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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 25 de agosto de 2019.- En el Centro Histórico de la capital observamos figuras de personajes que representan la imagen, las leyendas, la cultura e historia de nuestra capital; se trata de siete ejemplares de bronce dispuestas en diversas plazas del centro y que día a día conviven con nosotros, aunque su presencia sea silenciosa.
Estas esculturas comenzaron a tomar presencia desde hace más de 15 años y fueron realizadas por el artista potosino, Mario Luis Cuevas; el primero de ellos fue Juan del Barro, uno de los personajes más populares en leyendas.
Como relata Martha Sonia Delgado Rojas, quien solía ser guía turística, a Juan del Jarro se le atribuían dones especiales; él podía leer el futuro de las personas a cambio de algunas monedas, las cuales reunía en un jarro o un morral, de ahí el mote.
La mayoría de quienes acudían a él eran personas de renombre, grandes damas y caballeros de alcurnia, así como sacerdotes de alta jerarquía que buscaban respuestas sobre su futuro y terminaban por ser ciertas.
Aunque estas predicciones le atrajeron fama a Juan del Jarro, fue más por su carácter humilde y de generosidad por lo que era conocido, ya que las monedas que lograba reunir las destinaba para las personas más necesitadas a través de sus visiones.
Otra efigie es la de don José Moreno, mejor conocido como el Señor de las Palomas, era oriundo de Aguascalientes y llegó a vivir a la capital cerca de la calle Constitución; cada domingo llevaba a su nieto a la Iglesia catedral y se cuenta que en una ocasión el niño encontró una paloma herida a la que decidieron llevar a su casa para cuidarla; después de haber sanado la llevaron de regreso a la Alameda y don José comenzó a llevar maíz para alimentarla, así como a las demás palomas, es ahí cuando comienza su leyenda.
La aves solían posarse en su sombrero y hombros, “lo veían venir a distancia, sentían su presencia y volaban en parvadas para llegar hasta él en la Plaza de Armas; cuando don José enfermó comenzaron a graznar por su ausencia, una vez que murió, cuenta la leyenda que las palomas volaron en círculos llorando su muerte”.
Existen otras figuras más representativas de la ciudad, como el aguador. Se sabe que durante la época de la colonia el agua bajaba procedente de la Cañada del Lobo, por lo que se formaban ductos a lo largo de la avenida Juárez hasta llegar a la Caja del Agua, lugar central en donde se surtían las familias de San Luis.
“Ellos cargaban un maderón con tinajas de agua y venían a la Caja del Agua, para transportarla hasta sus hogares y les llamaban aguadoras o aguadores”, compartió la guía.
El cofrade y la penitente son dos figuras que representan la fe y la devoción. El primero se encuentra en la Plaza del Carmen y es el emblema principal de la Procesión del Silencio, quienes realizan un sacrificio silencioso por la muerte de Jesucristo, “un penitente que va arrastrando sus penas, durante la caminata de los tres mil metros para limpiarse”.
La segunda, frente a la Basílica de Guadalupe, simboliza a los caminantes o peregrinos que recorren la calzada, ya sea de rodillas o a pie, con el propósito cumplir sus mandas y pedir a “la virgen y Jesucristo que perdonen sus fallas”; una tradición que se puede observar cada 12 de diciembre.
El padre, también ubicado en la Plaza del Carmen, hace “honor a aquellos que son responsables y amorosos con sus hijos”. Con su figura, trata de dar el ejemplo a las figuras paternas para estar presentes en su familia, es una ofrenda simbólica para los hombres.
Y, por último, la figura de San Luis Rey de Francia, patrono de la ciudad. Monarca canonizado por la iglesia católica y conocido por su devoción, humildad, así como a su atención a los más necesitados; se le considera la encarnación ideal de monarca cristiano.
Los reyes de España que gobernaron durante La Colonia, “traían mucho la devoción hacía Luis rey de Francia, por eso se tomó su nombre para dárselo a nuestra ciudad y Potosí por las minas de Potosí, Bolivia, las minas más ricas de Latinoamérica y similares a las nuestras”.
Es la semblanza de nuestras siete efigies, todas con leyenda y la digna representación de una ciudad que -aún en tiempos modernos- sigue ponderando su riqueza histórica.
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