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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 9 de marzo de 2020.- De la mano y con sonrisas en los rostros empezaron a llegar mujeres de todas las edades; niñas, jóvenes, adultas y de la tercera edad abarrotaron poco a poco y casi sin darnos cuenta la Plaza de Armas frente al Congreso del Estado rodeado, como el Palacio de Gobierno, por mantas pintadas a mano que hablaban sobre la violencia que muchas sufren a diario, pero que hacían voltear las caras de personas externas, quienes las leían de manera incómoda, casi sin querer reconocer las verdades plasmadas en los óleos.
Antes de las 14:00 horas comenzaron a llegar solas o en grupo, en busca de las compañeras/hermanas/amigas que las acompañarían en una marcha por el Día Internacional de la Mujer que en ese momento no sabía que se volvería tan multitudinaria, tan unida y tan fuerte como no se había visto nunca en San Luis Potosí.
El morado y el verde tomaron fuerza a cada minuto; los colores de la lucha histórica por los derechos y la autonomía de los cuerpos de las mujeres invadían la plaza con el propósito de unirnos, de continuar con el movimiento que hace casi dos siglos inició.
La emoción era palpable; la espera comenzaba a volverse larga por lo que el entusiasmo salía a borbotones con aplausos, gritos y consignas mientras los contingentes —encabezados por los familiares de las víctimas de feminicidio— marchaban desde el punto de salida. Y sin darnos (o más bien darme) cuenta inició todo.
Para muchas era su primera marcha, otras ya eran veteranas, pero los sentimientos de regocijo y emoción embargaban por igual, así como el objetivo: hacernos escuchar, hacernos presentes, que todos voltearan a ver e hicieran caso de los reclamos de miles de mujeres; justicia, seguridad, el fin del machismo y el alto a los feminicidios que cobran la vida de 10 mexicanas cada día, una cifra que se ha vuelto insoportable para muchas.
Por lo que las calles se hicieron nuestras; mientras que a cada paso la marcha dejaba su marca con pintas de reclamo, así como el suelo lleno de la revolución brillantina, hacían eco a metros de distancia los gritos “Ni una más”, “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”, “Mujer escucha, esta es tu lucha”, hasta llegar a los puntos ya conocidos. El primero de ellos el Instituto de las Mujeres del Estado (IMES) para exigir mayores acciones en contra de la violencia de género en sus diferentes formas.
Marchamos, brincamos, gritamos y guardamos silencio por las que ya no están, por aquellas que nunca regresarán a sus hogares en cada vía transitada hasta llegar a la Fiscalía General del Estado (FGE), un lugar que, reconozcámoslo, pesa, lastima y da rabia por su falta de eficacia. El pase de lista y el minuto de silencio por todas las que no han recibido justicia fue obligatorio en el edificio, que además fue clausurado “por atentar contra los derechos humanos e integridad de las mujeres en San Luis Potosí”.
Y mientras los contingentes terminaban de pasar, se dejó testimonio de la lucha para no olvidar a ninguna de las mujeres que han sido asesinadas por nacer mujer.
Este paso histórico, que detenía miradas y era retratado por espectadores extrañados ante la cantidad de mujeres que salieron a exigir, continuó por la avenida Álvaro Obregón para llegar al representativo por excelencia de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), el Edificio Central. El cual quedó marcado por tinta, cáscaras de huevo y vidrios rotos, para no olvidar la falta de acciones para detener el acoso y hostigamiento sexual que profesores y alumnos han cometido de manera sistemática a lo largo de los años en las diferentes facultades en contra de las miles de jóvenes que estudian en sus aulas. Porque a pesar de las horas transcurridas, los gritos no dejaban de escucharse e incluso adquirieron mayor potencia frente aquel símbolo de la máxima casa de estudios que le ha fallado por décadas a las mujeres que se preparan como profesionales.
Pero el día no había llegado a su fin, aún faltaba por hacer actos más simbólicos y reivindicadores, aquel que regresara las fuerzas y el poder a aquellas que hemos sido víctimas de la violencia machista desde la infancia.
De regreso a la Plaza de Armas, congregadas frente al Congreso del Estado y con altavoces, se hizo el llamado para terminar con las industrias de la prostitución y la pornografía, además de denunciar la falta de interés de los diversos niveles de gobierno por atender y terminar con la violencia de género.
Por lo que, como acto simbólico, figuras representativas del Estado, el Congreso, los partidos políticos y la UASLP fueron quemados hasta las cenizas, mientras se escuchaban los gritos de júbilo de las miles de potosinas hartas del sistema imperante.
Mientras que mujeres y jóvenes pasaban al frente y volvían a hacer suyas sus voces al denunciar a sus atacantes, aquellos que eran tíos, primos, abuelos, padres, profesores, que les habían dejado cicatrices tan profundas que apenas comenzaban a curar gracias a la sororidad de desconocidas que en ese momento se convirtieron en sus hermanas, sus protectoras y confidentes, para deshacerse del miedo que las tenían atadas y nunca más quedarse calladas.
Y así, por fin y de manera histórica, recuperamos las calles y volvieron a ser nuestras para no soltarlas jamás.