
Peligra el verano por un mar de lodo pestilente en el Caribe mexicano
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 27 de junio de 2025.- En los últimos años, México ha sido testigo de una transformación más peculiar que la oficialista en su panorama político: el arribo masivo de figuras del espectáculo, el deporte y las redes sociales a cargos públicos de alto nivel, sin pasar por estructuras partidistas tradicionales ni experiencia legislativa, es decir, con cero experiencia.
El más reciente caso es el de Erasmo Catarino, ganador de La Academia, quien rindió protesta como senador por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
El cantante se une a una lista cada vez más amplia de artistas que cambian el escenario por la tribuna parlamentaria.
Pero no canta solo, entre los ejemplos más notables se encuentran:
También destacan casos como Tinieblas Jr., luchador profesional que fue candidato a alcalde en la capital, y Mariana Rodríguez, influencer que ha ocupado espacios institucionales desde el entorno del gobierno de Nuevo León al lado de su esposo, Samuel García.
Este fenómeno ha generado críticas y debates sobre el papel de la popularidad frente a la preparación política.
Especialistas señalan que el carisma y la visibilidad pública están siendo utilizados por partidos como herramientas de campaña, dejando en segundo plano las credenciales académicas o técnicas.
Pese a las críticas, muchos de estos perfiles han sido respaldados por votaciones amplias, impulsados por campañas emotivas y el alcance de sus plataformas personales.
La línea entre la farándula y el poder se vuelve cada vez más difusa.