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Muere trabajador de Correos de México en choque sobre la Valles-Tampico
CIUDAD VALLES, SLP., 23 de noviembre de 2019.- Llegó a ser la estrella turística de un municipio que -como Valles- solamente era considerado el hotel de los paseantes. Se convirtió en referente de visita y con apariciones constantes en los recorridos formulados por agencias y prestadores de servicios; locación de películas, telenovelas y comerciales; y centro de realización de afamadas competencias de deporte extremo.
Pero la “gallina de los huevos de oro” agoniza a causa de una explotación sin orden, disputas territoriales internas, ambiciones entre representaciones ejidales, ataques al ecosistema por empresas privadas que solo vienen a llenar sus bolsillos sin aportar nada a cambio, y hasta por eventos estrambóticos tolerados por el gobierno en detrimento del medio ambiente.
Por si fuera poco, quienes deberían ser los principales interesados en enmendar tal situación, permanecen en el ostracismo, sin dar muestra alguna de pretender enderezar este barco que se hunde irremediablemente: Un comité local sin diplomacia ni visión -cerrado e ignorante de las relaciones públicas- al que solo interesa estirar la mano para captar las ganancias diarias, aunque cada vez sean más exiguas.
Vendedores sin vocación, despojados de la amabilidad que caracteriza al huasteco; restauranteros sin el mínimo sentido de la higiene, que despachan entre moscas y perros callejeros, bajo lonas ennegrecidas por el humo o raídas ante el uso; y guías y lancheros excedidos de peso, ausentes de condición física y atlética, sin capacitación continua, ni embarcaciones o equipo que reúna las características de comodidad y seguridad.
Estacionamientos vehiculares inseguros, accesos deplorables donde la movilidad es un calvario, baños sin limpieza ni funcionalidad óptima, instalaciones sin mantenimiento y si algo hiciera falta, dos empresas –una paraestatal y otra privada- atentando contra el ecosistema del área, y donde el tema del bienestar de los turistas es lo que menos importa.
Primero, una hidroeléctrica que succiona el líquido a su albedrío, valiéndose de su pertenencia al Gobierno Federal (Comisión Federal de Electricidad), y que atenta contra la integridad de los paseantes con la radiación de sus enormes transformadores. El más simple ejemplo de que el visitante le importa muy poco, es cuando –por las tardes- suelta sin avisar el caudal, y éste arrasa las pertenencias colocadas a un costado del arroyo.
Segundo, una empresa dedicada a la colocación de tirolesas donde le place, destruyendo árboles, abriendo senderos e instalando cables de acero sin el mínimo control ni el estudio de impacto ambiental adecuado, solamente a golpe de billetes en las dependencias encargadas de las regulaciones ecológicas. De sus exorbitantes ganancias (cada paseo lo cobran casi en mil pesos) no hay ninguna retribución al sitio.
El colofón lo pone la desecación propiciada por el estiaje de cada año, pero sobre todo el desmedido riego de campos cañeros al paso del río El Salto –que forma las Cascadas de Micos-, donde ni la Comisión Nacional del Agua (Conagua), ni la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental (Segam) hacen valer su regulaciones; lo mismo en materia de contaminación, provocada por el ingenio Plan de San Luis ubicado caudal arriba.
Así, con aguas reducidas de nivel o –peor aún- sucias por químicos industriales, prestadores de servicios careros e inoperantes, y todo lo que ya se ha descrito, ¿quién se acuerda ya de visitar Micos?, cuando kilómetros enseguida existe una límpida ruta “azul turquesa”, por las aguas que bañan y forman los incomparables parajes del municipio vecino de El Naranjo: El Salto, El Meco y Minas Viejas, que no le envidian absolutamente nada al famoso Micos.