
Pemex corre a miles, van a Infonavit… ¡y los recontrata Pemex!
En la República de las Letras, uno de los hijos predilectos de Calíope y
Terpsícore lleva por nombre Ezra Pound. Este año celebramos el 137 aniversario
de su nacimiento.
Fue el más grande poeta en lengua inglesa del siglo XX y la huella que dejó
en su generación es inigualable. T.S. Eliot, James Joyce y Ernest Hemingway, por
mencionar a tres cumbres literarias, no hubiesen alcanzado la estatura que tienen
si este gigante no los hubiera colocado en sus hombros.
Nació el 30 de octubre de 1885 en Hailey, Idaho. Asistió a la Universidad de
Pennsylvania y al Hamilton College. Muy joven viajó a Europa en donde ejerció el
periodismo. Su primer libro fue publicado en Venecia en 1908. Durante su vida
publicó más de noventa volúmenes de poesía, crítica y traducciones de poesía.
A Pound se le ha llamado el “poeta de poetas”, responsable de la definición
de la estética poética modernista y la promulgación del imaginismo, escuela cuya
técnica sigue la propuesta de la creación clásica china y japonesa que pone
énfasis en la claridad, la precisión y la economía del lenguaje para “componer en
la secuencia de la frase musical y no del metrónomo”.
Ernest Fenollosa recuerda que como ensayista “Pound escribió sobre todo
acerca de la poesía. A partir de mediados de los veinte se propuso examinar cómo
los sistemas económicos promueven o aniquilan a la cultura. Pound tenía la
esperanza de que el fascismo pudiera organizar una sociedad en la que la cultura
floreciera. Sostenía que la poesía no es un “entretenimiento” y como elitista que
era no tenía aprecio por el lector común.
“Pound consideraba que la cultura de Estados Unidos estaba aislada de las
tradiciones que sustentan el arte y caracterizó a Walt Whitman como ‘una píldora
extremadamente nauseabunda’”.
El 3 de febrero del 1909, Pound escribe a William Carlos Williams desde
Londres: “Estoy a punto de caer en el centro de la turba que hace las cosas aquí”.
Por esa época conoce a Olivia Shakespear, amante de Yeats, a quien Pound
admiraba por encima de todos los poetas del momento.
Fue gracias a ella que Pound llegó a la morada del bardo irlandés, en el 18
Woburn Buildings. Allí Yeats dirigía, todos los lunes, un salón en que se reunían
algunos escritores y sus admiradores. A comienzos de 1910 llegan a Pound
rumores de que Yeats comienza a hablar bien de él. Se entera de um juicio de
Yeats, que transmite lleno de entusiasmo a sus padres: “No hay una generación
de poetas jóvenes. Ezra Pound es un volcán solitario”.
Donald Hall entrevistó a Pound para The Paris Review en 1960. La
entrevista es larga y erudita y en ella Pound propone interesantes consideraciones
sobre la estética de la creación y revela detalles de su sistema artístico. Sus
respuestas me confirman que tanto para las artes como para el trabajo no
creativo, es decir, el que cotidianamente desempeñamos la mayoría de los
mortales, la disciplina, la constancia y el estudio son fundamentales:
“-Cree usted que el verso libre es una forma particularmente
estadounidense?
“-A mi me gusta el apotegma de Eliot: ‘Ningún verso es libre para el hombre
que quiere hacer un buen trabajo’.
Pound y Hall se encontraron en Roma a principios de marzo en el
apartamento de Ugo Dadone: “El autor de la entrevista se sentó en una gran silla
mientras Pound se desplazaba, intranquilo, de otra silla a un sofá y de nueva
cuenta a la silla. Las pertenencias de Pound en la habitación consistían en dos
maletas y tres libros: la edición de los Cantos publicada por la casa Faber, un
Confucio y la edición de Chaucer de Robinson, que Pound estaba releyendo”.
La obra poética capital de Pound, The Cantos, comenzó a aparecer en
1917 […] Sus poemas más breves fueron recogidos en Personae (1926, edición
aumentada, 1950). Love Poems of Ancient Egypt, una traducción, fue publicada en
1962, y From Confucius to Cummings, una antología de poesía compilada por
Pound y Marcella Spann, en 1963.
Aldo Mazzuhelli nos obsequia un sensacional recuerdo del poeta:
“En el año 1961, a los 76 años de edad, después de, entre otras cosas,
haber estado un mes expuesto al clima en una jaula de acero pesado, haber
descubierto y promovido a unas diez de las principales figuras de la literatura de
este siglo, no haber poseído nada que no se pudiera guardar en dos valijas de
viaje, haber convivido con dos mujeres a la vez durante décadas, haber pasado 14
años encerrado en un manicomio, haber tratado de cambiar las ideas económicas
de Roosevelt y de Mussolini, haberse comido dos tulipanes de los adornos de la
mesa de una cena para llamar más la atención que William Butler Yeats, haber
cambiado -tal vez inventado- la poesía del siglo XX, haber fracasado
esplendorosamente en su propósito de escribir una nueva Divina Comedia, y
haber retado a duelo en Londres en 1912 a un rival poético -quien le propuso, al
elegir las armas, que se bombardearan mutuamente con los ejemplares no
vendidos de sus respectivas obras en verso-, Ezra Pound estaba profundamente
deprimido. Le dijo a un visitante, de los que ya por esa época iban a contemplar a
la leyenda viviente: soy un hombre reducido a fragmentos”.
Pound era de pensamiento independiente y crítico y estuvo en contra de la
intervención de su país en Alemania durante la segunda guerra. Así lo dijo en una
serie de programas radiofónicos, de corte francamente fascista, transmitidos
desde la Italia del Duce. En uno sugirió que debía emprenderse un pogromo
contra los judíos.
Al fin del conflicto fue arrestado y el ejército gringo lo tuvo seis meses
encerrado en una jaula, con un foco permanentemente encendido, una cubeta en
vez de WC y dos sábanas.
Lo trasladaron a Estados Unidos en donde fue declarado peligroso y loco y
confinado al hospital mental Saint Elizabeth’s de Washington, D.C., durante 14
años.
¿Hay en esto alguna diferencia con el Archipiélago Gulag de Solyenitzin? Si
esto padeció uno de los más altos poetas en lengua inglesa, ¿qué podían haber
esperado los infelices prisioneros de Abu Dabi o de Guantánamo, que ni poetas, ni
gringos, vaya, ni cristianos eran?
Saint Elizabeth’s, manicomio fundado en 1855, además de huéspedes
legítimos ha dado hospitalidad a otros, digamos, menos ortodoxos. Por ejemplo
los “marielitos”, declarados sicópatas cuando, asustados y monolingües, llegaron a
la tierra de sus sueños después de abandonar su patria con riesgo de la vida.
Termino con dos sonetos de Pound en versión de Javier Calvo:
El desván
Ven, apiadémonos de los que tienen más fortuna que nosotros. / Ven, amiga, y
recuerda / que los ricos tienen mayordomos en vez de amigos, / y nosotros
tenemos amigos en vez de mayordomos. / Ven, apiadémonos de los casados y de
los solteros. / La aurora entra con sus pies diminutos / como una dorada Pavlova, /
y yo estoy cerca de mi deseo. / Nada hay en la vida que sea mejor / que esta hora
de limpia frescura, / la hora de despertarnos juntos.
Un pacto
Haré un pacto contigo, Walt Whitman- / Te he detestado ya bastante. / Vengo a ti
como un niño crecido / Que ha tenido un papá testarudo; / Ya tengo edad de hacer
amigos. / Fuiste tú el que cortaste la madera, / ya es tiempo ahora de labrar. /
Tenemos la misma savia y la misma raíz- / Haya comercio, pues, entre nosotros.