Ya nadie habla de García Luna, ahora es el desacato: Sheinbaum
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 7 de marzo 2020.- El intenso frío calaba hasta los huesos, las fosas nasales ardían, y los cuerpos entumidos daban una impresión de que las más de mil personas congregadas estuvieran en pausa.
Pasaban de las 8:00 de la mañana, y alrededor del templete, donde estaría unas horas después el Presidente de la República, se arremolinaban grupos de personas, sobre todo mujeres que mantenían en el medio a los más pequeños.
El extremo contrario, se había convertido en la zona de fumadores, la mayoría hombres; algunos pasaban el vaho entre sus manos para luego frotarlas, intentando mitigar los cero grados que marcaba el termómetro, aunque las rachas de viento helado diera una sensación térmica de menos dos.
Allá abajo, entre el camino despejado y de terracería se lograba ver la fila de automóviles que ingresaba al área que sirvió de estacionamiento, custodiado por personas con chalecos color café y la insignia que se leía a las espaldas de “Servidores de la Nación”, que más bien la hacían de “viene, viene”.
Decenas de autobuses estacionados invadían los acotamientos sobre los dos carriles de la carretera San Luis Potosí – Mexquitic de Carmona, cada minuto que pasaba prolongaba la fila de autos en espera de que el gentío les permitiera circular.
De vez en cuando señoras con sus rebosos, apoyadas entre ellas del brazo, se acercaban tiritando hacia alguno de los Servidores de la Nación, preguntando si ahí llegaría “el Presidente”; les seguían jóvenes madres, casi adolescentes, con sus bebés en brazos, y tal vez otro más grande, de la mano.
Más adelante, niños con uniformes, detenidos en fila, esperando la orden de sus maestros para avanzar, saltaban sobre su propio eje, otros se empujaban, algunos más se mantenían en un estado hipnótico, con la mirada perdida y sus quijadas pegadas al cuello, como queriendo resguardar sus cabezas frías en el suéter escolar.
Apenas un puesto con termos de café y tamales se ubicaba en los casi 200 metros que había de caminar cuesta arriba, entre la zona de estacionamiento y el templete. La vendedora no se daba abasto, contrario a las que se ubicaban a su alrededor, que ofrecían tazas, pulseras, bolsas, mochilas, playeras de algodón con el rostro o nombre de “Andrés Manuel López Obrador”.
“Vamos a ubicarnos aquí, pero tráigase a toda su gente o… ¿con quién viene?”, dijo un hombre -vestido de civil- a una señora no menor a los 65 años de edad, que expresaba confusión, al igual que las mujeres jóvenes que la acompañaban, cada una con sus respectivos hijos. Los adolescentes cargaban bolsas grandes y transparentes llenas de tortas, que repartirían más tarde entre los de su “núcleo”.
Tres puestos de auxilio, dos ambulancias, y dos mesas de atención se ubicaban alrededor del estrado, resguardado por gente de la Avanzada Nacional y del Gobierno Estatal. Sólo a lo lejos se veía una patrulla de la Policía Estatal, con elementos uniformados que disimulaban entre sus ropas las armas de fuego. Otros de civil, con “auriculares bluetooth” y que escondían entre las bufandas los radios de comunicación, se colaban entre la muchedumbre de vez en cuando.
Un grupo de estudiantes con pancartas en mano cuyas leyendas decían “Lic. Andrés Manuel López Obrador, ayúdenos a recuperar nuestro Bachillerato Comunitario Cosme Damián Carmona, de San Marcos Carmona, secuestrado por el presidente antorchista, Rafael Pérez Rojas”, intentaban ingresar a la zona del templete.
Los jóvenes estudiantes aparentaban ir solos, e intentaron acercarse al sitio donde estaría el mandatario, pero al menos tres hombres que platicaban desde hace varios minutos con policías estatales los impidieron. Los uniformados no reaccionaron.
Sin darse por vencidos, el estudiante que aparentaba llevar la batuta, se dirigió a una señora que daba la impresión de estar ajena al asunto:
-Maestra, no nos dejan pasar los antorchistas.
-Ustedes cuélense, métanse a la fuerza, no les van hacer nada, ni modo de que les peguen. Son antorchistas, los policías no les dicen nada.
El grupo de al menos unos 100 jóvenes obedeció, y comenzaron a colarse entre las vallas, sin que “los antorchistas” pudieran seguir conteniendo el paso.
El reloj marcaba, las 10:27 de la mañana, una patrulla de la Guardia Nacional se vio aparecer a lo lejos, aún sobre la carpeta de asfalto, seguida por varias camionetas, la mayoría color blanca. Una voz en micrófono anunció la llegada del Presidente de la República. Vinieron las porras, y las matracas empezaron a sonar.