Buscan a Emir Yurel Torres, joven queretano desaparecido en SLP
AQUISMÓN, SLP., 21 de octubre del 2018.- En el archivo municipal de Aquismón se conserva el documento que recopila una serie de crónicas sobre las maravillas naturales de este municipio huasteco, que dan cuenta de las diferentes opciones que tienen los visitantes para su estancia en este paradisiaco lugar de la huasteca potosina.
Adentrarse en su lectura, es como trasladarse a cada paraje y recorrerlo a través de la imaginación.
AVENTURA EN MANTEZULEL
Caminar unos 500 metros tiene su recompensa cuando el paraje nos recibe con su lenguaje muy al natural: el crepitar de los frutos de jopoy (árbol propio de la zona) y el canto de algunos cotorros. Entre la vegetación sobresalen ejemplares de cedro rojo y uno que otro de mante, en medio de humedad y frescura.
La cueva La luz del sol es una de las principales cavidades de Mantezulel, comunidad fundada en 1911 y bautizada con ese vocablo indígena en 1918. La caverna nos obsequia un abastecimiento de agua fría y una corriente helada, pero también con los rayos solares que se cuelan, como en uno solo, por otra oquedad en la parte alta.
Aquí, la enorme bóveda se colapsó hace muchos años, dejando una apertura superior que permite la filtración de iluminación solar.
Además existe la cueva del Espíritu Santo y dos más de menores dimensiones: El Aguacatillo y El callejón sin salida, ideales para la excursión o la espeleología.
LAS HUAHUAS INOLVIDABLES
El sótano de Las Huahuas tiene 60 metros de diámetro y una profundidad total de 478 metros, salón subterráneo donde cabría un estadio de futbol. El plan es aguardar la salida de las huahuas -o guacamayas- que combinan su tumultuosa partida con el ensordecedor chillido de los vencejos.
Según los nativos, el nombre surgió de una confusión de los primeros visitantes extranjeros que preguntaron a un campesino sobre la denominación del sitio en que trabajaba: “Joya de las guacamayas”, respondió, pero los turistas pensaron que decía hoya en lugar de joya, y huahuas en vez de guacamayas.
La Hoya de las huahuas fue descubierta para el mundo espeleológico en abril de 1967 por miembros de la Asociation for Mexican Cave Studies (AMCS) y el primer descenso fue en 1968.
CUEVAS DE TANCUIME
La Pila es el primer punto, con sus cámaras llenas de formaciones caprichosas, algunas de las cuales tienen connotaciones de tipo religioso para algunos pobladores cercanos. El sitio “es sagrado” (así se lee en un letrero restrictivo a la entrada) y se utiliza para rituales diversos, desde sanaciones hasta embrujos.
En el risco interior más alto existe una pila alargada, de un metro por 50 centímetros, formada entre la piedra, llena de agua cristalina. Los lugareños cuentan que los hombres de la comarca que tienen el poder de convertirse en nahuales y quieren heredar ese don a sus descendientes, los llevan a muy temprana edad a ese depósito natural de agua para bautizarlos.
Pero la aventura en las elevaciones de Tancuime apenas empieza: bajando los resbalosos está El Cerro Partido, desde donde se ve un cañón de 100 metros. Después puede disfrutarse de un hueco llamado La Ventana, un precipicio enorme que permite ver un amplio paisaje. Los antiguos dicen que un ser maligno en tiempos remotos, que desde esa cueva hacía valer su maldición sobre la comarca, impidió la sobrevivencia de los nuevos varones; habitantes de los rumbos, le habrían lanzado flechas desde el este, y una de ellas dio en la sierra, generando el enorme boquete.
Por si fuera poco, también existe la Cueva de los murciélagos, con quirópteros que se precipitan desde las paredes, levantadas casi verticalmente, hasta una altura de 20 metros, en cuya cúspide se aprecia una abertura de unos cinco metros de diámetro, por la que se cuelan unos rayos de sol, y por momentos nos recuerda a la cueva Luz de Sol de Mantezulel.
LA CUEVA DEL LEÓN
Después de admirar solitarios paisajes serranos donde se combina el blanco de las nubes con el verdor de la vegetación, el sitio ofrece aire fresco y puro, y cuenta con paisajes ocultos en las paredes y techo, donde las caprichosas formaciones retan a la imaginación.
Extraños arácnidos, cochinillas y moluscos albinos, son parte de la fauna singular, a la que se adiciona el revoloteo constante de los murciélagos.
El nombre le viene por un supuesto y antiguo merodeo de -lo que los pobladores llaman- un león de montaña, que se ocultaba por el rumbo y seguramente en su interior. Otros afirman que hay huellas de un presunto hombre gigantesco, e incluso que también espantan. Lo cierto es que ahí está, para quien desee sumergirse en la aventura, o en el mito.
A DESCUBRIR EL JABALÍ
El Jabalí es un ejido que cuenta con cascaditas por partida doble y puede tratarse de isla diminuta, donde también hay lechos profundos, árboles enormes proveen de sombra, pero también remansos apacibles y despejados.
Eso sin contar las cuevas que encierran muchos misterios por revelar, con sus raros grabados y vestigios únicos.
UN TRAGO DE AGUA AMARGA
Después del ascenso a la zona Tamapatz, hay que pasar La Arena y Octujub, hasta llegar a las primeras casas. Ahí está Agua Amarga, en la misma ruta que lleva hasta Tampete y San Martín. Seguramente la que siguió hace décadas el sacerdote que –sediento, en su andar hacia el vecino estado de Querétaro- se detuvo en esta localidad para tomar líquido de un manantial cercano, contaminado por residuos orgánicos.
“Esta agua amarga” daría el nombre al lugar, con paisajes de verdes valles, frondosos árboles gigantescos y una vegetación que abre paso a la boca de la húmeda caverna, donde hay una pileta llena de agua que nunca se seca, las estalagmitas, formaciones circulares y en espiral, en forma de caracoles.
El depósito está “custodiado” por el padum, que en tenek (etnia a la que pertenecen los habitantes) alude a un felino. León le llaman algunos a aquella formación grisácea en la piedra, en la que se distingue un cuerpo robusto, los pies, la cola, y la cabeza con sus orejas.