Alarma sequía en 16 municipios de San Luis Potosí
AQUISMÓN, SLP., 20 de octubre del 2018.- El nuevo Pueblo Mágico es más y a la vez todo eso, que la imponente cascada de Tamul, el Sótano de las Golondrinas -abismo favorito de los vencejos-, las heladas y cristalinas aguas de Tambaque, sus raspas multisabores, el colorido camino a la cabecera municipal, sus cabalgatas, fiestas patronales y una renovada plaza principal por donde las pisadas de sus habitantes son huella perpetua de su origen indígena.
El ex director de Turismo y Cultura de Aquismón, Julián Díaz Hernández -periodista, historiador y escritor- durante el gobierno de Yolanda Cepeda Echavarría, quien fue la principal promotora de esta distinción obtenida de la Secretaría de Turismo federal, dejó en los archivos municipales una serie de crónicas sobre las maravillas naturales de este municipio huasteco, que dan cuenta de las diferentes opciones que tienen los visitantes para su estancia en este paradisiaco lugar de la huasteca potosina.
SÓTANOS DE EL PROGRESO
Con la diversidad de fauna que tiene Aquismón, municipio pródigo en oquedades, no resulta raro descubrir que en El Progreso, apenas a unos minutos de la carretera asfaltada, se pueda tener el acceso a tres sótanos con un espectáculo de aves que no le pide nada a Golondrinas o a Huahuas, ideales para practicar rappel.
Las simas aguardan a 500 metros de haber dejado la ruta pavimentada que lleva desde La laja y que pasa luego por San Miguel y Linja, viniendo desde la cabecera municipal. La primera boca, conocida como «Las Guacamayas» mide unos 30 metros de ancho y su profundidad supera los 100 metros. A pocos minutos está La Joya y después El Lorito.
TAMUL, UNA AVENTURA
La bravura de la corriente es mucha, por eso la expedición más vale iniciarla temprano. Tanchachín o La Morena son los dos puntos de partida de los lancheros en el embarcadero, que no usan transportes de motor para evitar ensuciar el agua con aceites y combustibles, tampoco se permite consumir alcohol y es obligatorio portar el chaleco salvavidas, antes de empezar a remar.
El agua del río Tampaón es azul turquesa y permite pasar bajo la regadera natural que se forma por escurrimientos que vienen desde sierra arriba y que se convierten en pequeñas cascaditas, pero lo más emocionante es descender de la lancha metros adelante, donde los rápidos se vuelven más feroces y el nivel del río baja hasta hacer aflorar algunas piedras, que raspan el fondo del transporte y obligan a aligerar el peso.
La enorme cascada de Tamul nos recibe con la majestuosidad de sus 300 metros de ancho (que pueden variar de acuerdo con la época), y su caída de 105.
El retorno, más ágil nos lleva luego a la falda de la famosa Cueva del Agua, por donde hay que ascender unos cuantos metros hasta llegar al cenote, que se abre como enorme boca en la pared del cerro, de una profundidad considerable y es opcional nadar retando el agua helada o tirarse un clavado desde una saliente en el muro de la cámara.
AMANECER EN LAS GOLONDRINAS
El despertador debe ponerse muy temprano y el abrigo corporal es una necesidad. En el trayecto agreste en medio de la penumbra, sirve de mucho una lámpara, lo mismo que calzado cómodo que no derrape y de preferencia los pantalones de mezclilla y las camisas de manga larga que libren a la piel de los raspones.
Pasando la caseta de entrada con su respectivo costo, el descenso entre rústicos escalones, provoca que el turista entre de inmediato en calor y genere la primera comunión entre la naturaleza y el ser humano. Al llegar, el primer show es de las “quilas”, ejemplar pequeño de loros escandalosos que conviven con los vencejos en un sitio de 60 metros de diámetro y más de 500 de profundidad.
En el “Sótano de las Golondrinas”, los residentes cuentan que los vencejos obedecen a las corrientes de aire para emerger y en ello influye la temperatura ambiente, así que entre menos frío en la oquedad más rápida será su salida. El entretenimiento puede durar media hora y volverán al atardecer, en una entrada paulatina y en picada, como proyectiles.
EL PUENTE DE DIOS
La naturaleza esconde el agua color turquesa debajo de una formación rocosa y está adornada con una sierra espectacular llena de oquedades raras. Así es “Puente de Dios” al que se llega por San Pedro de las Anonas, ya sea desde la cabecera municipal o entrando por el crucero de Tantobal.
Entre senderos cada vez más verdes, el río Tampaón se aprecia a la derecha y anuncia la cercanía de la apacible playa, a la vuelta de una vegetación alta y con sombra, dificultad en el ingreso que ha convertido al paraje en un sitio favorito de los amantes del deporte extremo, los paseos en motocicletas y los dueños de vehículos todo terreno.
La suavidad del viaje permite observar en el trayecto la “Cueva de los Patos” y la oquedad a la que los lugareños llaman “Cueva de la virgen”, revestida de las leyendas de tesoros, maldiciones y aparecidos.
La embarcación entra luego en la caverna, donde la filtración de la luz solar propicia que el azul turquesa del agua se refleje en el café claro de la roca, creando una combinación inigualable. El agua sale de abajo de la caverna y afuera, pequeños arroyuelos circundan al auténtico “Puente de Dios” hasta que la barca se ancla en una orilla arenosa, para permitir el descenso y deambular por el sitio.
PARAJES DE MOCTEZUMA
Su lejanía se recompensa con los senderos de terracería con cañaverales, la vista del río “Gallinas”, cascadas, cascaditas e islotes, que se forman al paso del agua, la que favorece amplios sembradíos de maíz, frijol, calabaza y yuca.
Moctezuma nos ofrece la hermosura de sus parajes, algo seguramente nunca imaginado por sus primeros pobladores, indígenas náhuatl provenientes del centro de la Huasteca Potosina (Coxcatlán para ser exactos) que emulando a los antepasados aztecas, peregrinaron hacia el norte en busca de la “tierra prometida” y en tributo a su propio espíritu indomable, bautizaron la zona con el nombre del guerrero.
NACIMIENTO DE TAMBAQUE
El nacimiento tiene aguas tan cristalinas como frías, tiene corredores elaborados en piedra, asadores, escalinatas y pequeñas represas, sombreadas todas por frondosos árboles de la región.
En ese andar se encuentran dos peculiares plazas, la de «El Frijolillo» por la gran cantidad de esa especie forestal empleada para muebles rústicos, cercas de terrenos y en los potreros para dar sombra. El otro descanso se llama “Los Moneques”, en referencia a la abundancia de un fruto también conocido como zapote negro, baya en forma de globo que puede consumirse fresca, en mermelada o en conserva.