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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 6 de noviembre de 2018.- En la región huasteca predominan las etnias náhuatl y tének, ambas celebran el Día de Muertos con una fiesta nombrada Xantolo, que proviene de la palabra compuesta en latín Sanctorum, cuyas sílabas separadas son Sanc que significa Santo y Torum, que quiere decir todos, es decir Todos Santos.
Por su parte, los náhuatl la llaman mijkailuit, una palabra también compuesta, mijka – muerto; iluitl – fiesta, juntas conforman el significado de la Fiesta de los Muertos.
Esta celebración en honor a los difuntos da inicio el 28 de octubre, cuando se arma un arco hecho de varas amarradas con izote sobre una mesa de madera; las varas se adornan con limonaria, una planta que crece en la región, también con palmilla y varios ramilletes de flores de cempaxúchitl, acompañadas de algunas florecillas silvestres color morado que resaltan la belleza de la composición de los elementos; asimismo, a la mesa se le pone un mantel blanco, que significa la pureza, también se enciende una veladora color blanco, que de acuerdo a las creencias ilumina el camino de las ánimas solitarias que viajan desde el inframundo buscando reencontrarse con sus seres queridos.
El 29 de octubre se coloca en el altar de muertos otra veladora, acompañada de un vaso con agua y sabrosos chichiliques, tamales hechos en hoja de plátano o de maíz rellenos chilpán, una combinación de chiles sazonados con un poco de masa de maíz, mezclado con carne de pollo o puerco . También los hay de pemuches, una flor comestible que se da en todos los municipios huastecos, en memoria de aquellos que ya fueron olvidados, para que en su llegada, se sientan amados y/o extrañados por los vivos, aunque no sean sus familiares.
El 30 de octubre las familias agregan otra ofrenda, el pan; en la huasteca, el pan es casero -no como en las ciudades- son pequeñas empanadas rellenas de queso y canela, o de mermelada de piña o fresa, ofrenda dedicada a los difuntos que no tuvieron tiempo de comer antes de perder la vida.
A la llegada del 31 de octubre se añaden ofrendas como naranjas y mandarinas, que son dedicadas a los ancestros, como símbolo de admiración y respeto. Al siguiente día, el primero de noviembre, se recuerda a los bebés, a los niños que por alguna razón fallecieron, a ellos, las familias además de recordarlos con amor, los llenan de dulces que en vida no pudieron disfrutar. El ambiente se impregna de un sinfín de sabores y olores con la mezcla del copal, momento en que ambos mundos se fusionan y hacen que la temporada sea única.
El dos de noviembre se celebra a los fieles difuntos, que son los muertos adultos, a ellos se les coloca un poco más de ofrendas, la tradicional cervecita y los cigarros, no pueden faltar, además de la comida preferida del vivo, pero ahora difunto, acompañado también del incienso del copal.
Finalmente, el 3 de noviembre se prende una última veladora blanca, de nueva cuenta se quema copal y se les despide a nuestros muertos para, con amor y nostalgia, esperarlos ansiosos el próximo año.
Es así como se vive la tradición de Xantolo en la Huasteca potosina, que incluye los municipios de San Vicente Tancuayalab, Tanquián de Escobedo, Tampamolón Corona, Tamuín, Ébano, Ciudad Valles, Tamasopo, Aquismón, Tancanhuitz, Tanlajás, San Antonio, Xilitla, Axtla de Terrazas, Matlapa, Tamazunchale, San Martín Chalchicuautla y Tampacán, sitios en los que durante estos días, sus plazas se llenan de alegría, de flores, colores y comparsas, que reflejan el amor y la gracia de los vivos a los muertos, a quienes por una vez al año y durante varios días se le rinde tributo a los que están en el más allá.