3 minutos. El transporte empezó a fallar y dio una especie de vuelta en círculo -hacia la montaña- como tratando de regresar, pero sin alcanzar demasiada altura.
Se escuchó un estallido –aparentemente un motor- y el avión se precipitó hacia los peñascos en la parte alta de la sierra de Tanchipa, el fuselaje fue derribando árboles hasta estrellarse en las rocas y explotar. La nave se hizo añicos y enseguida las llamas alcanzaron a los ocupantes; por la lejanía en donde quedó su cuerpo, algunos rescatadores supusieron que Pasquel se habría lanzado al vacío poco antes del impacto final.
Su cuerpo fue el que más entero quedó a comparación de los demás, aunque totalmente calcinado y sin la cabeza, piernas ni brazos en su lugar.
PENOSO RESCATE
Siete horas duró el difícil y peligroso ascenso a la escarpada montaña, toda vez que el bimotor Lockeheeed, matrícula XB-XEH (en el que viajaban las víctimas) se desplomó en una pendiente en la abrupta serranía, a 15 kilómetros de la pista de aterrizaje de la hacienda.